James Fredy Bernal Peña
Como siempre que trazamos un camino, lo ideal es hacer de este la mejor de las travesías. Desde este rincón de Linotipia, les doy la bienvenida a este nuevo espacio, donde hablaremos de esa cultura japonesa que tanto nos intriga, así como de su desarrollo e impacto en la vida diaria.
Muchos de nosotros hemos escuchado a alguien hablar apasionadamente acerca de este tema, sobre todo a los más jóvenes, pues ellos tienen más contacto con los dibujos y series de animación japonesas. Su discurso puede ser interesante e ingenioso y, dependiendo de cuanto nos interese el tema, llegamos a escuchar palabras como “manga”, “anime” y otros términos que iremos develando oportunamente mientras avanzamos.
Pero ¿cuál es el comienzo de todo lo que llamamos manga y anime?
La sociedad japonesa de nuestros días es consecuencia de todo un proceso de sincretismo que lleva 2677 años y continúa aún en la actualidad. Una sociedad que armonizó sus procesos religiosos, culturales y lingüísticos, en donde cada idea opuesta fue adaptada a la vida diaria, tomando las lecciones aprendidas y separando lo que no le servía, no para olvidarlo, sino para mantenerlo como parte de su historia.
Lo primero que debemos conocer es que los términos “manga” y “anime”, son relativamente nuevos y, aunque llevan años en la cultura japonesa y occidental, la verdad es que son la conclusión de un proceso histórico y social. Aquí comienza nuestro breve viaje.
Antes de comenzar, debemos responder esta gran pregunta: ¿Qué fue primero el huevo o la gallina? Y para no hacer tan larga la cuestión filosófica, comenzaremos por el huevo, que, en este caso, será el manga, ya que este apareció primero en los anales de esta historia. Nos vamos a situar entre los siglos XII y XIX, este periodo en Japón se conoce como “periodo de los shogunatos” y fue una época de cambios significativos en la historia del país asiático. Los cambios políticos y culturales, que incluyeron guerras, unificación, aislamiento internacional, entre otros, dieron como resultado una rica producción cultural. No sobra decir que cada periodo dejó una huella duradera en la historia y en la identidad niponas.
El manga es una forma de arte que se ha calado en las venas de la sociedad japonesa, haciendo parte de la llamada “cultura pop japonesa”, y que tiene un gran impacto en el mundo entero.
Si bien el manga moderno no surgió hasta el siglo XX, sus raíces se encuentran entre las tradiciones artísticas más antiguas del Japón, como el Emakimono (rollos ilustrados) y el Ukiyo-e (grabados en madera). Ambos son formas de contar historias a través de imágenes.
El Emakimono, que traduce literalmente “Rollo de Pintura”, se desarrolló en respuesta al auge de la clase urbana y comercial en ciudades como Edo (hoy Tokio). Se representaban en rollos ilustrados, generalmente de tela o de papel, dibujados a mano de manera horizontal, contaban una historia que el lector seguía a medida que desenrollaba dicho libro.
El Emakimono tiene dos novelas consideradas las más grandes exponentes de su arte:
El Genji Monogatari emaki (la historia de Genji, traducción española de Jordi fibla a partir de la inglesa de Royall Tyler, en Editorial Atalanta, Gerona, vol. I 2005 y vol. II, 2006) y el Heiji Monogatari emaki (Heike Monogatari en traducción española de Rumi Trani y Carlos rubio en Editorial gredos, Madrid, 20025) las dos son narraciones magistrales de Murasaki Shibuku.
Ahora bien, ¿quién era Murasaki Shibuku?, ella era una cortesana de familia noble y sus padres fueron también escritores. Fue una mujer que dedicó su vida a las letras, una de las tres mujeres que pertenecen a los más grandes astros literarios de la época.
En sus dos novelas, Shibuku narra el enfrentamiento y la lucha por el poder de dos clanes rivales, el de los Heike y los Genji. La victoria final de este último dio el comienzo a un nuevo periodo, el Kamakura, y la llegada al poder de la austera clase samurai desplazando a la sofisticada aristocracia Heian, retratada magistralmente en la obra.
Genji Monogatari emaki, que, según expertos, fue su primera novela y la más grande, es más extensa que el Quijote y es considerada la primera novela universal. Cuenta con más de 400 personajes y más de 800 poemas. En este libro la autora japonesa nos cuenta las vicisitudes del príncipe “radiante” Genji y la vida en la corte de “Heian”.
Por su parte, el Heiji Monogatari emaki es un relato de acción, dramatismo, lealtades y traiciones entre guerreros que narra, a su vez, el fin de la aristocracia y da pie para la consolidación de la clase samurai en el poder. Lo que encontramos aquí puede resumirse en una guerra en la que perdió el clan Heike.
Se cuenta en Japón que la última batalla la pelearon en el mar y que muchos Heikes, tras verse vencidos, en estrategia y número, se lanzaron al agua. En una de sus balsas, iba el joven príncipe de apenas siete años llamado Antoku, junto con varios de sus sirvientes, samuráis y su tutora y abuela, llamada Ni, quien decidió que no se entregarían y navegó mar adentro, mientras eran perseguidos.
“¿A dónde me llevas?” Preguntó el joven príncipe, al tiempo que las lágrimas rodaban por sus mejillas. Ella lo abrazó y lo consoló.
Las lágrimas no le dejaban ver bien, así que juntó sus pequeñas manos y miró hacia el este, para despedirse del dios de Ise, y luego al oeste, para recitar el Embutso, una oración a Buda. Entonces, su abuela lo tomó en brazos mientras decía: “En las profundidades del océano está nuestro recinto del poder” y se lanzó con él al mar.
43 mujeres sobrevivieron a esta guerra y fueron obligadas a vender flores y prostituirse, sus hijos fundaron un festival para conmemorar la batalla. Hasta la actualidad, cada 24 de abril, sus descendientes acuden al santuario de Akama, que contiene el mausoleo de Antoku, y ahí se realiza una ceremonia de vida y muerte en honor de los guerreros Heike.
Se dice que los samuráis Heike todavía se pasean por el fondo del mar y se les suele encontrar en forma de cangrejos. Estos cangrejos tienen curiosas marcas sobre el dorso que parecen rostros humanos con el ceño agresivo de un samurai medieval. Cuando un pescador atrapa un cangrejo de estos, no se lo come. Lo devuelve al mar en señal de respeto.
Muchos de los rollos de estas dos narraciones fueron preservados y guardados por monjes budistas. El acceso a ellos, para el común de las personas, se hacía durante festivales, donde eran exhibidos en plazas y se mostraban mientras alguien contaba la historia, normalmente eran monjes quienes recitaban lo que allí se narraba.
No quiero extenderme demasiado, pero debemos tener también de referente a una corriente artística que comenzaba a separarse de este tipo de escritos y se le conoce como Yamato-e (siglo X), que buscaba difundir una definición más clásica de las personas de Japón alejándose del Kara-e, que no era más que una representación china de los nipones. Quizás esto no nos diga mucho, pero tenemos que mencionarlo, ya que con el Yamato-e se impulsa la pintura clásica japonesa, alejándose de las costumbres de representación chinas o Kara-e.
Con el auge de la pintura que relata historias de época, se comienza a explorar el dibujo tallado sobre madera, conocido también como Ukiyo-e, la palabra proviene de tres caracteres: Uki (Flotante), Yo (mundo), e (pintura), traducido literalmente como “imágenes del mundo flotante”, este estilo de dibujo toma auge porque se puede replicar fácilmente, ya que al grabarse sobre madera se hace más fácil su impresión, lo cual hace que llegue a más personas en menos tiempo y se vuelve accesible a gran parte de la población.
Katsushika Hokusai es el máximo exponente de este arte, nació llamándose Tokitaro, pero su nombre fue cambiando a través de la evolución de sus obras. Se desconoce quiénes fueron sus padres, pero fue adoptado a temprana edad por un artista que le enseñó el oficio y le preparó para ejercerlo.
Hokusai fue discípulo de Kasukawa Shunsho, quien fue su mentor en el arte del Ukiyo-e, género que floreció cuando Hokusai tenía la edad de dieciocho años. En 1806 concentró toda su atención en el grabado en madera, donde representaba paisajes y escenas históricas, publicando el primero de sus libros de ilustraciones, entre los que se destacan sus Treinta y seis vistas del Monte Fuji (1826-1833).
Y es aquí donde comienza la publicación literaria al alcance de las masas. El libro Treinta y seis vistas al Monte Fuji tendría repercusión en el occidente, debido a los comerciantes que comenzaron a expandir la obra de Hokusai por la Europa de entonces.
El trabajo más representativo de Hokusai en el occidente fue la Gran Ola, obra que tiene como fondo al monte Fuji y al trabajo de los pescadores de la región. Este grabado impresionó a Vincent Van Gogh, también inspiró a compositores como Debussy y a poetas como Rilke. de hecho, Hokusai ejerce una poderosa influencia en los pintores impresionistas y postimpresionistas franceses (Claude Monet, Edgar Degas y Henri de Toulouse-Lautrec, entre otros) quienes vieron en él un estilo y una sensibilidad nuevos para ellos, al margen del arte académico occidental.
Bueno, mis queridos hermanos de travesía, hemos llegado al fin de este capítulo, Espero les haya gustado y espero verlos nuevamente en medio de este mar de letras. Hasta la próxima entrega. Soy James Bernal “Sagara”, quien se despide de ustedes y les desea lo mejor y que la pasen bien.
*Imagen principal: Katsushika Hokusai (1760–1849) . National Museums of World Culture. https://commons.wikimedia.org/wiki/Category:National_Museums_of_World_Culture
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