Por Andrés Felipe Giraldo L.
La izquierda en Colombia tiene una oportunidad histórica para fortalecerse, no solo para las próximas elecciones, sino para que por fin deje de ser una fuerza política marginal. De hecho, la votación por Gustavo Petro en 2018 fue significativa, sin precedentes hasta ese momento. Pero es necesario consolidar un proyecto político, cultural y social que trascienda a Petro y que no dependa exclusivamente de él. Además, ya no sirve conformarse con una alta votación. Llegó la hora de gobernar. Y gobernar implica tener mayorías en el Congreso que dejen avanzar las iniciativas que surjan desde el Ejecutivo.
En este orden de ideas, es clave que se fortalezcan todos los procesos organizativos que vienen avanzando en los partidos y movimientos de izquierda, para que algunos de ellos dejen de ser simples máquinas de dar avales y que se entiendan dentro de una visión de país que, a pesar de las diferencias, privilegien la justicia social, la sostenibilidad ambiental, los derechos de las minorías, la pluralidad cultural, la oferta amplia de oportunidades, la profundización de la democracia y otra serie de elementos que caracterizan a la izquierda moderna, lejos ya de los modelos totalizantes y autoritarios de los antiguos regímenes comunistas. Dentro de estos procesos organizativos, es importante recuperar la vocación de los partidos políticos planteada por Duverger, para que estos sean puentes efectivos de comunicación entre la ciudadanía y el Estado.
Hay mucha tarea por hacer de cara a las próximas elecciones para que el Pacto Histórico se consolide, no solo como una fuerza electoral relevante, sino para que se perfile como una plataforma ideológica y política lo suficientemente amplia, diversa y heterogénea, que sea capaz de convocar e incluir a un espectro tan disímil y divergente como lo es la izquierda en Colombia, siempre tan dispersa y difícil de unir, y por lo tanto, tan débil y minoritaria históricamente en las corporaciones públicas de elección popular.
Además, es necesario e importante vincular los liderazgos sociales que han sido tan vapuleados en el campo por cuenta de los actores armados, para que sus luchas sean visibles y tengan por fin representación política en las instituciones del Estado. Si algo ha vuelto vulnerables a los líderes sociales es el abandono por parte del Estado, que los deja a merced de los intereses depredadores de los dueños del país y sus máquinas de guerra. El proyecto de la izquierda que nace en Colombia debe ser un proyecto popular, surgido de las bases sociales, capaz de comprender las demandas de la ciudadanía y las motivaciones de las protestas actuales para brindar verdaderas soluciones, que sean equilibradas entre lo que se espera del Estado y lo que también pueden dar los ciudadanos, porque la izquierda actual debe ser capaz de articular las demandas populares con la capacidad que tiene la institucionalidad para dar respuesta a las necesidades de los menos favorecidos. Y si a esto le llaman populismo, que lo hagan. Lo que menos debe temer la izquierda en Colombia es que le llamen populista. Esa es su esencia. Grave sería construir una izquierda demagoga, que es otra cosa.
Ojalá el Pacto Histórico tenga esa capacidad para atraer a los distintos sectores de la sociedad huérfanos de representación política, que han sido históricamente relegados, y a los que les ha tocado luchar por sus derechos con su propia sangre. Y para esto hay que construir unos pilares básicos que definan qué es el Pacto Histórico, cuáles son sus alcances, con qué país se identifica, qué sectores lo conforman y cuáles son las metas políticas por alcanzar. Ojalá estos procesos sean democráticos, de cara a la ciudadanía, abiertos y pedagógicos, para que el pueblo se empiece a acercar a la política sin miedo y sin asco, para que se comprenda que el Estado y sus instituciones nos pertenecen, que no son entes lejanos y ajenos, sino que todos tenemos derecho a gobernar porque la democracia así lo permite, y que ese no es un privilegio exclusivo de las clases dominantes que han detentado el poder en Colombia durante más de dos siglos.
Ha llegado la hora de la izquierda. La coyuntura así lo indica. Los cimientos corroídos de un establecimiento corrupto se empiezan a resquebrajar. La desconexión del actual gobierno y la mayoría de los legisladores con el pueblo es evidente. Mientras los jóvenes piden educación, en el mismo día el Congreso declara al carriel antioqueño como patrimonio cultural del país y les niega la matrícula cero. Mientras los manifestantes piden que no los maten, el Congreso rodea al Ministro de Defensa que ordena la represión. Mientras la gente se muere de hambre, el Presidente ve estallidos de emprendimiento. Mientras las protestas piden soluciones, los mandatarios envían al ESMAD con toda su barbarie.
Por esto urge organizar a todas las fuerzas de izquierda en Colombia, con el fin claro de llegar al poder por las vías democráticas, para hacer respetar la democracia y la voluntad popular manifestada en las urnas. Y el momento es ahora. La izquierda en Colombia debe abandonar de una vez por todas sus modestas aspiraciones de ser una oposición minoritaria. Este es el momento para que se organice con la vocación y la convicción de gobernar. El país lo requiere. El futuro lo necesita. Es la hora de la izquierda.
Fotografía tomada del NY Times.
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