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Última cita

Hola, sí, soy yo… Estoy sentado en la banca a la que nunca llegaste, mirando una copa en la cual el vino se sigue añejando esperando tus labios, tu paladar, tu lengua ¿Sabes? Me preguntaba qué sería de mi vida a tu lado. Nos hubiéramos casado, ya tendría hijos contigo o no, ya nos hubiésemos separado de todas maneras… o no. No lo sé. Vine a este banquito en el parque que frecuentábamos para hacerme preguntas sobre tu ausencia. Qué hice mal, qué hiciste mal. Valió la pena dejarnos o al menos valió la pena habernos conocido. No sé. Eres pasado y recuerdos… ahora eres preguntas sin respuesta.

Vine a este banquito a recordar de qué hablábamos acá sentados y ya no lo recuerdo. Recuerdo tu cara, tus ojos, tus labios moviéndose, tus manos en mis manos… pero no recuerdo qué me decías, ni qué te decía. Ahora recuerdo que no me escuchabas, que yo no te escuchaba. Recuerdo que quien decía la última palabra sonreía, a veces con cariño, a veces con cinismo.

Traje un Rutini. A ti te gustaba otro, pero yo insistía en que este te tenía que gustar. Serví tu copa de todas maneras para evocarte. Pero te veo en imágenes tan difusas… se nota que hoy he tomado más que tú. Por lo menos aquí. Sí, sí… tu imagen se diluye y ya veo que traje más de una botella… pero tu copa sigue allí, servida.

Te cité a este parque y a esta banca en un sueño. La verdad era una pesadilla. La verdad empezó como un sueño y terminó como una pesadilla. Ya no sé en dónde terminó el sueño y en dónde comenzó la pesadilla. Pero sí sé que todo terminó. Desperté. Desperté y me vine a esta banca a cumplir la cita. Acá estamos: Yo, el vino y tu copa de vino. Ahora alcanzo a recordar que me decías que era egoísta porque siempre me ponía Yo por delante. Ahora estoy sólo y no me quiero poner detrás de tu copa sin ti. El vino lo llevo dentro.

Estoy sentado en esta banca… casi acostado… el vino me está derrotando y tu copa sigue allí tan erguida, tan inmutable, tan soberbia como tú. Me mira con desprecio como lo harías tú porque ella sabe que contiene el vino que no te gusta. Copa arrogante. Pero por lo menos vino.

Se me acabó el vino. Como soldados aplicados tres botellas vacías forman en línea. “¡Atención! ¡¡¡Fir!!!, a discreción…jajajajaja…”. Me río como un loco recostado en esta banca y alcanzo a recordar una cosa más: A veces te divertían mis estupideces. Al final, no te reías, sólo te parecían estupideces. Me bebí tu copa. No te va a hacer falta. Yo tampoco. A mi tampoco me van a hacer falta tus labios, tu paladar, tu lengua… “¡Hip!”.

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