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Complementando al Bushido: las onna-bugeisha

Por James Fredy Bernal Peña
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Queridos compañeros de travesía literaria, hermanos de tinta y pluma, como siempre, les doy la bienvenida en este nuevo recorrido. Reunámonos cerca a la hoguera de nuestro particular aquelarre.

Pónganse cómodos, la historia de Japón nos espera.

Ahora que estamos repasando la importancia del Bushido en el manga y el anime, no podemos dejar pasar esta oportunidad para terminar de completar esa figura icónica japonesa: el samurái.

Pero la idea es hablar de los samuráis reales y no del mito que se tejió alrededor de ellos. Aún la imagen del samurái no está completa en nuestro relato y estamos en obligación de rescatar un hecho importante y casi olvidada por la historia: la participación de las mujeres en la época Sengoku. La mayoría de ellas como espectadoras de la turbulenta sociedad en la que les tocó vivir. Pero otras, en cambio, se hicieron con las armas y comenzaron a perfeccionar las artes del combate, no resignándose a lo que les deparaba el destino, sino más bien labrando su destino. 

Y aunque el material histórico con respecto a este tema es precario y casi nulo, las onna-bugueisha comenzaron a estudiar el Hagakure y aceptaron los lineamientos del Bushido, llegando a combatir al lado de los samuráis y logrando así no solo fortalecer las filas de las tropas, sino también demostrando su fiereza y entrega a la causa, cualquiera que fuese. 

Las “onna-bugeisha” eran mujeres guerreras en Japón, a menudo provenientes de familias samuráis o entrenadas en artes marciales y estrategia militar. Su papel histórico ha sido significativo, pero, debido a las estructuras sociales tradicionales, su presencia y reconocimiento fueron limitados.

Estas mujeres se entrenaban en el uso de armas como la naginata (una especie de alabarda), el arco y la flecha, así como en técnicas de combate cuerpo a cuerpo. Su preparación también incluía habilidades tácticas y de liderazgo, ya que podían defender sus hogares y comunidades en caso de ataques mientras los hombres estaban ausentes en la guerra. Aunque no eran tan comunes como los hombres samuráis, las onna-bugeisha demostraron su valentía y habilidades en la defensa de sus hogares y familias durante conflictos bélicos. Uno de los ejemplos más famosos es el de Tomoe Gozen, una destacada onna-bugeisha que se convirtió en una figura legendaria por su destreza en el campo de batalla durante el período samurái.

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Tomoe Gozen (巴 御前, c.1161–1184) was one of the few examples of a true female samurai in all of Japanese history. This picture was drawn by Kikuchi Yosai(菊池容斎) who was a painter in Japan

Sin embargo, con el tiempo y los cambios en las estructuras sociales y militares en Japón, el papel de las onna-bugeisha disminuyó y las mujeres guerreras se convirtieron en una rareza en la sociedad japonesa. Aunque su legado ha perdurado a través de relatos históricos y leyendas, su presencia histórica a menudo ha sido subestimada o pasada por alto en comparación con la de los samuráis. En los tiempos modernos, su papel ha sido reexaminado y revalorizado como símbolo de valor, habilidad y resistencia.

Las onna-bugeisha se encontraban principalmente activas durante el período feudal de Japón, específicamente durante el apogeo del período Edo (1603-1868). Sin embargo, su presencia y relevancia se remontan a períodos anteriores, como el período Sengoku (1467-1603) que se caracterizó por conflictos civiles y guerras entre señores feudales por el control del país.

Fue durante este periodo donde las onna-bugeisha realizaron la mayor contribución al Hagakure y al Bushido en sí mismo, ya que ellas comenzaron a lograr un estilizado pero fuerte equilibrio entre lo espiritual y la realidad social de la época, enfocando su lucha con un propósito: el de mantener la seguridad en los hogares, han y daimyos.

De esta manera, se introduce en el Bushido la frase “bushi no shinshai” (武士の心災) que es una frase japonesa que puede traducirse literalmente como “la desgracia del corazón del guerrero” o “la calamidad en el espíritu del samurái”. Este término hace referencia a la situación emocional o psicológica de un samurái que enfrentaba una crisis interna o un dilema moral que podía afectar su honor, lealtad o código de conducta.

Traducciones menos ortodoxas y menos literales, traducen dicha oración como “el camino del guerrero”, dándole un enfoque más encaminado a  la guerra interna que todo samurái u onna bugeisha experimentaba al tener un código de ética Bushido, que se basaba en principios como la lealtad, la valentía, la rectitud, la compasión y el honor. Experimentar el “bushi no shinshai” implicaba enfrentar un conflicto interno que ponía en peligro estos valores fundamentales. Podía surgir cuando un samurái se encontraba en una situación en la que sus obligaciones chocaban, cuando sus acciones podían deshonrar a su señor o a su propio código ético, o cuando enfrentaba la vergüenza personal debido a una acción percibida como incorrecta.

Esta situación de conflicto interno era considerada una prueba de la fortaleza moral y psicológica del samurái. Superar el “bushi no shinshai” implicaba encontrar una resolución que preservara su honor y lealtad sin traicionar los principios fundamentales del Bushido.

El concepto de “bushi no shinshai” refleja la complejidad ética y moral que los samuráis enfrentaban en su vida cotidiana y cómo abordaban estas situaciones críticas desde una perspectiva basada en su código de conducta y valores arraigados.

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Woman_posing_in_Taira_armour_-_1870s.jpg
Auction page, Public domain, via Wikimedia Commons

Debido a su versatilidad, y al no estar enfocadas solamente en la guerra, las onna-bugeisha también ingresaron a la cultura japonesa gracias a sus traducciones, como la del  Sun Tzu que proviene de china y que, aunque no forma parte de Hagakure y el Bushido, sí lograba complementar la estrategia militar y filosofía de quienes se jugaban la vida en el campo de batalla. 

El autor Sun Tzu fue un famoso estratega militar y filósofo. Sun Tzu es reconocido por su obra clásica “El Arte de la Guerra” (孫子兵法, Sunzi Bingfa), un tratado sobre estrategia militar. 

Sun Tzu nació en China alrededor del siglo V A.C. y sirvió como general militar y estratega en el período de los Reinos Combatientes. Su obra “El Arte de la Guerra” es una recopilación de principios que se centran en la importancia de la planificación, la adaptabilidad, el conocimiento del terreno, el conocimiento del enemigo y la importancia de la victoria sin necesidad de enfrentamientos directos.

“El Arte de la Guerra” no solo se aplica a estrategias militares, sino que sus enseñanzas también se han extrapolado a varios campos, incluyendo la gestión empresarial, la diplomacia, la política y la resolución de conflictos. La influencia de Sun Tzu y su obra sigue siendo significativa hasta la actualidad, siendo considerado un recurso invaluable para aquellos que buscan entender y aplicar la estrategia y la planificación en diversas esferas de la vida.

Con todos estos elementos, la versión del samurái después de la aparición de las onna-bugeisha está completa.

Pero este no fue el único aporte de las mujeres para la época, pues de una muerte deshonrosa, o Harakiri, pasamos a la aparición del Seppuku, donde se le permitía al samurái entregar su espada y  elegir a quien iba a terminar con su sufrimiento; reconociéndose de esta forma que quien iba a morir partía de este mundo en su ley, con su honor y sus valores intactos,  y, aunque se aplicaba la misma fórmula que en el Harakiri, en el Seppuku se contaba con otro samurái que asistía y decapitaba al moribundo para que no sufriera y, a su vez, asumía la responsabilidad de vivir la vida por la vida que toma. 

Es decir que el samurái al entregar su espada no solo dejaba este mundo, sino que seguía existiendo a través de la vida de ese que terminó con la suya, tanto así que sus deudos, fueran familiares o no, también se convertían en su responsabilidad. Para la época, el poder asistir en la muerte de otro samurái era considerado un honor, digno de ser reconocido por quien realizaba la ejecución como un premio. Y también era para quien abandonaba la vida la oportunidad de tener una muerte digna y llena de los más altos honores.  

Se dice en el Bushido que quien asistía a la muerte de otro samurái le estaba despertando a la vida, pues para los designios del Bushido, esta realidad, que acogemos y sentimos como nuestra, solo es un sueño y la vida real comienza cuando podemos partir libres y sin ningún reparo. 

Los samuráis ya tenían un tratado que compilaba las reglas y ejemplificaba los conceptos de quienes querían adoptar este estilo de vida, el Hagakure; complementado por el código de conducta para ser realmente un samurái y actuar de acuerdo la manera en que estos debían llevar una vida equilibrada, llamado Bushido; mientras que en este momento histórico ya podían dudar de su señor o de las conductas del mismo, gracias al bushi no shinshai;  a la par estaban los preceptos fundamentales de la palabra samurái, que no significa otra cosa más que servir a quien se lo merezca. 

Esta es la versión de los samuráis que todos hemos visto en libros, revistas, películas y que los japoneses explotan mostrándonos sus virtudes en medio de un camino de vida y solamente perfeccionado por siglos de cultura. 

Ahora esto se plasma de diferentes maneras a través del manga, haciendo que occidente se interese por una visión del mundo muy particular y que marca grados de rectitud, aun por encima de las propias convicciones y vicisitudes del individuo. 

Mis queridos amigos, una vez más llegamos al final del camino de momento, una nueva pausa.

Espero poder encontrarlos a la vera del camino en el próximo escrito.

Cuídense mucho, quien los quiere siempre bien se despide de ustedes.

James “Sagara” BernalPeña.

Créditos de la imagen principal:

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Onna_bugeisha_Ishi-jo,_wife_of_Oboshi_Yoshio.jpg

Utagawa Kuniyoshi, Public domain, via Wikimedia Commons

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