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La objetividad en el periodismo: Pura ficción

Por Andrés Felipe Giraldo L.

Un debate que ha persistido en la historia del periodismo, pero especialmente en la coyuntura  actual que se presenta en Colombia, por la labor de los medios de comunicación, tiene que ver con la pretendida objetividad en el periodismo. Intentaré que esta columna no caiga en casos puntuales sobre los acontecimientos que rodean la realidad de nuestro país y cómo la prensa los ha intepretado y abordado, sino que procuraré hablar en abstracto, con respecto de lo que pienso sobre la objetividad en el periodismo que, para empezar, no existe.

Y digo que no existe porque la objetividad no es un asunto que pueda incidir en el campo del periodismo, por más que se pretenda solo presentar hechos y brindar información, el periodismo es un oficio netamente subjetivo. Desde el momento en el que un periodista se decanta por un tema y no por otro, por una noticia y no por otra, por unos hechos y no por otros, ya la subjetividad está operando en el ejercicio de la profesión. Subjetivamente cada periodista decide a qué darle importancia, y eso no solamente es obvio sino necesario. Y la subjetividad no es intrínsecamente nociva para el periodismo cuando el periodista, al menos, procura respetar a la verdad. Este es el punto que el periodismo no puede ni debe pervertir si se quiere mantener el respeto por el oficio. La verdad tiene una conexión directa con lo que se puede evidenciar, verificar y comprobar, más allá de las interpretaciones. Si bien la verdad parece un bien inalcanzable por las sospechas que rondan a la información, más aún en el periodismo en donde se debe desconfiar hasta de los hechos que parecen más claros, el periodista debe apelar al rigor para acercarse con criterio y herramientas suficientes al descubrimiento de esa verdad de la manera más fiel posible, tratando de no atravesar esa verdad por sus intereses particulares o los intereses de los dueños de los medios de comunicación que, como empresarios, tienen más proclividad a ajustar esa verdad de acuerdo con sus agendas, necesidades, propósitos, pretensiones y planes económicos.

Uno de los grandes problemas de los medios de comunicación es que muchos de ellos, la mayoría de los más poderosos, terminaron en manos de los grandes grupos empresariales y perdieron totalmente su independencia. Cuando la información deja de ser un bien público y pasa a ser un bien de consumo que responde a intereses empresariales, la naturaleza de esa información se desvía hacia la satisfacción de esos intereses. Me explico: la información, los datos, las noticias y en general los elementos que componen a la mass media dentro del entorno del mercado se desnaturaliza completamente de su perspectiva ligada a la realidad y a la verdad. En otras palabras, los intereses empresariales de los medios de comunicación abandonaron el compromiso del periodismo con la verdad para ser una parte más de los intereses del mercado de los grupos económicos disfrazados de realidad. Por supuesto, esto degrada el ejercicio del periodismo al nivel de la publicidad, con lo cual no quiero decir que la publicidad sea nociva per se, pero no tiene ningún compromiso con la verdad. La publicidad en gran medida es ficción funcional a los intereses del mercado. Es decir, la publicidad lo que busca es vender aunque sea con mentiras, verdades a medias o tergiversaciones y, el periodismo cooptado por los grandes grupos empresariales, hace lo mismo, solo que con un disfraz de criterio y realidad que es falso, engañoso y tremendamente peligroso.

El primer valor sacrificado cuando se falsea la verdad para satisfacer intereses particulares es el de la honestidad. Un periodismo servil a los intereses empresariales es un periodismo deshonesto. Porque la razón del periodismo es justamente ser leal a la verdad o, al menos, pretender serlo. El derecho a la libertad de prensa en Colombia se circunscribe al derecho a la libertad de expresión, como debe ser en un país libre y democrático. En concreto, la Constitución Política de Colombia garantiza el derecho a la libertad de expresión en su artículo 20, que dispone: Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación. La expresión “de informar y recibir información veraz e imparcial” me parece en extremo problemática. Concretamente la palabra “imparcial” es inviable. La imparcialidad es la hermana siamés de la objetividad que, como ya lo expresé, no existe. Porque básicamente la imparcialidad implica que el periodista sea ajeno a la realidad que lo circunda. Y la realidad está atravesada por los pensamientos, los sentimientos y las emociones que son incompatibles con la imparcialidad o la objetividad. No se le puede pedir a un periodista, que además es testigo de hechos catastróficos y trágicos, como los que se ven en las guerras, que se abstraiga de dar sus opiniones para informar. Es absurdo filtrar al ser humano de sus posturas personales frente a la realidad y su interpretación de la misma. Pero una cosa es que la información esté viciada por pensamientos o emociones y otra que la información venga contaminada por los intereses económicos de quienes la usan con fines comerciales a través de los medios de comunicación. Insisto, el compromiso del periodismo es con la verdad, no con la objetividad o la imparcialidad.

Dicho esto, lo que considero honesto no es que el periodista sea imparcial u objetivo, lo que creo de plano imposible. Lo que considero honesto es que el periodista manifieste abiertamente desde qué orilla está informando y que el espectador tenga alguna idea sobre las convicciones ideológicas de quien informa. Y este no es un ejercicio explícito sino un ejercicio continuo de coherencia y transparencia que se hace evidente. Muchos periodistas ejercen su oficio a partir de sus sesgos ideológicos que hacen evidentes en el ejercicio del oficio. No es sensato pedirle a los medios de la izquierda que intepreten la realidad desde la derecha o viceversa. Porque desde siempre los medios han respondido a tendencias políticas, que no es lo mismo que los intereses económicos. Me explico otra vez: El ejercicio del periodismo en mayor o menor medida ha respondido a la militancia política porque es un ejercicio crítico que, cuando va más allá de la información, debe aterrizar en la interpretación y en el análisis que siempre tiene tintes ideológicos. No se le puede pedir al periodista que, siendo un notario de la realidad, se abstraiga de concebir esa realidad desde sus posiciones, su visión política e, incluso, sus prejuicios. Lo que no se le puede permitir es que pervierta, tergiverse o falsee la verdad para obtener un rédito político. En este caso no estaríamos hablando de un periodista sino de un propagandista, y la diferencia es enorme. La historia nos ha mostrado con mucha sangre cómo el propagandista inventa realidades para pervertir conciencias y generar emociones para mover a las masas hacia el conflicto y la guerra. Ejemplos hay miles. En contraste, el periodista procura mostrar una realidad de la manera más fiel, rigurosa y seria con respecto de hechos verificables a los cuales añade su interpretación. Pero no inventa realidades, solo las informa de acuerdo con las herramientas y las fuentes con las que cuenta. 

Así pues, es necesario dejar esa pretensión ingenua de que el periodismo sea objetivo para procurar, de manera pragmática y realista, que el periodismo sea honesto. Y el periodismo honesto es el que evidencia sus sesgos y sus intereses desde el vamos. El periodismo honesto es el que dice “mi interpretación de la realidad que les estoy presentando con hechos, datos y evidencia (es decir, con rigor), parte de mi forma de pensar que responde a estos propósitos…”. Por supuesto, este no debe ser el preludio cada vez que un periodista vaya a informar o a analizar, pero la coherencia y la consistencia de los periodistas y los medios hacen que se vayan ganando ese respeto poco a poco, dentro de un público formado y educado para deliberar y discernir con carácter y criterio. Esto requiere también que la ciudadanía madure para comprender estos sesgos e inclinaciones ideológicas sin apasionamientos ni estigmas, pero este será tema de otra columna.

Seguir creyendo en esa ficción de la objetividad en el periodismo nos está alejando de debates más serios, profundos y reales. Por ejemplo, la necesidad de confrontar visiones y perspectivas sobre la realidad fortalece la deliberación y la democracia, pero fabricar verdades (que en realidad son mentiras) para manipular a las masas con intereses netamente comerciales lo único que hace es debilitar de manera grave la capacidad de discernimiento de públicos sugestionables y poco formados que se mueven a través de las emociones y las pasiones. Manipular conciencias con base en mentiras es casi criminal, porque es usar a los aparatos de la comunicación para enfrentar a las sociedades a límites catastróficos. El periodista deshonesto no es el que dice desde qué orilla informa. El periodista deshonesto es el que quiere vender mentiras como si fueran verdades para satisfacer los intereses de quienes le pagan. Ese periodista mentiroso solo es un mercenario de la información.

Para concluir, creo que es importante empezar a decantar, no al periodismo objetivo en contraposición del periodismo que no lo es, eso es una quimera, porque la objetividad en el periodismo no existe. Lo que hay que decantar es al periodismo honesto del periodismo deshonesto. Los mercenarios del periodismo están allí con el micrófono y la cámara o la pluma para venderse al mejor postor para falsear la realidad en función de intereses netamente empresariales. El periodismo honesto, aunque sea militante, está allí para mostrar e interpretar las realidades apelando a la verdad que brinda las mismas herramientas de la profesión: rigor, criterio y capacidad de análisis. 

Termino esta columna con la satisfacción de percibir que puedo escribir sin derramar mis visceras acá. Es interesante tratar de bajarle al apasionamiento para encauzar de una manera más sosegada mis ideas. Aprecio de corazón que me sigan acompañando cada domingo en esta nueva faceta de mis análisis y escritura. Gracias por haber llegado hasta acá.

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