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De Char, Gerlein, Merlano, Escaf y otros demonios

Por Andrés Felipe Giraldo L.

La vida política en Colombia es una novela mala. Y ahora, la versión contemporánea de Gallito Ramírez (que fue una novela buena), deja un mal sabor en el ambiente electoral, en donde un delito es opacado por un romance. El presunto delincuente pasó de ser un ser repudiable que compra votos para favorecer a sus aliados políticos, ultrajando a la democracia, a una víctima de los tabloides sensacionalistas que se meten a la cama de los famosos.

Los amoríos entre Alejandro Char y Aida Merlano no son más que asuntos privados de personas públicas. Y esto no debería salir de esa esfera, si no tuviera más implicaciones. Pero la denunciante (y amante), asegura que esta cercanía le sirvió para promover la compra de votos para favorecer su campaña política. En este caso, ese romance deja de ser un asunto privado y se convierte en un asunto de interés general. Las explicaciones sobran. Cuando a Iván Duque lo acusaron de sostener un romance clandestino con su jefe de gabinete, María Paula Correa, sostuve que la vida privada del Presidente no era un asunto que debiera interesar a la opinión pública, si ello no tenía implicaciones en su gestión. Soy un defensor a ultranza del derecho a la intimidad de todas las personas, incluyendo a los personajes públicos o a quienes gobiernan, porque no creo en los faros morales que, aunque sea deseable que quienes gobiernen sean intachables, incluso en su vida cuando se apagan las cámaras, tal deseo no puede superar el derecho que todos tenemos a nuestra privacidad, que es sagrada. Sin embargo, cuando la jefe de gabinete nombra un asesor, que a su vez cubre de contratos a su esposa con entidades del Estado por miles de millones de pesos, cualquier periodista o ciudadano tiene derecho a indagar si ese supuesto romance tiene alguna relación con esa irregularidad. Porque comerse el cuento de que la mujer más poderosa del actual gobierno no conocía de las andanzas de uno de sus asesores más cercanos y su esposa, atenta contra la inteligencia de los más estúpidos. En tal caso, el supuesto romance deja de ser un asunto privado y la suspicacia se asume de interés público, porque es la plata del erario, es decir, la plata de todos, la que se ve comprometida. En este caso buscar la relación entre un asunto y otro, es totalmente válido.

Volviendo a los romances de Aida Merlano, quien estuvo con los personajes más importantes de la vida política de la Costa Atlántica, como Julio Gerlein (hermano del congresista eterno, Roberto) y Alejandro Char, contados por ella misma, es importante resaltar que el foco no está en la vida privada de los personajes, sino en las implicaciones políticas de estas aventuras. Lo que ha hecho Aida Merlano al exponer su vida privada no es con la intención de mostrar que tan libertina pudo ser, sino develar las dinámicas de la política en la Costa Caribe y en todo el país, porque este no es un mal regional. Mezclar cobijas con votos no es algo nuevo ni extraño. Pero Merlano está aportando indicios, pruebas y testimonios que no pueden ser tomados a la ligera ni soslayados por el poder del chisme que supera, en el ambiente electoral, a lo que debería ser la acción de la justicia.  Alejandro Char se defiende diciendo que no podía financiar la campaña de Merlano en 2018 con dos argumentos ridículos. El primero, que era alcalde de Barranquilla ¿Y? Lo último que le importa a un delincuente (y más a un delincuente con poder) es la legalidad. El hecho de que estuviera impedido para financiar una campaña no es garantía de que no lo hubiera hecho. Lo pudo hacer ilegalmente, que es lo que asegura Aida Merlano. Y lo segundo, que su romance fue mucho antes de esas elecciones ¿Y? Los romances clandestinos tienden a durar poco, pero los chantajes, el pago de favores y las alianzas políticas selladas en la intimidad pueden ser para el resto de la vida. La defensa de Char es aún más patética que sus infidelidades. Pero es en el campo de la justicia en donde debe resolverse esto, no en la prensa amarillista ni en los programas de chismes de farándula. ¿Qué acciones va a tomar la Corte Suprema de Justicia? ¿En qué van las investigaciones por las denuncias de Aida Merlano? ¿Qué pasó con la información que Aida Merlano dijo que entregaría a Victoria Eugenia Dávila, hoy directora de la Revista Semana, en una entrevista hace un par de años recién se fugó de la prisión y de la que nunca se volvió a saber? Estas son las preguntas sobre las que una opinión pública seria se debería centrar.

Por supuesto, es parte de la libertad de expresión la burla, el sarcasmo y la ironía a la que tenemos derecho en un país en el que la única forma de contrarrestar la tristeza diaria es con el humor, pero hay que trascender el chascarrillo de las redes sociales y ejercer una veeduría ciudadana seria y comprometida que exija resultados de las autoridades judiciales competentes que deben adelantar las investigaciones sobre los delitos que se están denunciando, que son graves y que comprometen las libertades, los derechos y a la democracia misma, porque comprar votos es comprar cargos, cargos de poder a través de los cuales un alcalde construye un emporio político para ser presidente. Y eso no da risa.

De otra parte, la oposición que por fin tiene la oportunidad histórica de enfrentar al establecimiento para debilitarlo en sus cimientos en la Costa Atlántica, elige ubicar a la cabeza de una lista cerrada a la Cámara de Representantes por el Atlántico, fortín político de los Char, a un personaje livianito, intrascendente y sin propuestas, prefiriendo popularidad farandulera a madurez, conocimiento y seriedad, y se la juega con Agmeth Escaf,  desechando al abogado Miguel Ángel del Río. Qué vergüenza y qué falta de visión política dejarse convencer por la oportunista de todas las corrientes políticas, Nany Pardo, para que embucharan a ese personaje en una coyuntura tan importante para esa región y para este momento histórico. Así es que se pierden votos y oportunidades reales de cambio, porque la confianza se quiebra ante el apetito electoral y el afán burocrático de los carroñeros que vuelan en círculos alrededor de los políticos de sus conveniencias en un intercambio de favores que solo se conocen a puerta cerrada, en esos romances clandestinos de la política sin cobijas ni besos.

Sin embargo, no hay mal que por bien no venga, y el jurista del Río seguirá ejerciendo brillantemente su labor de abogado penalista en un país que da pena. La política perdió un gran representante, pero el Derecho salvó a uno de sus mejores litigantes. Y acá se cierra el círculo de las casualidades, porque Miguel Ángel del Río ahora apodera a Aida Merlano. Desde esta orilla hará mucho más por el país de lo que podrá hacer el monigote de Escaf desde el Congreso, porque el país necesita en este momento un abogado inteligente que presione a la Corte Suprema para que haga lo que debe contra Alejandro Char. A los congresistas ineptos ya estamos acostumbrados.

*Fotografía original tomada de Infobae.com

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