Por Andrés Felipe Giraldo L.
Es un primer plano. Conmovedor. Una corta grabación en selfie, para ser exactos. Se le ve triste, acongojado, tremendamente angustiado. Detrás de su nariz roja por el frío de la bella villa, se le asoma una lagrima sincera. Con voz trémula termina su intervención diciendo, al borde del paroxismo: “es muy triste que hayamos regresado a la situación de hace 30 años, donde no se puede salir en muchas zonas y donde hay secuestros, donde los niños no pueden ir a estudiar a las escuelas”.
Felipe, ¿en dónde estuviste metido estos 30 años?
Hace 30 años empezaba 1995, el Presidente era Ernesto Samper, quien, por cuenta del proceso 8000, ya empezaba a sentir el tambaleo de su gobernabilidad. Después de eso nada fue mejor. En el 98 llegó Pastrana a gobernar producto del mismo proceso 8000. Una reivindicación histórica, dirían algunos, una degracia para el país, decimos otros. El proceso de paz de Pastrana con las FARC fue un fracaso total ¿recuerdas? Se le entregó a las FARC un territorio del tamaño de Costa Rica, se fortalecieron militar y políticamente como nunca antes, hasta llegar a las goteras de Bogotá. Tuvieron el descaro de intentar tomarse La Calera y, al final, ese presidente tuvo que terminar el proceso porque secuestraron un avión para llevarse al monte a un congresista. “presidente”, así, con minúscula, porque el país, la paz y hasta la guerra le quedaron grandes. La guerra regresó, obvio, mucho peor que antes. Tanto, que el siguiente Presidente fue un tipo que ya venía de aliarse con los paramilitares en Antioquia como Gobernador. Tú sabes de quién hablo. Jesús María Valle y Pedro Juan Moreno también lo sabían, cada uno desde una orilla completamente distinta y opuesta, pero no vivieron para contarlo. Pero a ti te parece que la paz total de Petro ha sido lo peor, en comparación. ¿En serio? decime entonces, ¿cuántos aviones o congresistas ha secuestrado la guerrilla en este Gobierno? por ejemplo.
Sé que dijiste 30 años porque si dijeras 23 sería demasiado evidente. Pero todos sabemos cuál es tu filiación política y la corriente ideológica de tus empleadores. Somos colombianos como para no darnos cuenta. Por eso un 23 sería demasiado exacto, como para que no quedaras en evidencia. Eres astuto. Pero nosotros no somos estúpidos. Pues bien, tu ídolo, ese que tanto extrañas detrás de tu pose de adolorido, gobernó durante ocho años y no han bastado 15 años más para desenterrar a todos sus muertos. Y quizás ni la eternidad sea suficiente, porque habría que excavar a Colombia entera. Y no solo excavarla, también remover cientos de toneladas de escombros que echaron encima de las víctimas, porque las cuchas tenían razón.
Seguramente lo que extrañas es la bonanza que tuviste durante esos 20 años, antes de que llegara este Gobierno. Antes de que las redes sociales rompieran las porosas mediaverdades y descaradas mentiras de los grandes medios de comunicación, a los que tú perteneces. Antes de que esos que ustedes llaman despectivamente “bodegas”, tuvieran acceso a lo que los grandes medios ocultan y lo hicieran público, sin inversiones de millones de dólares, que es lo que cuesta el set de un noticiero de canal privado. A ti te duele ese país. Ese país elitista, excluyente y dominado por unos pocos grupos económicos, entre esos Ardila Lülle, que desde los 70s acaparan la riqueza con un celo enfermizo y destructor. Claro que lo sabes. Tú trabajas para ellos. De ahí sale tu salario.
Extrañas las épocas gloriosas en las que los ricos pudieron volver a sus fastuosas haciendas en Anapoima porque le estábamos ganando la guerra a las FARC, mientras en Soacha secuestraban muchachos con engaños de trabajo para asesinarlos en Ocaña y hacerlos pasar como bajas en combate. ¿Recuerdas? o sigues en la nostalgia de hace 30 años. Ustedes mismos abrían los noticieros mostrando hileras infinitas de bolsas blancas ensangrentadas rodeadas de militares celebrando que ese gobierno que tanto admiras estaba logrando el objetivo. Pues bien, muchas de esas bolsas blancas ensangrentadas cubrieron cuerpos de inocentes. Ahora lo sabes. Y, sin embargo, eso es lo que extrañas. Extrañas al tipo que decía de esos jóvenes que “no estaban recogiendo café”, mientras sus madres aún lloraban sobre sus cadáveres frescos.
Porque la paz de Uribe fue todo menos paz. Porque mientras tú lamentas que volvamos a los atentados que no se veían desde hace 30 años, hace casi exactamente 22 años las FARC volaban en pedazos el club El Nogal repleto de niños adentro, justo en el mandato de tu héroe y, a Duque, apenas empezando 2019 y su mandato, el ELN le asesinaba 23 personas, en su mayoría jóvenes cadetes de la Escuela de Policía General Santander, con una bomba que metieron violando todos los controles de uno de los lugares más custodiados del país, solo para poner dos ejemplos. Por eso te pregunto ¿En dónde estuviste estos 30 años, Felipe? Y eso sin contar los autoatentados de la segunda posesión de Uribe en 2006, que fraguó el propio Ejército, asesinando habitantes de calle con roquets lanzados, teniendo la precaución de solo matar gente pobre, al mejor estilo de los falsos positivos ¿recuerdas? o te volviste amnésico desde hace 30 años. Solo hasta hace unos pocos días recuperaste súbitamente la memoria. Cuando te conviene, claro. Memoria selectiva, le llaman.
Hasta el proceso de Santos con las FARC, por el que ustedes votaron NO en el plebiscito, estuvo plagado de hechos violentos, desgarradores y luctuosos. No vale la pena hacer el recuento. Ustedes se encargaban de hacerlo todos los días con titulares tremendistas para que la gente dijera con total indignación “¿Esta es la paz de Santos?”. ¿Recuerdas? ¿Al menos recuerdas que los que subieron al poder a Santos en 2010 con las banderas de Uribe lo odiaron en 2014 cuando derrotó por poco a su candidato, y lo siguen odiando porque lo de ustedes es el odio, aunque lo disfracen con oraciones por Colombia?
Solo hace falta una pizca de criterio y memoria para saber que en esos 30 años que tú ignoras pasaron en Colombia cosas terribles, que jamás nos hemos acercado ni a las laderas de la montaña más bajita de Suiza en materia de seguridad, y que tus lagrimas detrás de tu nariz roja son una falta de respeto con todas las víctimas de estos 30 años, en su gran mayoría víctimas pobres del Calígula criollo al que tanto admiras.
Por supuesto, no me voy a volver amnésico desde el 7 de agosto de 2022 como tú como para no reconocer que este Gobierno no la ha tenido para nada fácil. Soy consciente de que se han cometido errores, sobre todo desde el punto de vista político. Pero los esfuerzos por la paz, aunque infructuosos y algunas veces erráticos, han sido sinceros. A ti te duele el país en estos días porque Cúcuta y sus alrededores están bajo el asedio de los atentados terroristas de quién sabe qué fuerzas oscuras. Pero a mí sí me genera sospechas bien fundadas que aparezca Uribe en esa zona como el gran salvador justo en medio de su juicio y en época preelectoral. Se me vienen a la mente esos roquetazos del 7 de agosto de 2006 en donde el propio Ejército bajo su mando vendía miedo para que les compraramos seguridad. Para nadie es un secreto que en medio de esta coyuntura no hay mejor beneficiado de la venta de miedo al pormayor que tu amado presidente eterno (bueno, el presidente eterno de Duque, para que no digas que pongo palabras en tu boca). Distrae hábilmente la atención de su juicio, para el que dice que no puede asistir por seguridad, mientras aparece frente a las cámaras como un Rambo septuagenario a salvar a Norte de Santander, mientras promociona las candidaturas de sus pupilos y la suya propia, si al final le hace caso al mamarracho De la Espriella y si su proceso no prescribe. El periodismo debería trascender la noticia para sumegirse en las sospechas. Pero tú qué vas a saber de eso si tu labor se limita a ser el rostro de un noticiero, sin más profundidad que la de una fuente de plaza pública, sin más criterio que el de José Manuel Acevedo, sin más independencia que la de un empleado con 35 años en el mismo medio.
En lo que sí estoy de acuerdo contigo, apreciado Felipe, es que hay que orar por Colombia. Me parece astuto de tu parte hacerlo frente a una iglesia católica mientras el Papa agoniza. Bien jugado. Un Papa que por lo demás ha sido conciliador y abierto al diálogo intercultural, intergeneracional y antidiscriminatorio. Yo también lo voy a extrañar, si es que su momento ha llegado. Pero yo haría esa oración al frente de los páramos que están siendo amenazados por las industrias extractivas o en el Amazonas que pierde miles de hectáreas cada día por la tala indiscriminada de bosques. Respeto a las creencias y a todos los dioses, con toda sinceridad, pero me debo más a lo que tangiblemente me permite vivir, respirar y querer tanto a un país que hasta hace muy poco me producía náuseas.
Oremos pues, pero yo no voy a orar para que séamos el mismo país de hace 30 años, que no es mejor del país que somos ahora. Es más, me atrevería a decir que hace 30 años estábamos peor y lo seguimos estando hasta ahora. Oremos porque nuestros corazones se desarmen, porque a mí no me da pena reconocer que tengo mi corazón envenenado después de dos siglos de dominación de las mismas élites, que ahora posan de víctimas, porque el primer Gobierno de izquierda de toda la historia les quitó el caramelo del poder del Estado. Pero solo por cuatro años, porque la “democracia”, ese sistema en el que la derecha repta tan hábilmente para manipular a la ciudadanía desde los medios de comunicación, tirará al país de nuevo a sus brazos, como esa pareja que vuelve a su maltratador, porque la convenció de que es mejor estar mal acompañado, que en manos de la izquierda empobrecedora, ruin y violenta que venden en RCN y Caracol todos los días aunque no sea verdad. Oremos para que las élites por fin entiendan que los estallidos sociales no son caprichosos ni infundados, que la gente y que, sobre todo la juventud, están mamados de tantas injusticias, de tantas inequidades, de tantos atropellos provocados por la opresión de una minoría rica, excluyente y dueña de todos los medios de producción, contra unas mayorías empobrecidas, desposeídas y sumisas que viven casi que en un regimen feudal moderno, taimado y disimulado, detrás del derecho al voto que está tan coaccionado como manipulado y restringido.
Oremos pues, Felipe, pero oremos por las razones correctas. No para regresar a ese país de hace 30 años que tampoco tenía mucho de bueno. Oremos para que nuestro orgullo nacional no aparezca cada vez que juega la Selección Colombia y solo si gana. Oremos para que los medios de comunicación, la prensa y los periodistas recuperen los principios que se quedaron atasacados en los intereses de los grupos económicos para los que trabajan. Oremos para que los periodistas que devienen en políticos dejen de usar el periodismo para hacer política porque eso arruina tanto al periodismo como a la política. Y lo sabes, porque algo de bondad habita en tu corazón. Eso se nota.
De hecho, no creo que seas un mal tipo, Felipe. Por el contrario, me recuerdas mucho a gran parte de mis compañeros del colegio y esos amigos que ya ni me llaman por mamerto a quienes realmente aprecio y hasta quiero. Gente divinamente que han tenido todos los privilegios en su vida y que son muy de avanzada hasta que ven amenazados esos privilegios. De esos que dicen que no tienen nada contra los homosexuales porque tienen amigos homosexuales pero que les da asco el matrimonio igualitario y que consideran una aberración que puedan adoptar hijos porque los van a pervertir. De esos que practican la caridad en los barrios pobres pero que ven como una tragedia que uno de sus hijos se enamore de una de esas chicas pobres porque qué dirán en el club. Me recuerdas a esa gente, Felipe, gente que aprecio genuinamente, pero con la que ya me cuesta comunicarme porque les caigo mal. Muy mal. No es fácil ser mamerto en tierra de godos.
Entonces oremos, Felipe. Oremos pero con memoria y sin hipocresías. Oremos reconociendo que en estos 30 años sufrieron personas que jamás conocerías porque se mueven en otros círculos sociales, en otras regiones, en otros ambientes. Pero mucha gente sufrió. Y mucho. Oremos por las madres de los falsos positivos, por las cuchas de La Escombrera y por los asesinados de los paramilitares que trozaban con motosierras a sus víctimas después de haber violado a sus mujeres. Sí Felipe, eso pasó en estos 30 años aunque te cueste aceptarlo. También oremos por las víctimas de las FARC y del ELN que ya no son revolucionarios sino meros carteles de mafiosos tan sanguinarios como cualquier cartel mexicano o colombiano porque su norte ideológico se enredó entre las matas de coca, las avionetas que van cargadas a las islas del Caribe y los sumergibles que debajo del mar evitan los controles de la Armada. Oremos sinceramente por un país mejor hacia el futuro y no por ese pasado que te estás inventando porque tu pasado mejor no es más que una elaboración de los medios que nos quieren tirar una cortina desde agosto de 2022 para acá. Pero acá estamos descorriendo esa cortina para que vean que antes tampoco nada fue mejor. Oremos por el futuro, Felipe, pero sin la excusa del pasado que te ves entre ridículo y tremendamente mentiroso. Al menos para los que seguimos con atención la historia y no los titulares de prensa, de esa prensa a la que perteneces.
De mi parte, oraré por personas como tú para que oren por personas como yo. Si en la oración nos encontramos para darle altura al debate y argumentos a las ideas, habrá valido la pena. No me quedo solo con tu imágen al borde del llanto pidiendo una oración por Colombia. Me quedo con el tipo buena gente que creo que sos, capaz de comprender que hay algo de razón en mi diatriba. Y oro porque algún día podamos hablar de esto con un café sin destriparnos en las redes y sin exhalar odio en cada intervención porque a eso nos malacostumbramos. Oro por eso. Y a esa oración la acompaño con un abrazo para vos aunque cueste creer que sea sincero. Lo es. Es un abrazo sincero porque sinceramente creo en tu tristeza. Solo espero que tu tristeza empiece a notar las razones correctas. Eso es todo. Te pido un poco de memoria sobre estos 30 años. Nada más.
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