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Solo un recuerdo

Por Andrés Felipe Giraldo L.

Hoy te veo en las pocas fotos que no he borrado y me cuesta asimilar que eres un recuerdo. Eres un recuerdo que me habla y que no tiene futuro. A través de tus pupilas aún puedo ver los caminos que recorrimos juntos, los viajes, las noches y tantos momentos que aparecen como una película en la que actuaba otro que ya murió. Un otro que se parece a mí, pero que ya no te extraña porque ya no siente.

Me acostumbré  tanto al dolor que simplemente aprendí a vivir con él como si fuera un perro triste echado a mis pies, al que le molestan mis caricias, pero que resiente mi ausencia, conforme y gruñón. Por ti el sol no dejó de salir ni de ocultarse aunque yo no abriese las cortinas. Por ti el mundo no se detuvo y mi cama siguió girando aunque yo no me levantara. Por ti nada cambió, salvo que por un tiempo la tristeza me dejó solo y paralizado como una momia, mientras afuera nada cambiaba y todo seguía su vida y su muerte aunque yo no lo notara, sin que yo importara, porque cada quien cargaba sus propias penas.

Eres un recuerdo que ya no duele porque la herida cicatrizó, un recuerdo más en una lista interminable que se va borrando a medida que unas tristezas reemplazan otras y la tuya se diluye sin que yo me percate. Ni siquiera dejé que el olvido te llevara, porque el tiempo te petrificó en el pasado sin que pudieras hacerme más daño, y ahora te veo como lo que eres, un simple recuerdo.

Eres un recuerdo y solo un recuerdo, no sé en qué momento dejaste de ser un anhelo, tampoco sé cuándo te dejé de añorar, mucho menos sé cuándo las palabras como nostalgia o melancolía emigraron para dejarte solo como un recuerdo y solo un recuerdo. Pero pasó. Un día amaneció y estaba en el que era tu lado de la cama, ahora tan grande y por grande mía. El espacio de tu ausencia se llenó con música, libros y pensamientos en los que ya no había espacio para ti. El silencio no fue más que eso y nunca más me susurró tu nombre. Solo me dijo sin mayor pretensión que tenía hambre, aburrimiento o sueño, y ya, sin más, tan simple como un animal.

La soledad dejó de atormentarme y dejé de asegurar las puertas sabiendo que ya nadie estaba afuera. Por fin pude cantar sin que a nadie le molestara mi voz y perdí el pudor y la vergüenza porque le enseñé al espejo a no juzgarme. Sí, de vez en cuando pasas por mi mente como lo que eres, un recuerdo, pero tengo la certeza de que jamás volverás y que ya no habrá banca ni parque en el que te espere.

Eres un recuerdo que ya no me incomoda porque lo evoco simplemente para recorrer en mi mente el camino que me tiene acá, escribiendo sobre recuerdos que ya no duelen o sobre tristezas que están vigentes. Bastante pasado me costó llegar a este presente, abrir la nevera vacía y aceptar que ya no hay para quien llenarla, que a nadie le molesta que no cocine y que puedo llevar mis pasos hasta cualquier restaurante a confundirme con otras soledades.

Recordar lo que ya se olvidó sería una paradoja cruel si lastimara el recuerdo o el olvido. Pero este recuerdo es tan solo eso, una imagen que como viene se va, sin más emoción que la que produce llenar los vacíos de la mente con ese tiempo que nos tiene allí con la mirada elevada hacia un horizonte imaginario. Ya no hay aroma, melodía o sabor que te traigan a mi mente. El vino volvió a ser lo que era antes de ti, uva fermentada que sabe bien combinada con la música que ya sonaba antes de ti y que me recordaba otras penas sin rostro, esas penas sin rostro en las que ahora habitas tú, con menos rostro y sin mayor pena.

Contigo ya no tengo recuerdos buenos o malos porque ahora todos son lo mismo. Los buenos quizá prolongaron la agonía y los malos me enseñaron que era mejor no estar más en tu vida. Entonces ya no sé cuáles son buenos y cuáles malos. Todos son iguales. Ahora eres un recuerdo y solo un recuerdo, un recuerdo importante, no lo puedo negar, pero tan solo un recuerdo capaz de llenar estas páginas en blanco y ya no el espacio de mi amargura, los momentos de tristeza o el más mínimo vestigio de ilusión.

Hoy le rindo este homenaje a tu recuerdo, pero ya no a lo que fuiste para mí o a esos momentos llenos de nosotros que se fueron para siempre. Hoy te digo con la tranquilidad que me da escribir despacio que ya no te extraño ni te espero, que ya no te añoro ni me dueles, que ya aprendí a vivir sin ti sin esperanza, pero también sin dolor. Sí, hoy te recordé y me pregunté por qué y cómo, y acá estoy expiando los últimos sentimientos que me dan al recordarte. Solo un poco de rabia porque no debería ni siquiera recordarte y esta inmensa curiosidad por saber cuándo pasó que por fin volví a despertar en ese mundo inclemente que jamás se detuvo ni por tu ausencia ni por mi tristeza, en qué momento logré que fueras esto, un recuerdo y solo un recuerdo.

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