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Sucedió un verano

Por Mauricio Andrés Cabezas Gómez

Su última relación terminó en lo que Cristian sabía que iba terminar: una nueva desilusión. No para él, sino para la mujer que en ese momento había decidido acompañarlo durante una parte de su vida, de sus vidas. Al igual que en la mayoría de sus relaciones anteriores, Cristian nunca estuvo completamente convencido de amar a esa persona. Sus amoríos realmente comenzaron más por querer aprovechar una oportunidad que, creía, pocas veces se le iba a dar, que por sentir algo por esas mujeres. Y esta nueva historia que estaba terminando no era la excepción. A partir de ese momento, se prometió no volver a caer en los brazos del amor.

Durante los meses siguientes a esa ruptura fue fiel a esa promesa, ya que su vida transcurrió en lo que podríamos llamar una rutina normal a la cual muchos están acostumbrados: despertar temprano, trabajar diez horas al día, volver a casa, ver las noticias, cenar y dormir; repetir todo al día siguiente. Básicamente, ver la vida pasar sin tener un propósito claro de la misma. Lo anterior no era del todo malo considerando que esa rutina mantenía su cabeza ocupada todo el tiempo. No le daba espacio para pensar en cualquier mujer o en la necesidad de sentirse querido, apreciado o amado. Poco imaginaba que una presencia recurrente en su vida, y hasta poco probable, lo iba a llevar de nuevo por aquel camino de la ilusión, el romanticismo y el amor.

Tatiana tenía el cabello rubio como el sol de las mañanas de verano y sus ojos representaban el cielo que lo acompañaban. Era solo un par de años menor que Cristian, lo que explicaba que sus gustos en música, series, películas y humor fueran muy similares. Era una mujer inteligente, pero ingenua. Dueña de una belleza única y particular, pero insegura de sí misma. Cristian y Tatiana se conocieron cuando él comenzó un nuevo trabajo en Sol Soluciones, una empresa que se dedicaba a la gestión de proyectos sociales a través de la administración de recursos públicos y privados, para la cual Tatiana llevaba trabajando más de cinco años. Se conocieron en una reunión con todo el equipo que tenía como objetivo presentar a los nuevos integrantes, Cristian entre ellos. Esa fue la primera vez que vio a Tatiana. Cuando la conoció, Cristian reparó inmediatamente en su físico y la encontró muy atractiva. Sin embargo, el hecho de ser compañeros de trabajo hizo que cualquier emoción que pudiera desarrollarse tendría que ser bloqueada. Algunos días después, se enteraría de que Tatiana estaba en una relación seria en la cual ya llevaba varios años.

Durante los años siguientes, la relación de Cristian y Tatiana fue estrictamente laboral. Si bien sus funciones eran completamente administrativas, el volumen de trabajo era muy alto. Trabajaron juntos en algunos proyectos, por lo que compartieron espacios comunes dentro y fuera de la oficina. Pero nunca fueron realmente amigos y mucho menos algo más. Se llevaban bien y sus gustos comunes hacían que hablaran con mucha naturalidad sobre diferentes temas. Tatiana continuaba con su relación y Cristian eventualmente conoció a alguien con quien estaría un poco menos de 3 años, aunque nunca fue realmente feliz con esa persona. Así fue como a mediados del quinto año de trabajar para Sol Soluciones, Cristian decidió acabar con su relación. Casualmente, y más o menos para la misma época, Tatiana decidió finalizar también la suya. Fue en uno de esos cafés de diálogos que se contaron mutuamente la noticia, aún sin saber lo que ocurriría después entre ellos.

—Cristian, tengo que contarte algo. —Si bien Cristian y Tatiana no habían formado una amistad muy fuerte, el hecho de compartir durante más de cinco años el mismo espacio había creado una confianza natural entre ellos.

—Sí, dime —exclamó Cristian un poco entusiasmado sin tener la más mínima idea de lo que podría ser.

—Terminé mi relación con Felipe. Las cosas simplemente dejaron de funcionar.

—Oh, lo siento mucho, Tatiana. ¿Cómo te sientes? —preguntó Cristian con interés.

—No muy bien, pero era lo mejor que podíamos hacer. Ya no nos queríamos como antes. Le dimos una oportunidad a la relación, pero infelizmente no resultó —respondió Tatiana mirando hacia el suelo.

—Lo lamento —repitió Cristian—. Yo sé que no es lo mismo, pero también terminé con mi novia —agregó. Tatiana lo miró con cierta ternura y le expresó su simpatía. 

A pesar de estar ahora solteros, Cristian y Tatiana no tenían planes de crear nuevas relaciones. Estaban en aquella etapa de querer estar solos, salir con amigos, pasar un fin de semana viendo series o leyendo en completo silencio. Y así lo hicieron durante algunos meses. Curiosamente esa soltería mutua fue lo que los llevó a acercarse y volverse, ahora sí, amigos, dejando de ser solo colegas. Asistían a conciertos juntos, iban a cenar cada vez en un restaurante diferente y compartían una que otra obra de teatro. Gracias a este tiempo que compartían, Tatiana comenzó a ver a Cristian de una manera diferente. Y Cristian, a su vez, iba desbloqueando aquellas emociones que aparecieron cuando conoció a Tatiana. Sin embargo, su última experiencia aún lo hacía dudar de querer una nueva relación.

Fue un sábado de julio, a finales del mes, cuando Cristian recibió un mensaje de texto que él consideraba normal en la conversación amistosa que mantenía con quien consideraba ahora una amiga.

—Hola, Cristian, ¿cómo estás? —escribió ella.

—Hola, Tatiana, bien, gracias. ¿Y tú? —respondió ingenuamente Cristian.

—Bien, gracias. Haciendo las típicas cosas de fin de semana, ¿sabes? Quehaceres del hogar, visitar a mis padres, un poco de lectura, etc. Sabes como es.

—Sí, claro, estoy casi en lo mismo.

—Oye, me preguntaba si querías hacer algo más tarde. Podemos ir a cenar o encontrarnos y beber un trago en algún lado.

—¡Sí, claro! Podemos hacer las dos cosas, si quieres.

—¡Dale, sería genial! Es una cita, entonces.

—Mmm, ¿cita en el sentido literal de la palabra?

—Sí… espero no estar dando un tiro al aire…

—Mira, Tatiana, no quiero ser irrespetuoso contigo, pero es que acabo de salir de una relación y no me siento listo para comenzar algo. —A pesar de que Tatiana le atraía físicamente y que por el tiempo que habían compartido en días y semanas anteriores la consideraba una mujer muy interesante, quería mantener la promesa que se hizo a sí mismo.

—Ok, te entiendo perfectamente. ¿Podemos mantener nuestra amistad como si nada hubiera pasado? —Tatiana sabía que Cristian no estaba siendo completamente honesto, pues ella recordaba que la relación de Cristian había terminado casi que al mismo tiempo que la suya.

—Claro que sí, sin ningún problema. 

La conversación continuó sobre temas banales e irrelevantes con los que claramente querían desviar la tensión del momento e intentar dejar atrás este intercambio un poco embarazoso de mensajes.

Los días de la semana siguiente transcurrieron en una extraña normalidad para Cristian, pues si bien ya no veía a Tatiana todos los días, debido a un cambio en su cargo, en los pocos encuentros que tuvieron no se mencionó en ningún momento esa conversación. Era como si nunca hubiera pasado. Hablaban de la cotidianidad del trabajo, de música, de series, de libros, de chistes de humor flojo. En fin, de los temas que construyen una amistad. Eso sí, Cristian nunca le preguntó si ella estaba saliendo con alguien, especialmente porque conocía su historia y la larga relación que había terminado hace algún tiempo; ella tampoco lo hizo. Era como si ese tema estuviera prohibido en sus conversaciones.

Llegó el fin de semana y eso significaba que Cristian y Tatiana no se verían por lo menos un par de días y su comunicación escrita también disminuiría. Cristian, en un momento de duda, buscó validación en sus amigos más cercanos a quienes les comentó aquella conversación, la invitación que le hizo Tatiana y la respuesta negativa que le dio. Una vez se enteraron de toda la historia y el contexto, sus amigos, cada uno a su manera, le hicieron entender que no tenía nada que perder y que, por el contrario, podía aprovechar para pasar un buen rato con una mujer que consideraba atractiva e interesante. Cristian, esa noche, se fue a la cama con la idea de invitar a salir a Tatiana.

—Hola, Tatiana, ¿cómo estás? ¿Cómo estuvo tu fin de semana?

—¡Hola, Cristian! Estuvo bien, estuve con mis padres, fui a cenar con algunos amigos y descansé un poco en casa también. ¿Qué tal el tuyo?

Tranquilo. Estuve en casa la mayor parte del tiempo, aunque el domingo aproveché el buen clima para caminar un poco por el barrio. 

—Qué bueno, siempre hace bien un poco de ejercicio. 

—Así es… Oye, aquella invitación que me hiciste la semana pasada, ¿sigue en pie?

—¡Claro que sí! Esta semana no puedo y el fin de semana voy a viajar, pero si quieres salimos el martes de la próxima semana, ¿qué opinas? —dijo Tatiana extrañada, pero emocionada. 

—Está perfecto. Así quedamos entonces.

Para Cristian resultaba curioso que el haber acordado la cita resultara más incómodo que el rechazo inicial que le dio a Tatiana. Durante esa semana hablaron poco, pues no sabían muy bien cómo disimular la ansiedad que ambos tenían por aquel encuentro, especialmente cuando todavía faltaban tantos días para el mismo. “¡Tengo muchas ganas de verte!”, le dijo Tatiana por mensaje de texto a Cristian, en una noche de copas con amigas. Si bien Cristian tenía muchas expectativas por el desarrollo de la cita, no se encontraba tan entusiasmado como Tatiana.

Llegó el tan esperado día. Cristian y Tatiana intercambiaron algunos mensajes para coordinar la hora y el lugar en el que se encontrarían y siguieron hablando del fin de semana de cada uno, de lo que venía en el trabajo y otras cosas menos importantes. Cristian dedicó la mañana de ese martes, que era festivo, a organizar su casa. “Si las cosas corren bien, es posible que terminemos aquí”, pensó. De hecho, fue la primera vez que organizó su casa motivado. El resto de las veces lo hacía por obligación, pues su lado púdico y ordenado lo hacía limpiar de manera periódica y exigente. Una vez terminó, tomó un baño y salió de su apartamento en busca de almuerzo. A medida que caminaba por las calles de la ciudad, pintaba escenarios en su imaginación de lo que podría ocurrir más tarde. Imaginó una cena aburrida, con poca conversación y luego llegar solo y decepcionado a su apartamento. Imaginó, después, una charla amena e interesante, comida, alcohol, risas y sexo. Cualquiera que fuera el resultado, se sentía contento de haber escuchado a sus amigos y saber que este evento lo haría salir, así fuera un poco, de su rutina.

Un poco antes de las cinco de la tarde, Cristian ya estaba listo para la cita. Repasó las cosas que normalmente llevaba cuando salía de la casa: billetera, llaves y su celular. Para hoy no necesitaba de nada más. Visitó una camisa azul de lino que le lucía bien y, como era verano, la combinó con unas bermudas café claro y unos zapatos livianos azules. Llamó un taxi desde una aplicación y mientras esperaba continuaba imaginando cómo podría ser el encuentro. Su transporte llegó y Cristian salió de casa. Fue en ese momento que los nervios aparecieron, si bien no eran para nada notorios. Aunque estaba ansioso, sentía que no tenía nada que perder, lo que de alguna forma lo tranquilizaba. En el camino hasta el restaurante donde habían acordado encontrarse, Cristian cantaba la música del taxi en su cabeza.

Al llegar al restaurante, le envío un mensaje de texto a Tatiana, ella le dijo que llegaría en ‘10’, puesto que el tránsito estaba complicado. Cristian entró al restaurante, pidió una mesa para dos y ordenó una cerveza mientras esperaba. Dejó su celular quieto. Se dedicó a mirar el restaurante y las personas que ya estaban allí. Solo revisaba la pantalla para saber de Tatiana. “Ya estoy llegando”, leyó. Ese mensaje le aceleró el corazón. Tatiana entró y Cristian sintió que estaba en una película. Tatiana caminaba en su dirección y a él le parecía que lo hacía en cámara lenta. Llevaba un vestido verde de tiras en los hombros y con detalle de flores blancas. Era sencillo y festivo, como ese día. Se saludaron con un beso en la mejilla acompañado de un abrazo. Cristian le indicó la silla y la ayudó a juntarla a la mesa. El mesero les preguntó si querían beber algo y Tatiana pidió un mojito, Cristian pidió otra cerveza. Para sorpresa de Cristian, los nervios y la ansiedad desaparecieron y no se dio cuenta en qué momento.

La conversación fluyó muy naturalmente. Las risas fueron constantes y los roces de sus piernas por debajo de la mesa demostraron que la química estaba presente. Pidieron un plato para compartir y lo acompañaron con un par de bebidas más. Tatiana llegó a beber tres mojitos durante la cena —algún tiempo después le confesaría a Cristian que le ayudaron a mantener la tranquilidad— y Cristian la misma cantidad de cervezas. La cena llegó a su fin, pero Cristian y Tatiana sintieron que tenían muchas cosas aún por hablar así que decidieron continuar esa conversación en un bar cerca de la casa de Cristian. Al llegar allí encontraron una mesa rápidamente, pidieron un par de cocteles y se sumergieron en las palabras. Hablaron de todo. Comenzaron a conocerse de una manera que no lo habían hecho antes, a pesar del tiempo que habían compartido en el trabajo. Se preguntaron por su niñez, sus pasiones, sus parejas, sus aficiones, sus grupos musicales favoritos, sus canciones favoritas, entre tantas otras cosas. Con cada palabra que oían el uno del otro, iban entendiendo que su conexión era mucho mayor de lo que alguna vez pensaron. Cristian, que en algún momento pensó que esto sería algo físico y temporal, comenzó a creer que Tatiana podría ser una persona muy importante en su vida. Y eso lo incomodaba. La noche iba llegando a su fin y tanto Cristian como Tatiana querían dar el siguiente paso en ese mismo momento. Sin embargo, la química que los unió tanto en este encuentro hizo que esto fuera solo una primera cita y no algo casual. Algo para lo que claramente no estaban preparados. Cuando acabaron el último cóctel y pagaron la cuenta, salieron a la calle para que Tatiana tomara un taxi. Hablaron un poco más en el andén frente al bar dejando pasar varios taxis desocupados. No querían despedirse. Aunque era necesario. Finalmente Tatiana estiró la mano y un taxi se detuvo. Cristian abrió la puerta, Tatiana se acercó a él, le tomó la mano y le dio un suave beso en los labios que lo tomó por sorpresa. Fue un acto sutil y romántico que pintó una sonrisa en la cara de Cristian. Tatiana se despidió y entró en el auto. Cristian se quedó ahí, en la calle, viendo como el carro se alejaba, imaginándose pasando la noche con Tatiana y hasta una vida entera con ella. Se sintió feliz. Hasta que los recuerdos de sus pasadas relaciones lo abordaron.

No fue una noche fácil para Cristian. Recibió algunos mensajes más de Tatiana donde le comentaba que había llegado bien a casa, que le había gustado mucho la cita y que deseaba tener un nuevo encuentro con él. Cada mensaje que Cristian leía le llenaba el corazón con algo que él no sabía explicar, pero que lo hacía sentir muy bien. Aun así no estaba completamente seguro de sus sentimientos hacia Tatiana. Estaba sintiendo algo muy fuerte por alguien a quien apenas conocía fuera del contexto de trabajo. No quería equivocarse de nuevo. No quería crear una ilusión en Tatiana para luego defraudarla como lo había hecho con sus anteriores parejas. Al mismo tiempo creía que ella era la mujer de su vida, un pensamiento bastante ilógico, pero que venía de lo más profundo de su ser. Esa noche le dio mil vueltas a la cama intentando sopesar sus pensamientos, intentando tomar la decisión más racional y más correcta: si crear una nueva historia, esta vez con Tatiana, u olvidarse de esta oportunidad para no romper un corazón más. El sueño llegó en medio de esos pensamientos y Cristian se durmió sin darse cuenta.

—¡Buenos días! —escribió Tatiana.

—¡Buenos días! ¿Cómo estás? —respondió Cristian con una sonrisa en la cara.

—Muy bien. Pensé mucho en ti anoche. La pasé muy bien ayer.

—Yo también. Quiero que se repita.

—¡Claro! Tenemos que marcar una nueva salida. ¿Tienes tiempo el fin de semana? —La rapidez con la que Tatiana quería tener un nuevo encuentro sorprendió a Cristian, aunque decidió aceptar.

—Estoy totalmente libre para ti —bromeó.

—¡Genial! Hay una nueva obra de teatro en el Teatro Mayor, en el centro. ¿Lo conoces? Se supone que es una comedia que involucra fantasmas. Y, por lo que me han dicho, es interactiva. ¡Los actores se meten con el público!

—Sí, conozco el teatro. Y si tenemos suerte, podemos ser parte de la obra —respondió Cristian no muy convencido de querer interactuar con los actores durante la obra.

—Súper. Entonces voy a comprar los tiquetes para el viernes. Hay una función a las 7 pm, ¿te parece bien? —preguntó Tatiana.

—Sí, no hay problema con eso. Si quieres, nos encontramos a la salida del trabajo y nos vamos juntos.

—Me parece una buena idea. Entonces quedamos marcados para el viernes.

—¡Confirmado!

Durante el resto del día y los dos siguientes hasta el momento de la nueva cita, Cristian y Tatiana intercambiaron mensajes constantemente. Se quedaban hasta altas horas de la noche hablando sobre banalidades y temas complejos, al final siempre existía esa tristeza que dejan las despedidas cuando estás siendo feliz con alguien. Durante el día, la situación no cambiaba. Tanto que hasta la productividad en sus respectivos trabajos se veía afectada, aunque no lo suficiente para tener un llamado de atención. Si bien en la mayor parte del tiempo Cristian se sentía feliz, aparecían destellos de su pasado en el momento menos esperado que lo atormentaban y lo hacían dudar. “¿Estaré haciendo lo correcto? ¿Realmente me gusta tanto esta mujer? ¿Será que no sé cómo estar solo? ¿Le romperé el corazón a Tatiana también? Ella no se merece esto…”.

El viernes en la mañana Cristian despertó feliz. Indudablemente los sentimientos que tenía hacia Tatiana superaban las dudas que surgían de vez en cuando. Tenía unas ganas enormes de verse con ella ese día. Las ansias de probar sus labios, esta vez de la manera correcta, le consumían los pensamientos. Esa misma ansiedad hizo que sintiera que las horas de ese día pasaran de manera más lenta. No lograba concentrarse en su trabajo. Solo quería hablar con Tatiana, quien justamente ese día estaba completamente ocupada con reuniones, por lo que no lograba responder a los mensajes de Cristian con la misma velocidad con la que normalmente lo hacía, lo que provocó que la espera fuera un martirio aun mayor. Eventualmente dieron las 6 de la tarde, hora a la que normalmente salían del trabajo. Cristian le dijo que la esperaba a la salida del edificio y Tatiana le pidió solo cinco minutos para terminar un informe. 

El saludo fue cordial y lejano. Al final de cuentas, para el resto de sus colegas ellos dos continuaban siendo compañeros de trabajo. Cristian sintió una impotencia gigante al tener que aguantar las ganas de besarla, abrazarla y tomarla de la mano. Caminaron hasta el parqueadero donde estaba el carro de Tatiana, se subieron a él y emprendieron el camino hasta el centro de la ciudad. Durante el viaje hablaron sobre cualquier cosa. Siempre encontraban un tema de conversación, no existían los silencios incómodos. Tatiana conducía y Cristian aprovechaba que ella dejaba la mano en la transmisión para tomarla. Tatiana se ruborizaba y lo miraba con cariño. Cristian sabía que ella también se moría de ganas por besarlo. Los dos amaban esa tensión. El querer y poder, pero decidir esperar. El dejar que las ansias aumentasen para que, cuando llegase el momento, la pasión fuera lo más intensa posible. Encontraron un lugar en la calle cerca del teatro para dejar el carro. Salieron y caminaron muy juntos hasta el teatro. Sus cuerpos se rozaban con intención. Mostraron los tiquetes a la entrada del teatro, el bouncer los acompañó a sus lugares y una vez las luces fueron atenuadas, Cristian tomó la mano de Tatiana y no la dejó por el resto de la obra. 

La obra les agradó, aunque concordaron en que no era la mejor que habían visto. Para fortuna de Cristian, Tatiana había comprado los tiquetes en lugares a los cuales los actores no alcanzaban a llegar y por lo tanto el riesgo de ser parte de la obra nunca fue real. Salieron del teatro tomados de la mano sin importarles si alguien de su trabajo los pudiera ver y fuera hablar de ellos después. Así llegaron al carro y, como aún no habían comido nada, decidieron ir a un pequeño restaurante familiar que quedaba cerca de la casa de Cristian. En el camino hasta allí fueron en un absoluto silencio acompañado de la música que pasaba en la radio en ese momento. Cristian y Tatiana se miraban constantemente y sonreían. No era necesario decir nada. Se habían llegado a querer mucho en poco tiempo. Tatiana manejaba y en esta oportunidad Cristian colocaba su mano en su muslo provocando pequeños escalofríos en ella. Sabían que estaban atrasando lo inevitable. Estacionaron y entraron al restaurante. Cristian lo concurría por lo que los empleados ya lo conocían y los saludaron con una gran simpatía. Cristian se sintió importante. Ordenaron algunas entradas para compartir acompañadas con un par de cervezas. No hubo plato fuerte. Las cervezas se multiplicaron, así como las risas y los roces de las manos. Decidieron que era hora de irse. Cristian pagó la cuenta, se despidió de los empleados, rodeó con su brazo la cintura de Tatiana y la acompañó mientras salían del restaurante. Cristian le ofreció una bebida adicional en su casa y Tatiana aceptó. Caminaron hasta allí, demoraron menos de tres minutos en llegar.

Cristian abrió la puerta de su apartamento en medio de la oscuridad del corredor y con un poco de nervios. Tatiana esperaba detrás de él, también nerviosa, pero emocionada. Entraron y Cristian dirigió el camino hacia la sala. Le ofreció la bebida a Tatiana quien solo quería beber agua. Cristian la hizo sentir en casa mientras iba a la cocina para servir el vaso con agua. Sirvió uno para él también. Volvió a la sala y Tatiana estaba sentada en el sofá esperándolo. Cristian se sentó junto a ella. Bebieron un poco de agua y comenzaron a dialogar. Cristian no prestaba mucha atención a lo que decía Tatiana. Se dedicaba a mirar sus labios y dejaba que las ganas de besarla crecieran hasta que no aguantó más. Interrumpió lo que fuera que estuviera diciendo Tatiana y la besó. Tatiana se sorprendió un poco, pero le correspondió. Sintieron como si estuvieran besando por primera vez, como si nunca hubieran besado antes. Mientras sus bocas se encontraban, sus manos recorrían la espalda del otro. La pasión iba creciendo y Cristian detuvo el momento para hacer la propuesta inevitable. “¿Quieres ir al cuarto?”. Tatiana asintió sin ruborizarse y con naturalidad. Se tomaron de la mano y fueron al cuarto dejando los vasos en la mesa de centro de la sala.

Estaban frente a frente, arrodillados al borde de la cama, sin tocarse, pero muy cerca el uno del otro. Cristian tomó la iniciativa. Acercó su mano derecha a la cara de Tatiana, retiró un mechón de pelo que la atravesaba y lo colocó atrás de su oreja. Se acercó y le dio un beso en la boca con los labios cerrados. Se retiró, miró sus ojos azules y sonrió. Tatiana devolvió la sonrisa. Cristian posó sus manos en los antebrazos de Tatiana y los acarició como buscando calentar su cuerpo en una noche fría. Subió sus manos hasta los hombros y lentamente retiró las tiras del vestido de Tatiana, quien con un movimiento de brazos ayudó a que salieran completamente y el vestido cayera hasta su cintura dejando sus pechos expuestos. Cristian los observó y los acarició lentamente. Tatiana cerró sus ojos, su sonrisa desapareció de su cara y su expresión se transformó en una de placer. Cristian luego acarició la cara de Tatiana y la besó. Esta vez con más pasión. Tatiana, aún con los ojos cerrados, encontró la camisa de Cristian y la desabotonó con tranquilidad. Cristian terminó de quitar su camisa y abrazó fuerte a Tatiana, sintiendo sus pechos en sus pectorales. El beso continuaba. Gentilmente, Cristian guio a Tatiana sobre su cama, acostándola sobre su espalda. Tomó el vestido que estaba en la cintura de Tatiana y comenzó a deslizarlo. Tatiana levantó su cadera en señal de aprobación. Una vez tiró por completo el vestido, Cristian desabotonó y se quitó sus pantalones mientras Tatiana lo observaba semidesnuda. Aún con ropa interior, Cristian se acostó al lado de Tatiana, muy cerca de ella. Se besaron una vez más mientras las manos del uno jugaban con el cuerpo del otro y se desnudaron por completo casi sin darse cuenta. Las manos de Cristian recorrían el cuerpo de Tatiana. Presionaba sus senos con fuerza, pero con gentileza, recorría sus piernas desde los tobillos hasta sus ancas, arañaba su espalda y halaba su cabello con la fuerza suficiente para aumentar la excitación en ella. Cuando lo creyó conveniente, acercó su mano derecha a la vagina de Tatiana y la recorrió sin ningún destino concreto. Su dedo medio encontró el clítoris y lo comenzó a acariciar con suavidad. La agitación de Tatiana incrementaba, así como sus gemidos, lo que hacía que Cristian se excitara también. “Sigue así”, murmuraba Tatiana. Mientras la mano derecha de Cristian jugaba con la pelvis de Tatiana, su mano izquierda sostenía su nuca sirviendo de apoyo y buscando agitados besos al mismo tiempo. Los ojos cerrados de Tatiana revelaban su nivel de éxtasis. “Continúa… continúa… sigue así… oh, por Dios, se siente tan bien”. Cristian en algún momento abrió los ojos para verla, lo que hizo que aumentara aún más su pasión, si es que eso era posible. Verla así, con los ojos cerrados, gimiendo, temblando, colocando su mano encima de la de él para que continuara, hizo que Cristian pensara en quedarse con Tatiana por siempre. Para él, estos momentos podían ser simplemente el complemento perfecto de la relación que llevaban hasta esa altura y de la que podrían llevar para siempre. La mano derecha de Cristian no se separó de su lugar. Mientras, Cristian llevaba su boca hasta los senos de Tatiana,  lamía sus pezones y los mordía con suavidad. Tatiana arqueaba su espalda, casi sin poder contener la emoción. Cristian decidió dejar el clítoris un momento y sus dedos se deslizaron hacia el interior de Tatiana. Con un movimiento suave, la sintió por dentro. Las pulsaciones de Tatiana continuaban a toda velocidad y pidiendo más. “Se siente tan bien”, repitió. Tatiana estiró su brazo y encontró el pene erecto y húmedo de Cristian. Lo masajeó al mismo tiempo que los dedos de Cristian entraban y salían de ella. Cristian lo sintió, pero estaba más enfocado en satisfacer a Tatiana que en su propio placer. El placer que sentía Tatiana hizo que retirara su mano del cuerpo de Cristian para agarrar con fuerza el tendido de la cama. Los dedos de Cristian encontraron de nuevo el clítoris de Tatiana y lo masajearon en todas direcciones. Suavemente de arriba hacia abajo, de un lado al otro y en círculos. Los gemidos aumentaron su volumen. “No pares, sigue así” casi que gritaba Tatiana. “Se siente tan bien”, repetía una y otra vez. Cristiana acercó su boca para besarla, pero la agitación de Tatiana no lo permitía. “Dios, voy a acabar, sigue así”. Cristian se sintió aún más excitado y movió más rápidamente sus dedos. “Sí, sí, sigue… ¡Ay, qué rico se siente!”. Un calor recorrió el cuerpo de Tatiana, quien tembló por completo, retiró la mano de Cristian de su vagina y lo abrazó mientras el orgasmo la poseía. Sintió el orgasmo como hace algún tiempo no lo hacía. Se besaron algunos segundos mientras Tatiana intentaba recuperar la respiración y reducir su ritmo cardiaco. Gotas de sudor recorrían sus cuerpos y dejaban marcas de placer en la cama. Cristian le ofreció un poco de agua a Tatiana, quien aceptó. Cristian se levantó, fue hasta la sala y trajo los dos vasos con agua que apenas habían tocado hace algunos minutos. Sentados en la cama y luego de beber un poco, Tatiana se dispuso a devolver las atenciones. 

Se acostaron de nuevo uno al lado del otro. Besándose. Tocándose. Aumentando de nuevo sus pulsaciones. Tatiana puso sus manos en el pecho de Cristian obligándolo a acostarse sobre su espalda. Se retiró un poco y lo observó. Sonrió. Masajeó su pecho y bajó su mano izquierda hasta su pene erecto que en ningún momento dejó de estar así. Mientras lo masturbaba, lo besaba con pasión. Cristian se mantuvo acostado sin hacer nada. Sus brazos estaban estirados a lo largo de su cuerpo. Se dedicaba a recibir la atención de Tatiana. Después de un par de minutos, ella se subió sobre él y con su mano izquierda guió la penetración. Los dos cerraron los ojos en el momento que sintieron como el pene de Cristian entraba en la vagina de Tatiana. Se quedaron quietos un par de segundos y luego Tatiana comenzó a moverse hacia adelante y hacia atrás, con sus manos apoyadas en las piernas de Cristian quien aprovechaba la libertad que tenía para apretar los dos senos de Tatiana y jugar con sus pezones. Tatiana alternaba la aceleración del movimiento, la mayor parte del tiempo con los ojos cerrados. Por algunos segundos los abría solo para ver la cara de satisfacción de Cristian quien gemía muy bajo. Las manos de Cristian pasaban de los pechos de Tatiana a sus muslos y luego a su cintura, apretando con más fuerza. Ese era el recorrido que repetía mientras sentía como Tatiana se movía encima de él. Un par de veces sus manos llegaron hasta el cuello de Tatiana y la aproximó para besarla. Cuando se sintió un poco cansada, Tatiana le propuso cambiar de posición. Cristian aceptó, levantó su tronco, aún penetrándola, y la abrazó. Se besaron. Despacio, y con las manos de Cristian en la espalda de Tatiana, se giraron y Tatiana quedó acostada boca arriba. El pene de Cristian en ningún momento dejó el interior del cuerpo de Tatiana. Cristian se apoyó en sus manos, levantó su tronco, observó a Tatiana y comenzó a mover la cadera de arriba hacia abajo mientras la besaba. Alternaba el movimiento haciendo círculos con su cadera mientras la apretaba a la de ella. Por momentos apartaba su cara para ver los ojos y sonrisa de Tatiana. Algunas veces bajaba la mirada para ver como la penetraba. Tatiana hacía lo mismo. Duraron así algunos minutos. Cristian aumentaba y disminuía la velocidad de su movimiento. No quería que ese momento se acabara. “Siento que voy a acabar”, dijo Cristian suavemente al oído de Tatiana. “Tranquilo, acaba”, fue su respuesta. Tatiana sabía que no había posibilidad de un embarazo no deseado. Cristian comenzó a sentir que su orgasmo se aproximaba y su respiración se hizo más fuerte y rápida. Aceleró su movimiento y cuando eyaculó emitió un gemido que excitó a Tatiana y la hizo pensar que Cristian no había tenido sexo en algún tiempo. Y era verdad. Los espasmos duraron más de lo que duraban cuando se masturbaba y Cristian sintió ese orgasmo por más tiempo de lo que normalmente los sentía. Se acostó sobre Tatiana, completamente rendido ante ella, quien lo abrazó y le dio un tierno beso en la mejilla. Cristian se retiró y se acostó al lado de Tatiana dejando su mano izquierda en el muslo derecho de ella. Cuando recuperó un poco el aliento, se acercó y la besó en los labios. Se recostó de lado sobre su brazo izquierdo, apoyando su cabeza en la mano y se quedó mirándola con cariño. Tatiana lo miraba de vuelta. No se dijeron nada durante un par de minutos. Bebieron un poco más de agua, Tatiana se levantó al baño y Cristian se recostó sobre su espalda esperándola. Cuando volvió, Tatiana se colocó sus panties y se acostó cerca de Cristian, dándole la espalda. Cristian la abrazó, conversaron un poco diciéndose lo mucho que gustaban el uno del otro y, pasados algunos minutos, se durmieron.

Despertaron abrazados, Tatiana pegada de espaldas a Cristian y este rodeándola con sus brazos a la altura del abdomen. Cristian le dio un suave beso en el cuello y Tatiana sonrió. Sintieron que podían quedarse allí una eternidad completa. Cristian la apretó con sus brazos y Tatiana soltó una pequeña risa intentando separarse de él. Se levantó y fue hasta el baño. Le pidió a Cristian que le llevara una toalla y que se juntara a ella en la ducha. Cristian así lo hizo. El agua estaba un poco más caliente del gusto de Cristian, pero en ese momento no tenía como no quedarse debajo de ella al lado de Tatiana. Se abrazaron una vez más y se besaron mientras el agua recorría la espalda de Tatiana. Se enjabonaron mutuamente mientras se daban besos cortos y esporádicos. Tenían muchas ganas de tener sexo una vez más, pero Tatiana tenía planes con su familia y lamentablemente no tendrían mucho tiempo. Así que se quitaron el jabón, cerraron el agua, se secaron y salieron de la ducha para terminar de alistarse. Tatiana vistió la ropa del día anterior, mientras Cristian se colocaba unas pantalonetas para hacer ejercicio y la primera camiseta que encontró en su closet. Caminaron hasta la puerta del apartamento. “¿Nos vemos otra vez esta noche?”, preguntó Tatiana. “Claro que sí”, respondió Cristian.

Tatiana salió del apartamento y se dirigió al ascensor, mientras Cristian se quedaba mirándola y deseándola. Pensaba, una vez más, en hacer una vida con ella, cuando los recuerdos del pasado y su promesa se hicieron presentes en su mente. “Pero ¿qué le hace pensar que ella va a querer estar con usted el resto de su vida? Es una mujer que merece mucho más. Además, ¿está seguro de que lo que siente por ella es real y no es simplemente una ilusión más del amor? ¿Está seguro que no se aburrirá de ella en algún tiempo, así como lo hizo con las otras? ¿No nos habíamos prometido no hacer más esto?”. Cristian respiró profundo, se dirigió a la cocina y se preparó un café. Mientras miraba por la ventana con la taza en la mano reflexionaba sobre esos pensamientos. “¿Cómo puedo saber que lo que siento es real? ¿Cómo puedo saber que es ella la mujer que quiero para mi vida?”, esas preguntas lo agobiaban tanto que no se dio cuenta de que Tatiana ya le había enviado varios mensajes comentándole que había llegado bien a casa, que se había puesto ropa limpia y que estaba en camino a ver a sus padres. Cristian salió un poco del trance en el que estaba y solo atinó a responder “Ok. Que tengas un buen día”. Él sabía que era una respuesta poco amable para el momento que habían pasado la noche anterior. Durante el resto del día no intercambiaron muchos mensajes y siempre era Tatiana la que buscaba alguna conversación. A medida que las horas pasaban y se acercaba la hora de verse nuevamente, las inquietudes de Cristian ganaban más y más fuerza. En algún momento de la tarde pensó en cancelar la cita con Tatiana para tener un poco de tiempo para reflexionar sobre sus pensamientos. Sin embargo, no lograba dejar de anhelar verla. Le gustaba tanto que por más dudas que tuviera sobre sí mismo y sobre una posible futura relación, quería igual estar con ella.

Tatiana llegó cerca de las ocho de la noche al apartamento de Cristian. Se dieron un frío beso en los labios y Cristian la invitó a la sala, sentándose distante de ella. Tatiana inmediatamente notó el cambio y pensó que Cristian solo había pensado en ella como una aventura de una noche. Ese pensamiento hizo que sus ojos se aguaran un poco, aún cuando no se habían dicho nada. Los sentimientos de Tatiana por Cristian eran muy fuertes a pesar del poco tiempo que llevaban conociéndose como más que colegas de trabajo. Cristian notó que Tatiana estaba alterada e inmediatamente se acercó a ella y la abrazó. “Necesito contarte algo”, le dijo con la intención de calmarla. Durante las siguientes horas, Cristian le contó su historia a Tatiana, en especial lo que tiene que ver con sus relaciones pasadas y todas las dudas que esto le generaba. Tatiana lo escuchó atentamente y muy pocas veces lo interrumpió con preguntas que consideraba convenientes. En algún momento en los ojos de Cristian hubo lágrimas y Tatiana se acercó para secarlas amablemente. “Entiendo si no quieres estar conmigo”, dijo Cristian con la cabeza agachada. Tatiana lo miró con su ternura característica, se acercó aún más a él, levantó su cara y le dio un beso en los labios. Cristian correspondió el beso que se fue tornando cada vez más apasionado. Cuando las manos del uno comenzaron a quitar la ropa del otro, Cristian se detuvo y observó a los ojos a Tatiana por algunos segundos. En ese momento supo que todo iba a estar bien.

*Ilustración: Nicolás Giraldo Vargas.

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