Por Andrés Felipe Giraldo López
Ya hay que decirlo sin rodeos ni ambigüedades. La intención del establecimiento es clara y no tiene disimulos. No se trata de teorías de conspiración ni especulaciones. Es claro que el propósito para derrocar al actual Gobierno se ha intensificado en los últimos días, coincidencialmente, los últimos días de Francisco Barbosa en el cargo de Fiscal General.
La estrategia es simple. Los medios más radicales del establecimiento alineados a la extrema derecha y los organismos de control cooptados por el uribismo se han aliado sistemáticamente para desestabilizar a Petro y todo su gabinete. Mientras tanto, los tibios, esos que se hacen llamar “de centro”, solo para que no se les note el fascismo disfrazado de buenas maneras, soslaya y subestima la gravedad de lo que está pasando. Mientras la Procuraduría suspende al Canciller en ejercicio, con base en especulaciones sobre un proceso en el que ni siquiera han sustentado las bases de la acusación, y que solo se fundamenta en suponer y creer; la Fiscalía allana al sindicato más grande del país por un aporte legal a un movimiento político de la izquierda e investiga al Presidente, violando la Constitución, porque solo la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes tiene esa competencia.
El contubernio entre la Fiscalía de Barbosa y el pasquín que dirige Victoria Eugenia Dávila es innegable. Por ejemplo, la cuenta fake del minúsculo Barbosa anuncia con horas de anticipación la imputación de cargos a Ricardo Roa, Presidente de Ecopetrol y Dávila confirma la misma información unas horas después, junto con otras más graves. Sin duda, Dávila es la vocera extraoficial de Barbosa antes de que salgan los comunicados oficiales de la Entidad. Pasó con el caso de la niñera de Laura Sarabia en donde “un testigo anónimo” fletó de información falsa a Dávila, información que ya había sido sugerida por la Fiscalía. Al final no se supo quién fue el tal testigo falso y todas esas especulaciones fueron desmentidas por la Revista Cambio, que comprobó con fotografías que las supuestas cinco maletas con tres mil millones de pesos que supuestamente habían salido de la casa de Sarabia no eran más que una fábula de Victoria Eugenia, como muchas de sus noticias “explosivas”, “urgentes”, “escandalosas” y todos esos adjetivos que sugieren evitar en los departamentos serios de comunicación social y periodismo de las universidades, y que solo tienen el propósito de generar pánico a través del sensacionalismo. Se inventan crisis ministeriales, declaran ausente a Petro a eventos a los que efectivamente asiste, anuncian regaños y reprimendas de Petro a sus subalternos que jamás sucedieron, y todo esto debe ser desmentido una y otra vez desde Palacio, cuya oficina de prensa ya está desbordada de tergiversaciones, información falsa, verdades a medias y bulos fabricados con la clara intención de generar caos, desconcierto y pánico.
Esto es una vergüenza. El Presidente ya ha tenido que alertar sobre estos hechos que ya son descarados, arbitrarios y coordinados entre las fuerzas que atacan a la luz y las que atacan a la sombra. Una inmensa mano oscura se cierne sobre la estabilidad democrática e institucional de Colombia. El establecimiento herido en sus privilegios está moviendo todos sus actores con el fin inequívoco de colapsar al actual gobierno. Prensa, políticos, biempensantes de “centro”, gremios y hasta reputados académicos y juristas están moviendo la canoa con fuerza para ver si Petro se cae al agua. Por supuesto están resentidos, la servidumbre que siempre se tenía que quedar comiendo sobras en la cocina se les metió al comedor de la casa y están ofendidos. Un periodista, de esos bien peinados, que dirige un noticiero de amplia difusión de un canal privado, de unos de los grupos económicos más importantes del país, dice que este país no es de “los nadies” sino de los “cualquieras” y despliega una diatriba para criticar, sin el menor fundamento, los nombramientos del actual gobierno. A las élites del país no solo les ofende que gobiernen los nadie sino que les quitaron el poder a los de siempre. Mientras las instituciones públicas son encargadas a funcionarios competentes a los que ni siquiera se les da la oportunidad de empezar sus gestiones, los grupos políticos y empresariales regresan a sus trincheras a escupir veneno desde sus columnas semanales para oponerse a todas las reformas porque les conviene que todo siga igual. Finalmente, siempre se han valido de esas puertas giratorias para enriquecerse desmedida y descaradamente a costa de la privatización del amarillo y el azul de la bandera, y a costa del rojo que se escurre por el asta porque la violencia que ejercen y que promueven no da tregua.
En 2022 ganamos las elecciones en franca lid. Después de 200 años de invisibilidad política, porque el poder se lo repartían solo las élites disfrazadas de liberales y conservadores, después del genocidio de todo un partido político que le creyó a la paz y después del asesinato de tres candidatos presidenciales de la izquierda, ganamos sobre montañas de muertos, ríos de sangre y siglos de segregación, estigmatización y humillación. Por fin ganamos. ¿Qué creen? ¿Que nos vamos a dejar despojar del Gobierno así no más? ¿Creen que nos vamos a quedar acá sentados esperando a que nos pasen por encima una vez más? ¿Creen que vamos a dejarnos cortar las flores de una primavera que se demoró siglos en llegar? No. Y mucho menos así. Lo que están haciendo entre la Fiscalía de Barbosa, la Procuraduría de Cabello y los medios de comunicación de las vickys, los néstor morales, los gustavo gómez y los luis carlos vélez, no es más que una estrategia coordinada para llevar al país a un abismo del que no saldríamos jamás.
Gustavo Petro ha respetado la Constitución y la independencia de los poderes. Ha acatado los fallos de la Corte Constitucional que han reversado sus decretos y decisiones, todas sus reformas han seguido el trámite en el Congreso y ha dado todos los debates necesarios para que pasen y si no pasan vuelve a empezar, jamás ha reprimido una manifestación de la oposición y los marchantes han regresado siempre a sus casas vivos y con los dos ojos. Eso no lo pueden decir los gobiernos anteriores. Que acá no vengan a decir que Petro es un dictador o que Colombia es Venezuela. La economía está sana y estable. No hay desabastecimiento, ni está subiendo el precio del dólar, la inflación está controlada y lo que quieren hacer pasar como déficit fiscal los economistas engominados que no salen del parque de la 93, no es más que la recuperación del déficit que dejó Duque.
No inventen, este Presidente es un demócrata coherente y está usando todos los cauces institucionales para adelantar su gestión. Y no abusen, no crean que por tener todo el poder económico, el monopolio de los medios masivos y el control de las grandes ciudades que siempre han estado en las mismas manos pueden pasar sobre el mandato popular que le dimos al Presidente en 2022. Por supuesto pueden postular sus candidatos y ganar las elecciones en 2026 y está bien. Este país está acostumbrado a la derecha y a comer de sus sobras y lo hace con regocijo. Seguramente ese será nuestro destino. Pero dejen que Petro termine su mandato y dejen de atacar con tanta miserableza y suciedad su gestión. La democracia, por primera vez, entregó legítimamente el poder a un gobierno de izquierda después de 200 años de vida republicana. Dejen gobernar estos cuatro años sin estos saboteos malintencionados cargados de mentiras y veneno.
Por supuesto, pueden defender sus intereses particulares porque el sistema lo permite. Pero dejen que el gobierno avance en lo que pueda sin estas interferencias temerarias y rastreras. Solo en unos días al triciclo de la desestabilización se le cae una rueda con la salida de Barbosa. Es urgente e imprescindible que la Corte Suprema de Justicia elija con premura su reemplazo para que la Justicia recupere en algo su majestad. De lo contrario, serán unos cómplices más de este proceso macabro para tumbar al actual gobierno. La interinidad de Mancera garantiza que la alianza entre Barbosa y Dávila siga socavando con bulos e investigaciones arbitrarias la gestión institucional. Insisto, lo que está pasando no es ninguna exageración como lo quieren hacer pasar los tibios, que cada vez se calientan más arrimándose a las brasas de la extrema derecha porque tampoco quieren perder sus privilegios.
Mi llamado es para que todas las fuerzas progresistas de Colombia y el mundo cerremos filas alrededor de nuestro Presidente más allá de las diferencias que deben existir en los movimientos políticos. No vamos a permitir que el gobierno que nos costó tanta sangre, tanto sufrimiento y tanto tiempo en conseguir sea derrocado por esa perversa alquimia que fundió a la extrema derecha, a los medios tradicionales, a los biempensantes de centro y a la Fiscalía y a la Procuraduría en un asqueroso brebaje de odio contra la izquierda y se nos usurpe el derecho legítimo a gobernar hasta el 7 de agosto de 2026. Que sea la democracia, tan imperfecta como es, la que nos devuelva a la realidad de las calles, las protestas y las reivindicaciones sociales. Pero no pasarán las elites con toda su furia sobre el clamor popular que eligió a Petro en 2022.
Resistiremos. Con uñas y dientes, resistiremos. Porque si en 2026 perdemos las elecciones, volveremos. Una y otra vez volveremos hasta llegar de nuevo. Porque se acabó la maldición y no vamos a dejar que regrese. Gobernaremos hasta el 2026 y volveremos después. Este proyecto resistió 200 años sin nada más que voluntad, hambre e ilusiones. Resistirá 200 años más gobernando una y otra vez. Hasta que la dignidad se haga costumbre.
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