Por Andrés Felipe Giraldo L.
Hoy escribo desde la ilusión, una ilusión que además está impregnada de optimismo, porque por fin, después de un par de siglos, la izquierda democrática tiene una posibilidad real, concreta y tangible de gobernar a Colombia.
Hoy hay que salir con esperanza a las urnas, motivados aún más que en la primera vuelta, con la expectativa real de que vamos a ganar. Porque vamos a ganar.
Por supuesto, escribo desde la militancia en la que no tengo más que esta tribuna, que más bien parece una trinchera solitaria, sin la menor intención de aspirar a algún cargo porque no hago parte de la campaña, ni conozco a los candidatos, ni me muevo en los círculos de sus afectos. Llevo meses llenando de tinta estas páginas cada domingo halando del mismo lado de millones de colombianos que se sueñan con un nuevo país.
Hoy voto por los nadies, por las madres de Soacha, por los jóvenes que perdieron su vida en las manifestaciones, por los que ahora ven el futuro con un solo ojo porque el Estado les arrancó el otro, por los niños reclutados por unos a la fuerza y masacrados por los otros tachándolos de “máquinas de guerra”, por esas comunidades que viven apartadas y olvidadas a las que el Gobierno solo las visita con balas, hoy voto por Dilan Cruz, por Lucas Villa, por Nicolás Neira, por Diego Felipe Becerra, por Santiago Murillo y por tantos muchachos que cayeron asesinados por disparos oficiales llenando de luto a familias humildes que no pudieron ver florecer a estos muchachos a los que jamás les llegó la primavera, aunque la pedían a gritos de protesta, arte y revolución.
Estamos a un par de horas de caminar para cruzar con la pluma en un tarjetón las fotografías de Gustavo Petro y Francia Márquez, quienes hoy representan a esa Colombia del cambio. No son perfectos ni infalibles, su campaña ha estado llena de yerros y personajes nefastos, pero hoy representan el clamor de todo un pueblo que se imagina desde lo más profundo de sus anhelos a una sociedad más justa, equitativa y plural.
Hoy no veo oportunismos de quienes llegaron a esta campaña a última hora, solo veo conciencias atribuladas, seguras de que entre las opciones que quedan en carrera Petro y Francia son el mejor camino, veo líderes despojándose de sus egos para aportarle a este esfuerzo colosal, para que la democracia por fin sea lo que debe ser.
Hoy hay que derrotar al miedo, a la apatía y a la desesperanza. Incluso, hay que derrotar al fraude con los ojos vigilantes que cuiden cada voto, con la investigación celosa de lo que pase en la Registraduría, agotando todos los canales legales e institucionales, nacionales e internacionales, para que se respete la voluntad del pueblo en las urnas, sea la que sea. Hoy tenemos una posibilidad gloriosa de demostrarle al mundo que en Colombia la democracia es para todos, no solo para esas élites que se han turnado el poder generación tras generación manteniendo un statu quo inamovible, un establecimiento rígido en el que es casi imposible ascender, en el que los linderos de lo legal y lo antiético son imperceptibles, en donde el legislativo y el ejecutivo actúan en complicidad para exprimir a un pueblo ya cansado de tantas injusticias.
Hoy voto con la esperanza de que por fin se respeten los acuerdos de La Habana, hoy voto para que la tierra fértil vuelva a manos de los campesinos desposeídos, que han sido masacrados, desplazados y despojados durante décadas de un paramilitarismo cruel y acaparador, hoy voto con la ilusión de tener una pensión digna cuando sea viejo, para que el dinero que me pertenece no siga enriqueciendo a los banqueros que nunca pierden.
Y sobre todo, hoy voto por la Constitución de 1991, sepultada durante décadas por la biblia que nos sigue gobernando, por los gobiernos que la han ignorado sistemáticamente, por los rezagos de la Constitución de 1886 que se niega a morir arrastrada por la inercia de la camándula, la discriminación y el poder. Voto porque las garantías, derechos y libertades que se plasmaron hace 31 años se hagan por fin realidad en la vida de cada uno de los colombianos, sin tener que mendigarle cada artículo a la Corte Constitucional para que refrende lo que ya está escrito.
Hoy no hay excusas para negarle la posibilidad a la izquierda democrática que llegue al poder. Mucha sangre ha corrido antes para que por fin llegue este día. Hoy no hay motivo para abstenerse y mucho menos para lamentarse. Hay que salir a las urnas masivamente para mover la conciencia colectiva, para demostrarnos como nación que la democracia nos pertenece a todos y que es mucho más que una herramienta con la que se legitima la opresión de unos pocos cada cuatro años. Esta es la oportunidad del pueblo, este es el verdadero grito de libertad, esta es el camino de la pluralidad, para que los privilegios de unos pocos dejen de ser sus derechos adquiridos por linajes coloniales y para que los derechos de todos dejen de ser privilegios que no se pueden alcanzar. La decisión está en nuestras manos, en nuestros votos, en la decisión crucial de darle la oportunidad a otros de que puedan gobernar. Hoy es el día en el que hay que derrotar el miedo. Hoy es el día de votar por todos aquellos que ya no están con nosotros porque murieron esperando este día. No los vamos a defraudar.
*Fotografía tomada de Infobae.
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