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Cinco maneras de hacer que los libros mejoren el 2025

Por Adolfo Ochoa Moyano

Hace poco comenzó un nuevo año, y pocas tradiciones son tan universales como hacernos promesas que rara vez cumplimos. Pero eso no significa que no debamos reflexionar sobre nuestras metas personales, profesionales o de salud en estas épocas, que están diseñadas, justamente, para los nuevos comienzos.

Así que en Linotipia queremos aportar con algunas ideas de propósitos para este 2025. Todas están centradas en la escritura, que es nuestro arte, y todas buscan que juntos podamos ampliar nuestros horizontes culturales y creativos. 

En mi experiencia como editor he notado que quienes definen propósitos claros para su vida lectora o escritora terminan por encontrar motivación adicional para explorar nuevos caminos literarios y consolidar hábitos que, a la larga, van a ser tan beneficiosos como darse un baño en la fuente de la eterna juventud.

A continuación, les presento cinco propósitos literarios para el 2025, se incluyen algunos consejos de mi parte que nadie pidió, pero que de todas formas consigno aquí. 

  1. Leer (pero en serio)

De entrada, por favor, olviden eso de ponerse metas cuantitativas, nada de imponerse un número mínimo de lecturas para los próximos doce meses. Leer es dialogar. Es una conversación con el autor, sí, pero también con uno mismo. Un ping pong de ideas. Eso lleva tiempo, obliga a detenerse, reflexionar, contradecir, apuntar, incluso alejarse. Es un proceso y merece ser disfrutado. Así que leer (leer a conciencia) implica un esfuerzo que va mucho más allá de pasear las pupilas por el papel, se trata de comprender dimensiones, formas de ver la vida, emociones que están fuera de nuestra órbita. Es el acto de explorar un universo de ideas y sentimientos ajenos, pero con las ventajas reservadas solamente a los dioses omnipotentes. Me permito acá una hipérbole: es como tener la capacidad de leer mentes. Cuando leemos no solo nos ponemos en el pellejo de los protagonistas de las historias, experimentando junto a ellos miedo, ira, amor, ternura, asco; cuando leemos nos convertimos en ellos. Entonces no leas como si se tratara de un concurso de comer perros calientes. Lee para viajar en el espacio-tiempo sin moverte de tu silla. Si en todo el año apenas leíste un libro, pero lo hiciste con placer, sin los ojos clavados en un cronómetro invisible que te presionaba para terminar, entonces está bien, lo lograste. Apunta a eso mismo este año, hazlo de nuevo, hazlo más veces. Si nunca has leído así, dale un chance, lo más probable es que entables unos diálogos inesperados y que termines por conocer nuevos amigos ficticios que, aunque no lo creas, te van a acompañar mejor que un cura en esta montaña rusa que es la vida cuando lleguen todas las curvas a 100 kilómetros por hora y, créeme, entonces vas a saber que valió toda la maldita la pena cada segundo que pasaste con un libro en las manos.  

  1. Explorar nuevas voces (y atreverte a salir de tu zona de confort)

Ya hablamos de las ventajas de leer, ahora hablemos de qué leer. En la era de las redes sociales estamos a merced del algoritmo que quiere control total de nuestros pulgares para que sigamos deslizando hacia abajo. No me malinterpreten, estoy a favor del ahorro de energía, me gusta eso de mover solo el pulgar; lo que pasa es que esta asesoría personalizada, cortesía de Elon Musk y Mark Zuckerberg, con frecuencia nos lleva a consumir contenido similar, genérico: más de lo mismo. Estas dinámicas digitales suelen trasladarse a la cotidianidad análoga, haciendo que dejemos fuera todo un universo de autores o géneros que representan historias y puntos de vista novedosos que nos estamos perdiendo por no salir de nuestra zona de confort. Entonces, que sea un propósito para este año que si siempre lees novela policíaca, o romántica, tal vez podrías darle una oportunidad a la poesía o a la crónica periodística (hay un tipo Adolfo Ochoa Moyano que puedo recomendar guiño, guiño). Esto no solo abre tu mente a otros lenguajes y experiencias, sino que, además, puede inspirar tu propia escritura de formas insospechadas. Una manera de lograr esto es aprovechar los gustos de nuestros amigos para pedir recomendaciones o seguir a Linotipia en redes sociales, ahí hablamos de literatura y publicamos textos de autores, la mayoría completamente anónimos, que han terminado nuestros cursos. Hay gemas que, de verdad, merecen un espacio en tu día y/o un lugar en tu biblioteca. 

  1. Releer (o descubrir) clásicos de la literatura

Nada mejor que beber de la fuente. Los clásicos son clásicos, en parte, porque superaron la prueba del tiempo, pero sobre todo porque tienen la habilidad de encapsular en sus páginas verdades sobre la naturaleza humana y son capaces de reflejar sociedades con todas sus contradicciones de manera que todavía hoy resuenan en nuestras vidas. No es fácil elegir un solo título. Mi consejo no pedido es que confíen en sus instintos y sus gustos. Nadie sabe mejor lo que disfruta que uno mismo. Jorge Luis Borges solía decir que hay muchos libros que no están a la altura de los lectores, así que no hay que detenerse en sentimentalismos si nos sentimos aburridos o desconectados con algún título, por clásico que sea. Entrando un poco en contradicción conmigo mismo y el punto anterior, es importante que leamos principalmente lo que nos gusta, lo que nos haga gozar, lo que nos inspire a pasar tiempo sumergidos en esa historia. Si no podemos dejar de pasar páginas, ahí es. Cuando encontremos esa conexión, un autor nos llevará a otro y así sucesivamente. Pero nada de eso va a pasar si no empezamos. Por otro lado, vale la pena que nos demos la oportunidad de leer clásicos míticos, esos que son legendarios porque, supuestamente, son complejos y exigentes con los lectores. Puedo decir sin temor a que me parta un rayo que me reí a quijada suelta con Cien Años de Soledad y que me sentí leyendo una novela negra con Edipo Rey. Se puede aprovechar el impulso del año nuevo y elegir uno que nos haya generado curiosidad (o incluso algo de miedo) y explorarlo, pero hacerlo sin prisas y, lo más importante, sin la presión de tener que “amarlo” sí o sí. Compartir nuestra experiencia con otras personas (puede ser un club de lectura con nosotros en Linotipia) puede ser una clave para lograr este propósito, enriquecer nuestra perspectiva y escuchar otras interpretaciones. Finalmente, no hay que olvidar que si no logramos conectar con algunos de esos títulos que llaman clásicos, está bien, tal vez en algunos años serán dignos de nosotros. 

  1. Escribir (pero en serio)

Escribir, para decirlo sin tapujos, es uno de los actos más responsables que podemos hacer. No es solo un desahogo personal, también es un compromiso con quienes nos rodean, porque esas ideas que un día dejamos en el papel pueden tener una vida mucho más larga y amplia que la nuestra. Cuando escribimos (y me refiero a hacerlo con esa veneración que la palabra exige: llevar el corazón en la manga o mejor ni molestarse), exploramos nuestros rincones más íntimos. Como mineros, entramos con pico y pala a las vetas ocultas de nuestras emociones, opiniones, visiones de la vida, frustraciones, ideales, dudas, fobias, traumas… todo, sin censura y sin anestesia. Escribir, de alguna manera, es descubrirse a uno mismo, descuartizarse con una crudeza a veces difícil de digerir: nos chocamos con nuestras incoherencias, nos peleamos con nuestras ideas preconcebidas, nos emocionamos con la posibilidad de un mundo distinto. Vale la pena hacer hincapié en que poner los problemas por escrito no los hace desaparecer mágicamente, es más un espacio para volcar pensamientos y poder tomarse un respiro de ellos. Escribir no se trata de conjurar alivio instantáneo ni de convertirte en un mago que hace desaparecer tus sentimientos de un plumazo, sino de crearte claridad. Existen tantas razones para escribir como personas en la Tierra. Hay quienes escriben para gritar, para ser inmortales, para hablar con alguien que no pueden alcanzar, para hablar consigo mismos, para expiar una culpa, para conjurar un dolor. Mi consejo no pedido es que encuentres tu razón y, una vez lo hagas, no dejes pasar un segundo más para poner el lápiz sobre el papel y ponerte manos a la obra. No olvides que nadie mejor que tú para contar tu propia historia, no dejes que otros lo hagan por ti. Yo, al menos, quiero saber tu versión de los hechos. 

  1. Compartir tu viaje literario con una comunidad

Leer y escribir pueden ser actos solitarios, pero hay algo casi alquímico que sucede cuando decidimos compartir nuestras impresiones con otra gente. Ya sea un club de lectura, un podcast, un grupo de WhatsApp o un foro virtual, el simple hecho de rodearnos de personas que también aman los libros y las letras le da otra dimensión a nuestra propia experiencia. Hay una verdad universal: la literatura se alimenta de la mirada ajena: ese lector que lee un cuento y detecta un matiz que a ti se te pasó por alto o ese compañero que le pone palabras a una emoción que apenas intuías. De golpe, te encuentras discutiendo finales alternativos, proponiendo lecturas imposibles, solapando ideas. Quién sabe, quizá ahí está tu próximo cuento o novela. Y es que no es lo mismo leer algo tú solo (con tu conciencia como único eco) que sentarte en un círculo, real o virtual, a conversar, debatir y contradecirte. De repente, la historia se enriquece, te abre nuevos caminos y te motiva a seguir tecleando, leyendo o garabateando en un cuaderno. Para lograrlo no hay fórmulas mágicas, pero sí hay caminos probados: con un poco de determinación puedes unirte a un club de lectura, abrir un blog que lean cuatro o cuarenta personas, o asistir a esos talleres literarios que se organizan en bibliotecas y centros culturales. Por supuesto, estamos nosotros.  En Linotipia siempre vas a encontrar un espacio abierto, una comunidad apasionada por las letras, siempre entusiasmada de intercambiar ideas, compartir textos, proponer lecturas y un lugar en el que siempre puedes sentirte acompañado.  

Así que ahí lo tienen, cinco propósitos literarios para este 2025 que no van a convertir a nadie en el próximo Cortázar pero que sí pueden transformar la manera en la que vemos, sentimos y habitamos el mundo. Lo importante, lo valioso, lo determinante, es empezar, empezar hoy, aunque sea con algo pequeño: una página, un poema, una charla con alguien. Este año, hazlo. Atrévete. Y cuando estés en esa curva de 100 kilómetros por hora, te prometo que mirarás hacia atrás y dirás: valió toda la maldita pena.

Imagen de Pexels en Pixabay

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