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Por fin se va

Por Andrés Felipe Giraldo L.

Lo único que me nace decirle a Claudia López es bienida.

En 2019, con poco entusiasmo, escribí una columna diciendo que ella era la única opción para la Alcaldía de Bogotá el mismo día de las elecciones. Para mí era imposible prever en ese momento que Claudia López sería el fraude que fue al frente de la ciudad más compleja de Colombia cuatro años después.  Además, las otras opciones tampoco eran muy alentadoras. Galán sería la prolongación inevitable del mandato de Peñalosa. Al final lo fue Claudia, y hoy vemos que el mandato de Galán solo era una procrastinación bien aprovechada por López para sacar su talante más autoritario y corrupto al frente de Bogotá. Los otros candidatos eran Hollman Morris, como él mismo se presentaba “el de Petro” y Miguel Uribe Turbay, el uribista más uribista que Uribe que tiene el Centro Democrático en el Congreso.

Hoy para todos es evidente que Claudia López se hizo elegir a punta de mentiras, que gobernó de la forma más mezquina posible, que abusó del poder en todas sus expresiones y que está a menos de dos semanas de terminar un mandato desastroso, que no solo arruinó a Bogotá, sino que mancilló el primer y único gobierno de una mujer al frente de la Capital. 

No vale la pena recabar mucho en las mentiras que dijo Claudia López en campaña, bien documentadas ya por concejales juiciosos como Carlos Carrillo del Polo o su copartidario Diego Cancino, próximo a terminar su mandato por cuenta de la segregación del Partido Verde, que le quitó todo el respaldo por desnudar la corrupción de la administración López – Lozano, porque mientras Claudia gobernó, Angélica fletó a su familia cercana y extensa de contratos. 

Tampoco quiero detenerme en los escándalos de corrupción que hoy rodean a una administración plagada de nepotismo, favorecimientos y tráfico de influencias de aquellas que en algún momento promovieron una “consulta anticorrupción” y que hoy deben responder por mucho más que sospechas. Es tremendamente nocivo para la democracia y para el contrapeso entre las ramas del poder público que la esposa de la alcaldesa sea senadora, porque prácticamente la alcaldesa no tiene ningún tipo de control político por parte de su partido en el Congreso. Los congresistas verdes no son más que un comité de aplausos para la saliente alcaldesa, porque muchos de ellos deben sus votos a las maquinarias del Distrito. También para el clientelismo alcanzó la dupla López – Lozano en Bogotá.

Y ni hablar del manejo de Claudia López durante las protestas que tanto proliferaron durante su mandato, en las que mandaba al ESMAD a reprimir las manifestaciones para luego salir con las familias de las víctimas llorando las pérdidas que ella misma había provocado. No se le ocurrió mejor idea que culpar durante el estallido social a Gustavo Petro y a Gustavo Bolívar de promover el terrorismo y el vandalismo, sin más prueba que la suspicacia de sus discursos y la virulencia de sus ataques contra el progresismo, porque una manada de muchachos le hicieron frente con piedras y palos a las tanquetas de la Policía en medio del desespero de la pandemia para exigir que se respetaran sus derechos. Al final Claudia López terminó alineada en la represión de las protestas con el Gobierno Nacional de Iván Duque, causando cientos de víctimas entre lesionados, desaparecidos y muertos.

Claudia López es una gran decepción. De esa investigadora valiente de la Corporación Paz y Reconciliación no queda ni la sombra. De esa senadora capaz de enfrentarse con valentía al uribismo no queda ni el recuerdo. Al finalizar diciembre de Bogotá solo queda una ciudad caótica, insegura, desmantelada, inviable e invivible, repleta de demoliciones, lotes pelados y huecos por donde supuestamente pasará el Metro elevado quién sabe cuándo, porque el contratista elegido por Peñalosa a las volandas no solo no cumple plazos sino que no paga sanciones, y ahí siguen, destrozando la ciudad para que por allá en el 2030, cuando López se esté lanzando por segunda vez a la Presidencia, haya algo parecido a un Metro elevado, ese adefesio en el que nos metió Peñalosa y que debe padecer Bogotá entre ruinas y escombros, que va a hacer de la Caracas un gran orinal a campo abierto.

Lo único bueno de Claudia López es que se va. Se va con sus gritos a hacer campaña a la Presidencia en 2026 porque sabe que los colombianos tienen una memoria corta y que ella es hábil para manipular al electorado con mentiras, su especialidad. Como leal representante del “centro”, tendrá un discurso afín a la izquierda en campaña y, de llegar al poder, gobernará con la derecha como lo hizo en Bogotá. Ojalá por lo menos los bogotanos no olviden este pésimo gobierno de una mala persona, porque Claudia López olvidó sus raíces populares para aliarse con lo más rancio de la política nacional y terminó siendo eso contra lo que tanto luchó cuando aún le quedaba algo de humildad. Arrastró a Bogotá con su terquedad y su ego y al final solo dejó un mar de mentiras hechas escombros que hoy hacen que el mejor plan en la Capital sea teletrabajar y evitar el tráfico que es insoportable y las calles que son tremendamente inseguras. Se va una pésima alcaldesa a la que hay poco por agradecerle y mucho por reprocharle. Se va a seguir aspirando a más altos cargos porque la inoculó el bicho de la ambición política y tiene el apoyo de su consorte con quien ya parieron un nuevo clan de politiquería y corrupción capaz de mover esa maquinaria política que se llama el Partido Alianza Verde, en donde pululan los áulicos descriteriados, leales y agradecidos que servirán para mover los votos de las próximas elecciones. 

Con Claudia López y Angélica Lozano nace un nuevo clan, un nuevo cartel al que he llamado “el cartel de las muñecas”, que seguirá intrigando en las oficinas del Distrito, en las alcaldías locales y entre los contratistas que consintieron para enfilar baterías hacia el 2026. Ojalá en las próximas elecciones no les vaya bien. Ojalá la ciudadanía castigue a estas trepadoras de la política que dejan una desazón enorme en eso que han llamado “movimientos alternativos” o “centro político”, que no es más que una forma de manipular la conciencia de los electores con falsas ilusiones para gobernar del lado del poder y de espaldas al pueblo. Bien ida alcaldesa. Pido perdón a los bogotanos cuando dije que usted era la única opción para Bogotá en su momento. Hoy creo que fue la peor elección porque usted es mentirosa, taimada, arrogante, déspota, autoritaria y corrupta. Que bueno que se va. Por fin se va. Ojalá no vuelva. 

*Fotografía tomada de RTVC Noticias. 

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