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Me retracto de ser colombiano

Andrés Felipe Giraldo L.

Qué triste es no poderse retractar de lo que uno no pudo elegir porque simplemente son cosas de eso que los conformes llaman “destino”. Nací con una religión de la que apostaté hace años, un nombre que me pusieron mis padres y que lo mantengo porque me gusta y una nacionalidad que aborrezco de la que estoy preso y condenado a cadena perpetua sin haber cometido crimen alguno. Tan solo me pude ir por fin de ese país para ser un extranjero el resto de mi vida en donde quiera que esté porque no me interesa tener otra nacionalidad.

Y qué triste es tenerse que retractar de lo que uno considera cierto, soportado, consistente y verdadero porque otro lo considera ofensivo, a pesar de que ese otro no desmiente una coma de lo que uno ha afirmado. Y no solo ofensivo, además considera que se vulneran sus derechos a “la honra” y “el buen nombre”.

Pues bien, ayer un venerable juez de la República, de esa rama del poder público que goza de tanta credibilidad y prestigio por el comportamiento impoluto de muchos de sus miembros, me ha ordenado retractarme en menos de 48 horas de las que ya deben ir por lo menos 24, por haber hecho unas denuncias públicas jamás desmentidas por él ni por nadie, en contra de Camilo Alberto Enciso Vanegas, exsecretario de transparencia de la Presidencia de la República que ejerció su imprescindible y notable cargo para la paz, la armonía y la pulcritud del país hasta el pasado mes de marzo del año en curso. Me refiero a las denuncias sobre un proyecto de ley que empezó a gestarse en abril de 2015 y que ahora navega las turbulentas aguas del trámite legislativo, en donde nuestros honorables padres de la Patria convirtieron un procedimiento de fast track para la implementación de los acuerdos de La Habana con las FARC en una operación tortuga. Podría apostar que ese proyecto no verá la luz en esta legislatura. Ni en este gobierno.

Las otras pruebas las podrán ver recorriendo días y días de mi perfil personal de Facebook que le sirvieron al doctor ENCISO para sustentar su acción de tutela y que el señor juez validó como un ataque despiadado de mi persona en contra del exsecretario que lo dejó en absoluto estado de indefensión y a merced de mis más de 1600 amigos. Paradójico estado de indefensión para un hombre que tenía a los medios de comunicación a sus pies casi a diario, casi mil millones de presupuesto para una dependencia sin autonomía presupuestal, más de cuarenta subalternos entre funcionarios y contratistas y el pequeño privilegio de hablarle al Presidente de la República al oído con su oficina a unos pasos de su Despacho. ¡Ah! y que además andaba escoltado con vehículo, conductor y agentes de protección de la UNP. Indefenso el pobre doctor ENCISO y canalla yo aprovecharme de ello. Parece que mis 1600 amigos de FB son los mismos hunos amenazando al Imperio Romano de los cuales yo vendría siendo Atila. Muy bien muchachos. Les voy a extrañar. Pero por favor, dense prisa para ver el chisme y tengan paciencia para encontrar los estados que ese perfil será eliminado una vez publique esta humilde retractación de un columnista arrepentido. Es decir, en menos de 24 horas. O dos días y medio. Todavía no lo sé.

Bueno, siendo un ciudadano obediente, cumplidor de la ley, sin antecedentes penales o disciplinarios, ni siquiera una querellita por música estridente en una inspección de policía o una caución de una exnovia asustada, procederé a cumplir la orden del Juzgado Cuarto Penal del Circuito con Función de Conocimiento del Circuito de Bogotá. Se me ordena textualmente lo siguiente:

“ORDENAR al ciudadano ANDRÉS FELIPE GIRALDO LÓPEZ que(sic) en un término no mayor a las 48 horas siguientes a la notificación de este fallo, proceda a emitir, dentro de los cinco días siguientes a la notificación de esta sentencia (¿48 horas = 5 días? Fuera de texto), comunicado donde proceda a retractarse de las sindicaciones que elevara en contra del actor, donde lo tildó de sesgado, conveniente corrupto (aunque en el acervo probatorio allegado de la tutela por el accionante jamás escribo ni una sola vez la palabra corrupto en contra del señor ENCISO. Reto al señor juez para que lo compruebe. Fuera de texto), comunicado que deberá publicar a través de los mismos medios de comunicación que utilizó para emitir sus artículos, replicándolo en su cuenta de Facebook, aclarando que esas afirmaciones no cuentan con soporte de autoridad competente alguna, son productos de sus estrictas consideraciones personales y que(sic) por lo tanto, no es cierto lo aseverado por él en se(sic) sentido”.

Procedo.

Comunicado dirigido al honorable exsecretario de Transparencia Camilo Alberto Enciso Vanegas, al señor Juez Doctor Carlos Julio Caviedes Hernández, estimados y apreciados lectores y a la opinión pública en general nacional e internacional:

Yo, ANDRÉS FELIPE GIRALDO LÓPEZ, procedo a retractarme de las sindicaciones que elevara en contra del Doctor Camilo Alberto Enciso Vanegas, donde lo tildo de sesgado, conveniente corrupto (aunque en el acervo probatorio de la tutela jamás escribo ni una sola vez la palabra corrupto en contra del señor ENCISO) y aclaro que esas afirmaciones no cuentan con soporte de autoridad competente alguna, son producto de mis estrictas consideraciones personales y que por lo tanto, no es cierto lo aseverado por mí en ese sentido.

Una vez cumplido el requisito de la retractación en los términos estrictos que me ha señalado el despacho judicial, que espero cumpla con los requisitos al menos formales de lo exigido por la normatividad vigente, procedo también a solicitar al Honorable Ministerio de Relaciones Exteriores, a la Registraduría General de la Nación, al Honorable Congreso de la República, a las autoridades migratorias que correspondan, al Señor Presidente de la República, y por qué no, al influyente Secretario de Transparencia actual, que me permitan retractarme de ser colombiano. Es decir, que me permitan decir que ya no soy colombiano como lo dije alguna vez y que, por ende, me permitan dejar de ser colombiano a pesar de no tener ninguna otra nacionalidad. En otras palabras, que comprendan que prefiero ser apátrida que colombiano.

Sé que esto podrá ofender a muchos, pero estoy acostumbrado. Cuando escribí esta carta a Jessy Quintero pidiéndole que abandonara el país, célebre por el caso Colmenares, cuando fue absuelta por una jueza de la República en una decisión que consideré justa y que comparto acá http://www.revistaenfoque.com.co/opinion/querida-jessy-por-favor-vete muchos comentaristas me pidieron de una manera muy cordial y decente, como lo suelen hacer los colombianos cuando se sienten ofendidos en ese sentimiento intocable que se llama Patria, que por favor yo también me fuera. Pues bien, les di gusto y atendí sus amables recomendaciones. Ahora vivo lejos y de corazón agradezco sus bienintencionadas sugerencias.

Pero no es suficiente con irse, además hay que descontaminarse por la sanidad espiritual, mental y hasta física de alguien que se quiere separar genuinamente de algo. Respetados funcionarios a quienes elevo esta petición: Yo me divorcié de Colombia sentimentalmente desde el día en que el señor ENCISO mancilló y destrozó un proyecto de ley en el que trabajé durante todo un año y al que le puse todo el empeño. No voy a repetir la historia porque ya está escrita. Pero para mí ese proyecto de Ley era fundamental en el camino para recuperar un poco ese camino errante de esa bella Colombia que por fin está dejando de ser tan violenta pero que sufre de una corrupción tal, que no sería extraño que la violencia regrese aún peor si esa corrupción no se combate en serio. Pues bien, mi proyecto de Ley se llamó “Protección a Reportantes de Actos de Corrupción”. Y digo que es mío porque hasta yo lo bauticé. La palabra “Reportantes” sencillamente no existe y yo me la inventé para superar unos impases semánticos con la Fiscalía General de la Nación.

Ese proyecto hoy se encuentra radicado con el número 108 de 2017 en la Cámara de Representantes y no ha pasado del primer debate en la Comisión Primera Constitucional. Allí está estancado. Fue radicado el 16 de agosto de 2017, cinco meses después de que el señor ENCISO hubiera renunciado a su cargo, un año después de que hubiera anunciado que lo iba a radicar y dos años y medio después de que se le hubiera empezado a trabajar con diferentes consultorías y grupos de trabajo pagados con dineros de la Unión Europea. Y para rematar, el proyecto radicado dista enormemente del que se propuso dentro de mi consultoría, tanto, que me atrevo a decir que en términos prácticos será inútil para el fin que persigue. Pero bueno, esto haría parte de un debate serio que jamás se dio porque quién estaba llamado a dar esa discusión se preocupó más por su “honra” y “buen nombre” que por salvar un proyecto imprescindible en la lucha contra la corrupción y jamás me confrontó con argumentos en ese plano.

Pues bien, como toda separación, esta fue muy difícil, mucho más porque teníamos que compartir el mismo cielo Colombia y yo. Es decir, Colombia y yo convivimos más de un año estando divorciados. Quienes han debido soportar a su expareja bajo el mismo techo me podrán dar la razón de cuán incómoda puede ser esta situación. Entonces, consciente de que era yo quién debía partir, le recé a ese Dios que me inventé para que por favor se me cumpliera ese milagro. Un cuarentón desempleado y gruñón no es el personaje más atractivo para ser recibido en ningún país civilizado. Pero ese Dios es misericordioso y por fin pude dejar a Colombia con su cielo y yo me fui lejos para ver otro cielo, con diferentes nubes y estrellas.

Pero los asuntos legales de los divorciados no son fáciles. Lo sé porque yo mismo tengo un divorcio a cuestas de una mujer que ahora es una gran amiga. Con Colombia tampoco faltaron los pleitos por mínimos e insignificantes que sean. Entonces, ya gozando del exilio voluntario me llegan estos reclamos de un hijo de esa Patria, que, por supuesto no es hijo mío, para reclamarme porque según él mancillé su honra y su buen nombre. Pero ese hijo de esa Patria jamás me confrontó a mí personalmente, nunca me hizo un reclamo por esas razones y, por el contrario, mientras fui su colaborador, porque así es la vida, me sentí maltratado por él. Entonces le puso quejas a esa Patria a través de su rama judicial con una medida novedosa para la historia del país que se llama “acción de tutela” que está diseñada para que los ciudadanos hagan valer sus derechos fundamentales. Por ejemplo, la honra y el buen nombre. Pero también hay otros derechos que la Constitución considera preferentes porque son más sociales, para más gente, para más hijos de esa Patria como la libertad de prensa, la libertad de expresión y la libertad de opinión entre muchas otras libertades en un país que se considera a sí mismo dizque libre.

En primera instancia, esa Patria a través de un juez determinó que ese hijo dolido tenía otros mecanismos diferentes a la tutela, que es un mecanismo excepcional, para hacer valer sus derechos e invitó muy amablemente a ese hijo a usar esos otros mecanismos. Pero ese hijo sintió que ese fallo era injusto y lo impugnó. La madre Patria, que es reflexiva, condescendiente y buena, revisó esa decisión en segunda instancia y notó que no solo yo le estaba haciendo bullying a ese indefenso muchacho, sino que éramos manada, jauría, confabulación mía con unos medios de comunicación poderosos que osaron publicar y replicar mis quejas sobre ese hijo díscolo. Entonces decidió que había que empezar de nuevo y que la queja no solo era contra mí, sino contra todos (medios y yo) y que todos se deberían defender del dicho de ese hijo. En fin, todo volvió a empezar desde la primera instancia y la madre Patria, a través de otra de sus personalidades (hay que aclarar que esta madre es un poco, cómo decirlo ¿multipolar?) decidió al final que efectivamente era solo yo el montador abusivo de ese pobre hijito indefenso, no los demás que solo me hicieron barra, y que por lo tanto me debería retractar de todo lo que dije de él. Lo que se le olvidó a esa personalidad extraña de la mamá fue verificar si al menos lo que yo estaba diciendo era cierto, correspondía a una verdad o simplemente yo, además de bully, era mentiroso. La verdad, los hechos denunciados, jamás le importaron a esa personalidad de la mamá. Como buena madre sobreprotectora, se quedó en el carácter ofensivo de mis palabras y no en la sustancia del caso, que era saber si ese hijito había, o no, tenido comportamientos inadecuados contra ella y contra mí. Además, causa extrañeza que la razón que motivó la impugnación fuera desestimada en el fallo final. ¿Eso en términos prácticos no querrá decir que la nulidad era innecesaria y que la segunda instancia debió decidir de fondo? Pero bueno, no seré suspicaz. Menos en un país que se caracteriza por la transparencia porque hay muy buenos funcionarios ejerciendo cargos para que así sea.

En fin, señores funcionarios del Estado, lo único que les pido es que me permitan renunciar voluntariamente a la nacionalidad colombiana. No quiero ser parte de un país en donde preocupan más las malas maneras que las malas prácticas. No quiero tener que retractarme cada vez que vaya a hacer una denuncia pública porque para el aparato judicial es más importante que yo me refiera en los términos políticamente correctos sobre el implicado que por verificar la realidad de los hechos y actuar en consecuencia. No quiero hacer parte de un país en donde la justicia se demora años y la injusticia llega en diez días, en donde además eso se considera como un éxito rotundo para la reivindicación de derechos. No quiero hacer parte de un país que privilegia a través de sus fallos “la honra” y “el buen nombre” de una persona, que el derecho que tienen los ciudadanos de estar bien informados sobre reportes serios, documentados, argumentados y tan sinceros que el periodista antes de entrar en materia primero advierte a sus lectores que tiene sesgos emocionales pero que no faltará a la verdad. Y lo peor, que al juez le parecen terribles esos sesgos emocionales mientras que la verdad le parece irrelevante. Además, no tiene la más mínima delicadeza para llamarme en el fallo “Andrés Felipe Giraldo Vanegas” emparentándome con el accionante de la tutela en mi contra. Señor Juez, mi segundo apellido es López. Mi mamá se lo agradece.

Por favor Ministra, Señor Registrador, Director de Migración Colombia, Señor Presidente, Señor Secretario de Transparencia, les ruego el encarecido favor de que impulsen un proyecto de ley que sea votado por los honorables congresistas que permitan a personas desencajadas como yo ser apátridas. Algún país en crisis nos regalará un pasaporte, alguna isla no descubierta en la Polinesia nos servirá de refugio, no se preocupen por estas almas en pena de las nacionalidades, por estos habitantes del purgatorio de las patrias. Déjenos ser libres. No nos condenen a la desgracia de ser colombianos a quienes no queremos serlo. Miren, no conozco a nadie tan apátrida como yo en un país de casi 50 millones de habitantes. Algunos reniegan, pero se ponen sin falta la camiseta de la selección cada partido. Yo me la puse para salir de Colombia porque unos amigos muy queridos me la regalaron y porque era la única de manga larga que tenía en ese momento limpia para llegar a un clima un poco frío. Pero no porque me sintiera orgulloso. Créanme que no. Mi divorcio de Colombia es real y no pienso volver a vivir allí. Iré de vez en cuando (si me dejan) porque hay gente que quiero y que me quiere, así no lo crean.

Un colombiano más un colombiano menos, no se va a notar la diferencia. Ustedes serán felices sin mí y yo sin ustedes. Sería líder social si quisiera simplemente morirme, pero no, quiero vivir y vivir en paz. Por favor, entiendan mi molestia y hagan lo que hacen en las EPS´s con los pacientes incómodos. Ignórenme y déjenme morir en otro lugar en paz. Es lo único que les pido. Que me permitan retractarme de ser colombiano. Porque de la verdad, señores funcionarios del Estado, de la verdad nadie se puede retractar a no ser que sea un mentiroso. Y yo no lo soy.

Muchas gracias y hasta siempre.

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