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Epa Colombia y el fracaso del sistema penal en Colombia

Por Andrés Felipe Giraldo L.

Epa Colombia no le sirve a nadie en la cárcel. Ni a ella, ni a su pequeña hija, ni al sistema judicial, ni al Gobierno, pero, sobre todo, no le sirve a la sociedad.

Sin duda, la decisión que tomó la Corte Suprema de Justicia se ajusta a Derecho, es proporcional y demuestra que en Colombia el Sistema Judicial goza de buena salud. Esto, si solo operara con los ciudadanos de ruana, evocando esa famosa frase popular, un poco arcaica ya por el uso de la prenda, de que “la justicia solo es para los de ruana”.

Todos sabemos que, por ejemplo, al expresidente Uribe, el brazo largo de la Justicia jamás lo va a alcanzar. A pesar de que ahora se faja a muerte en un juicio por el más venial de sus pecados, y que sus abogados se la están jugando a fondo por la prescripción del proceso, con maniobras dignas de estudiantes de primer semestre de la Uribersidad Sergio Arboleda, Uribe, en la cárcel (algo que no va a pasar aunque salga culpable), tampoco le sirve a nadie. En otras palabras, la cárcel, como está concebida en Colombia, no le sirve a nadie.

Mientras los precandidatos de la extrema derecha (los del futuro y los del pasado), proponen entre gritos, con babaza en la boca y los ojos desórbitados, que se hagan cárceles más grandes, más seguras, más crueles e inhumanas, para castigar a los delincuentes y criminales, con penas tan severas que el mismísimo Dios tendría que mirar hacia un lado (excepto si los delincuentes son de la extrema derecha, porque ellos son “gente de bien”), el Sistema Penitenciario vigente hace agua por todas partes. Desde 1998, mediante las sentencias T-153 de 1998 y T-388 de 2013, (reiterada, a través de la sentencia T-762 de 2015), se ha declarado el estado inconstitucional de cosas en las cárceles colombianas, de acuerdo con información del Observatorio de Política Criminal del Ministerio de Justicia. Y a pesar de que no ha habido más sentencias en este sentido desde 2015, tampoco hay ningún indicio proporcionado, por fuentes oficiales o no oficiales, de que este estado se haya superado.

Esto, en otras palabras, quiere decir que el solo estado de las cárceles constituye en sí misma una violación sistemática y generalizada de de los derechos constitucionales de las personas, en este caso, de los reos. Entrar a una cárcel en Colombia, según los fallos citados, ya viola derechos fundamentales de seres humanos en Colombia. Sin embargo, los fanáticos del populismo punitivo, ya citados acá, insisten en que más y “mejores” cárceles serían parte de la solución y no del problema. La evidencia dice lo contrario, no solo en Colombia, sino en el mundo entero.

En 2019 y 2020 trabajé un proyecto con la Escuela de Justicia Comunitaria de la Universidad Nacional de Colombia cuyo objetivo era justamente elaborar propuestas alternativas a las del castigo con cárcel para la mayoría de los delitos que hoy no cuentan con opcioness diferentes a las de meter a la gente a lugares cerrados para privarles de la libertad. El asunto es que además de la libertad, a un preso en Colombia se le están violando muchos más derechos con consecuencias fatales para él, para sus familias, para el Estado y para la sociedad en general. El diagnóstico al respecto es demasiado desolador, pero no voy a dar detalles porque la columna versa sobre otro asunto.

Epa Colombia recibió su merecido, dirán los más puristas de la aplicación de la ley. Y nadie tendrá reparos contra la Corte Suprema porque, como ya lo anoté, actuó en Derecho. Esto quiere decir que el problema de fondo no está en la Ley ni en quienes las aplican. El problema está en la concepción misma del Sistema Penal en Colombia. Dicho en términos simples, las cárceles están mandadas a recoger y solo servirían realmente como un mecanismo para aislar a criminales irredimibles, que representen un peligro inminente y letal para la sociedad, y que esto sea definido entre investigadores, jueces y terapeutas. Sobre esta propuestas escribiré más adelante. Pero a Epa Colombia no le sirve en absoluto, salvo como una estrategia publicitaria involuntaria que la va a seguir convirtiendo en un referente de la colombianidad. En mi opinión, muy personal, una absoluta vergüenza. Pero ese es otro tema.

De acuerdo con las conclusiones que elaboramos en los informes referenciados con la Escuela de Justicia Comunitaria, es mucho más útil para la sociedad probar con mecanismos de Justicia Restaurativa que con los ya obsoletos de la Justicia Punitiva. El castigo es inútil si no deja un saldo favorable para la sociedad en su conjunto, que, en últimas, es la víctima de cualquier conducta criminal. Epa Colombia en la cárcel solo es un número más en las maltrechas estadísticas del INPEC, en donde los números más notorios son los de hacinamiento, fugas y corrupción. Desde la órbita personal hasta la social es claro que el castigo que implica pérdida de derechos y dolor físico no resuelven nada de fondo. Son aspirinas para el cáncer, pomadas para la calvicie y lecciones inútiles de las que nadie aprende. A los niños ya no se les pega porque la ciencia ha demostrado que lo único que nos quedó de eso fueron traumas y resentimiento. Muchos aún se jactan de que esos golpes paternos y maternos les hizo mejores personas, “gente de bien”, que llaman, pero al final sus traumas salen a flote cuando les disparan a los manifestantes desarmados en las calles o cuando terminan masacrando en total estado de indefensión a 6402 personas, porque con eso le dan gusto a un Calígula criollo que le hizo tragar el vómito de jugo de fresa con banano a su propio hijo. Eso es lo que hace “la gente de bien”.

Las cárceles son una escuela del crimen plagada de inocentes porque además la impunidad en Colombia ronda el 96% de acuerdo con las últimas cifras recaudadas, porque el Sistema Judicial no da abasto y porque en muchos casos la ausencia de una defensa técnica decorosa termina enviando a la cárcel no a los más culpables sino a los más vulnerables. Y eso también está documentado.

Epa Colombia es la muestra fehaciente del fracaso del Sistema Penal. Su reclusión ocupa espacio y recursos del Estado que no se justifican porque ella es estúpida, pero no es un peligro para la sociedad. Al menos no por lo que hizo y por las razones que la tienen en la cárcel. Quizás existan otras y en lo personal no lo dudo. Pero cuando se hagan evidentes esas otras razones, el Sistema Penal deberá mostrar grandeza para encerrarla por algo que realmente lo amerite. Romper con un martillo infraestructura del Sistema Integrado de Transporte de Bogotá que da grima hasta en sus mejores días, no es un motivo suficiente para generar todo un desgaste innecesario y contraproducente del Sistema Penal y Penitenciario de Colombia.

Se dañó un bien que se puede reparar con dinero y de eso Epa Colombia tiene bastante porque de un momento a otro pasó de ser un personaje del folclor callejero colombiano a una respetable empresaria, casi polémica empresaria, como dirían los periodistas más serviles. Violó normas de convivencia e incitó a otros a violarlas sin que, en mi opinión, eso se pueda llamar terrorismo. Menos si tiene la desfachatez de filmarse cometiendo delitos sin hacer el menor esfuerzo por disimular su identidad. Epa Colombia se confesaba en tiempo real mientras delinquía. Con ella un capítulo de CSI hubiera durado solo un par de minutos y en cambio merece un sitial de honor en los delincuentes más tontos del mundo.

Por eso la reparación que ella le debía a la sociedad era fácil, provechosa y ejemplarizante. Una multa que le quite las ganas de volver a romper bienes públicos, un servicio social prolongado por el tiempo de la condena en el que enseñe a otros por qué no hay que ser imbécil y el compromiso de no repetición que de violarlo le haga saber que aún está ahí una celda esperándola. Con eso habrían ganado todos los actores del Sistema: Procesado, familia, autoridades, Estado y sociedad en general.

El Sistema Penal en Colombia pide un cambio a gritos. A los legisladores no se les ve la menor voluntad de caminarle al Gobierno en este sentido y el propio Gobierno ha claudicado en sus intentos para que este tema sea tomado en serio. Y ya quedan solo tres legislaturas para avanzar. Veo con pocas probabilidades que esta situación cambie durante el actual Gobierno, porque las reformas más importantes que está promoviendo aún siguen patinando en el fango del chantaje del Congreso.

Por eso quiero tomar el ejemplo de Epa Colombia para hacer un mínimo intento de volver a poner este tema en la agenda pública. A pesar de que el Presidente ya solicitó que se le otorgue la libertad a Epa Colombia, es claro que en Colombia no existe el indulto presidencial ni ninguna figura que le permita transgredir las decisiones de la Rama Judicial del Poder Público. Dicho esto, le pido a Daneidy Barrera que por primera vez se salga de su personaje y se asuma como un sujeto de deberes y derechos en Colombia, es decir, como una ciudadana con identidad propia y no como el mamarracho en la que la ha convertido el mercado y ella misma desde que su canto un poco grotesco le dio la fama. Entonces Daneidy, Petro ya te escuchó. Ahora es necesario que tú atiendas el llamado de tu situación y nos des una mano, desde tu experiencia, a quienes creemos que el Sistema Penal en Colombia le está fallando a los colombianos. Sé ejemplo desde este infame momento que estás viviendo extendido en el tiempo, asume tus responsabilidades, pero también aprende a enarbolar causas más nobles que la queratina o las disputas públicas con otros influencers. Ojalá esto te sirva para madurar y aprendas de Johanna Bahamón que la cárcel es un infierno que hay que derrotar desde su propia concepción, no solo por las segundas oportunidades, que son mucho mejores para unos que para otros (Benedetti, por ejemplo), sino porque la cárcel no es parte de la solución sino del problema. Tú lo estás viviendo en carne propia. Que no sea en vano. Madura y ayúdannos.

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