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Los niños de Gaza

Por Andrés Felipe Giraldo L.

Más de 18 mil niños y niñas han sido asesinados en Gaza por las bombas de la fuerza área israelí desde octubre de 2023 hasta ahora. La mayoría de esos niños han sido recogidos a pedazos por sus padres, los que aún tienen padres, porque también muchos han quedado huérfanos. Si rindiéramos un minuto de silencio por cada uno de estos niños asesinados, deberíamos estar callados doce días y medio. Sin embargo, a la humanidad no le alcanzará la historia para asumir la vergüenza de esta masacre infame de personitas que ni siquiera entienden por qué las están matando.

A diario debemos presenciar, casi en tiempo real, cómo esta tragedia sega la vida de más de 300 niños y niñas cada 24 horas. Las imágenes son desgarradoras. Los rescatistas sacan de entre los escombros a las criaturas desmembradas, absolutamente destrozadas y con su ropita deshecha. Los que aún sobreviven, heridos, preguntan entre gritos y llanto qué es lo que les ha pasado, porque no entienden nada, porque no saben nada, porque apenas despiertan a una vida que sin merecerlo se les ha convertido en un infierno. Los que quedan vivos e ilesos, deben soportar la ausencia de unos padres que ya pudieron haber sido aniquilados y además deben asumir que Israel está matando de hambre a la población en Gaza, negando el ingreso de suministros e insumos para que la gente pueda sobrevivir. Estas maniobras son crueles e inhumanas, carecen de todo sentido y muestran la cara más macabra de un Estado que surgió como producto de otra infamia. Ellos ahora replican, sin el más mínimo pudor, sin una mínima pizca de vergüenza, con la palabra venganza tatuada en la frente, las vejaciones que ellos mismos debieron sufrir desde 1933 hasta 1945, cuando el régimen nazi dominó a Alemania.

El gobierno de Israel alude a su derecho a la defensa para mantener estas acciones inclementes, que son sin duda un genocidio, porque están exterminando a toda la población de Palestina, con la intención manifiesta, clara y evidente de extirparlos de la faz de la tierra. Sin embargo, para considerar una acción de defensa como legítima, es fundamental el principio de proporcionalidad. No cabe duda de que las acciones terroristas de Hamas el 7 de octubre de 2023 son del todo repudiables, y nadie discute el derecho que le asistía al Estado de Israel para reaccionar ante esta ignominia, sin embargo, no tiene explicación humana ni razonable, la arremetida criminal, indiscriminada y exagerada que está llevando a la crisis humanitaria más calamitosa de la historia reciente, que elimina a sangre y fuego a un pueblo tradicionalmente oprimido, como lo ha sido el pueblo palestino, desterrado siempre, maltratado por costumbre y sometidos como unos parias sin tierra por los gendarmes del mundo que además son indolentes con este drama que ya es indescriptible.

La impotencia se apodera del mundo mientras siguen muriendo niños de las formas más tristes y dolorosas. He visto a desconocidos en un metro o un bus llorando frente a la pantalla de su celular, mientras ven estas imagenes que no se detienen y que cada vez son peores. Las orejas enormes de Netanyahu no le sirven para escuchar las protestas que crecen en el mundo contra sus demenciales actuaciones. Los pilotos de los aviones militares israelíes, cobardes, incapaces de ver a sus víctimas, tiran toneladas de explosivos sobre millones de personas indefensas arrancándole la vida a miles de niños que ya no escuchan turbinas sobre sus cabezas, sino la muerte que indefectiblemente les viene. Ni siquiera han comprendido bien qué es la vida y ya se han tenido que acostumbrar a la muerte. No alcazan las palabras para explicar el fracaso de la humanidad que significa esto. No alcanzan los insultos para reclamarle a los líderes del mundo que permiten este genocidio con total complacencia y hasta con complicidad. Escuchar a Trump decir que va a volver a Gaza un paraíso turístico, sobre la sangre fresca de un pueblo que se extingue bajo el fuego, con total indolencia y sin el más mínimo remordimiento, hacen replantear esos principios de los cuales se jactan los estadounidenses. No tienen un presidente, eligieron a un mercader de la muerte que representa lo peor de la cultura occidental y que además protege a un absoluto criminal como lo es Benjamin Netanyahu, a quienes los judíos que perecieron en las peores condiciones durante la segunda guerra mundial, lo estarían escupiendo, por actuar así, como un nazi.

Es imposible no tomar partido en estas circunstancias. Llaman guerra a un exterminio. Mientras los palestinos tienen piedras y palos para defenderse, Israel tiene toda la tecnología de punta para sacrificar en masa a toda una población que solo puede esperar el día que les caiga una bomba encima para que todo termine. Esa no es una guerra. Llamarlo guerra es cobarde y asumirla como tal un absoluto exabrupto. Por eso la humanidad que aún tiene esperanza debe manifestarse en contra de este genocidio sin concesiones y sin medias tintas. Al genocida hay que llamarlo genocida, al criminal criminal y al cómplice cómplice. Esto lo único que demuestra es que no se aprendió nada de dos guerras mundiales y del desprecio de los humanos por los humanos. La ONU es inoperante, ineficiente y pusilánime ante esta tragedia. El sistema internacional de justicia que se ha creado para mediar en estas crisis es burlado una y otra vez sin ninguna consecuencia y no hay nadie que lo haga respetar. Sí, la humanidad está fracasando, fracasando estrepitosamente en vivo y en directo, mientras todos miramos en las pantallas de nuestros celulares que un pueblo se desangra miserablemente ante la impotencia de todos.

Esos niños que están muriendo en Palestina no merecen a esta humanidad putrefacta incapaz de defenderlos. Han muerto de una manera cruel y despiadada sin poder comprender la porquería de mundo que les hace esto. Regresaron de inmediato al Cosmos que los envió a un planeta plagado de una escoria decadente llamada humanidad, una enfermedad que necrosa todo lo que toca pero que está condenada a la extinción por su propia mano porque es una especie estúpida. Se nos concedió la razón como un don y la usamos como un arma de exterminio. Esos niños inocentes no se perdieron de mucho con este asco de prójimos que les tocó en una generación maldita incapaz de aprender del pasado.

Duelen los niños de Palestina. Duelen los niños que están creciendo en todo el mundo como parte de una humanidad que los está masacrando y que luego se tendrán que explicar por qué. Hoy vemos este genocidio como algo distante y extraño. Pero el poder destructor de los déspotas llega a cualquier rincón del mundo en cualquier momento. También los estadounidenses se inventaron una guerra en Vietnam sobre una información inventada en el golfo de Tonkien. Convirtieron el sonido de los truenos en un ataque de naves norvietnamitas para enfrentar e incendiar a toda una nación de hermanos, y al final terminaron enredados en su propia telaraña, en la que quedaron atrapados viendo morir por miles a sus propios soldados sin lograr nada, sin liberar a nadie, sembrando solo el odio incluso contra ellos mismos. Cuántas injusticias se han cometido en nombre de la libertad y la democracia. Porque el poder es así, absurdo, violento, arbitrario y abusivo.

El único camino para reivindicar este rumbo errático de la humanidad es empeñar todos los esfuerzos en proteger a los niños que aún podrían salvar a la especie haciéndolos conscientes de que nosotros fallamos, no sin antes pedirles perdón. Por ahora, empiecen con sus propios hijos. Sáquenles del corazón las ideas de dominar o someter a otros. Quítenles la noción de que hay pueblos elegidos o superiores. Enséñenles sobre la fraternidad, la solidaridad y el amor por el otro desprovistos de nacionalidad, religión o cualquier otra construcción social hecha para dividirnos y odiarnos.

Yo solo puedo abrazar a los niños de Palestina con todo mi afecto rogándoles para que me perdonen por no haber podido hacer más. Mi única arma es la pluma y el teclado. Y hoy les dedico este escrito porque me duele por lo que están pasando siendo víctimas del Estado genocida de Israel, que debería saber que si existe un dios fundado en la bondad, no los eligiría a ellos. No son ningún pueblo elegido. No lo merecen. No valen la pena. Son unos asesinos de niños que no eligieron morir. Ustedes los mataron.

*Fotografía tomada de https://www.aa.com.tr/

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