Por Andrés Felipe Giraldo L.
No le pedí permiso a nadie para escribir esta columna. Tampoco consulté sobre su conveniencia. Me la juego con la intuición que me la he jugado en todo este cubrimiento seguro de que cada paso que he dado va en el sentido correcto hacia la libertad de una persona que ya hace parte de mis más sinceros afectos a pesar de que jamás la he visto, jamás le he hablado y jamás he podido estrechar su mano. Y sí, hablo de Andrés Felipe Ballesteros Uribe, ese colombiano que ha estado preso en Tanzania durante ocho años ante la total apatía del gobierno nacional y que solo hasta el 7 de agosto de 2022 entró en las prioridades de la Presidencia de la República.
Pero bueno, no voy a seguir con mis diatribas sobre las gestiones tibias de la misión diplomática en Nairobi o la indolencia de los funcionarios de la Cancillería en Bogotá que tantas veces atendieron a Juan Carlos Ballesteros, el hermano de Andrés Felipe, como si fuera un mendigo pidiendo pan en la puerta de una casa y no un familiar tremendamente angustiado por la suerte de un ser querido a miles de kilómetros de distancia en uno de los países más subdesarrollados del mundo, por allá lejos, lejísimos, en las costas del océano Índico de África.
Esta vez la petición a mis apreciados y queridos lectores es concreta y sencilla: Quiero que inundemos Twitter, la red que me ha permitido darle la mayor difusión a esta columna, con los hashtag #FreedomForAndresFelipeBallesteros y #AndresFelipeBallesterosIsColombia. ¿Por qué en inglés? No es por esnobismo o algo caprichoso. La razón es poderosa.
Mañana lunes 3 de octubre de 2022 Andrés Felipe Ballesteros Uribe, ciudadano colombiano preso en Tanzania sin un fallo que lo condene, va a ser llevado a la Corte en Dar Es-salam para definir, por fin, su situación jurídica. Esta noticia es la más importante sobre el caso que he dado en estos más de tres años de cubrimiento. Y es trascendental porque por fin Andrés Felipe Ballesteros será condenado o absuelto y, paradójicamente, las dos noticias son buenas. Me preguntarán por qué sería buena una condena, quizá a décadas de años de prisión, por un crimen del que ya fue absuelto y contra el que no hay una sola prueba. Pues bien, sería bueno por dos razones: La primera, porque en el peor de los casos, Andrés Felipe tendría por fin la certeza sobre lo que viene en su vida, más allá de que sea la noticia triste e injusta sobre un cautiverio forzado y absolutamente arbitrario. Además, contra las condenas sí proceden los recursos de ley y las acciones más articuladas de los organismos diplomáticos nacionales e internacionales. El limbo jurídico de Andrés Felipe al no ser condenado también genera muchos grises en las acciones venideras por parte de sus aliados jurídicos y diplomáticos. Por ejemplo, sin condena no puede haber apelación. Por ejemplo, sin condena se pierde el derecho de contradicción, porque no hay nada que contradecir hasta que se destapen las pruebas y como lo he señalado acá en varias columnas y artículos, Andrés Felipe no ha contado con ninguna asesoría legal efectiva. Algunos abogados locales han robado descaradamente a su familia y otros, de oficio, ni siquiera se toman el trabajo de revisar el expediente para acompañarlo a las diligencias. Esto sin contar que el respaldo legal de la Embajada de Colombia en Nairobi y de la Cancillería colombiana fue nulo durante ocho años y no le prestaron ningún acompañamiento jurídico. Solo el actual gobierno empezó un proceso de contratación pública para brindar dicho apoyo, pero, por obvias razones, que tienen que ver con el poco tiempo que lleva este mandato, esa posibilidad aún se encuentra en trámite.
Además, en Tanzania para pagar las condenas no solo existe la pena de prisión, también, después de procesos de negociación con el reo, se pueden decantar por el pago de una multa y con dinero también se tranzan las penas. Esta posibilidad sería maravillosa así Andrés Felipe tuviera que declararse culpable aunque no lo sea. ¿Por qué? Porque declararse culpable ante un sistema judicial altamente arbitrario y desinstitucionalizado como el de Tanzania, después de ocho años de cautiverio injusto y en condiciones totalmente infrahumanas, equivale a revelar “verdades” bajo tortura. Por supuesto, esto tiene que ver con mi apreciación particular de la situación y no con los fundamentos legales tanzanos. Pero el Derecho Internacional Humanitario sí tiene estas consideraciones de manera explícita, pero no quiero ahora ahondar en la parte legal. Es decir, la condena per se no es una mala noticia y mucho menos que Andrés Felipe se declare culpable con el único fin de obtener su libertad.
En segundo lugar y en el mejor de los casos, sería ideal una absolución. Sin embargo, en mi opinión, esta posibilidad no será considerada por la justicia tanzana. Bastante han hecho el ridículo como supuesta democracia y país de instituciones al tener a un extranjero durante más de ocho años prácticamente secuestrado, porque no se le puede llamar “retención” o “detención” a una persona a la que privan de la libertad durante todo este tiempo sin una condena y sin una sola prueba. Por eso lo único que sacaría del embrollo al frágil y patético sistema judicial tanzano sería la “confesión” de Andrés Felipe para recuperar un mínimo de su inexistente dignidad, es decir, sería que el reo se declare culpable para poder negociar la condena. Quizá esto ya sucedió en algún momento en el que Andrés Felipe preso, no solo físicamente sino del desespero, haya decidido iniciar este proceso de negociación. La familia de Andrés Felipe ha sido muy cauta, incluso conmigo, para brindar esta información y los entiendo. Nada raro sería que la ineficiente misión diplomática en Nairobi tomara esto como argumento para justificar su paquidérmico accionar al decir que ya Andrés Felipe se declaró culpable y que por lo tanto lo es, como si estar ocho años preso en las peores condiciones no fueran coacción suficiente para declarar verdades inexistentes, solo con el fin de matar de una vez por todas a la incertidumbre, antes de que la incertidumbre lo mate a él.
Así que, estimados y estimadas lectores y lectoras, necesito de toda su ayuda, de la mejor energía, de rebosar twitter con los hashtag #FreedomForAndresFelipeBallesteros y #AndresFelipeBallesterosIsColombia porque este empujón puede ser definitivo. Este no es un favor para quien acá escribe. Este es un acto de justicia que debe unir a todo un país más allá de las diferencias políticas, ideológicas, religiosas o culturales. Andrés Felipe Ballesteros pudo ser cualquiera de ustedes, cualquier amigo, cualquier familiar de esos aventureros que se quieren tragar el mundo yendo a los destinos más inhóspitos con el único fin de conocer, con la consciencia de que solo hay una vida y que esta no se repite. Pues bien, esos sueños de Andrés Felipe se convirtieron en una pesadilla de ocho años y es nuestro deber sacar a este compatriota de la cárcel con todo lo que esté a nuestro alcance. Yo lo he asumido como un apostolado y a ustedes les pido un simple hashtag. Por favor no me dejen solo, quiero que este clamor haga temblar los cimientos de la enclenque institucionalidad tanzana y que sientan, por fin, que Andrés Felipe no está solo. Bastante abandono sufrió ya por parte del Estado y gran parte de la sociedad colombiana y es menester que ahora de verdad nos unamos solidariamente alrededor de una causa absolutamente justa, la libertad de Andrés Felipe Ballesteros. Él merece ver y abrazar a su pequeño hijo Nikolay que tiene la edad que él lleva en cautiverio. Nikolay merece acariciar el cabello largo de su padre porque el destino cruel injustamente se lo ha negado. Mi tocayo merece abrazar a su hija Valentina quien hace un mes perdió a su madre para siempre. La mamá de la hija mayor de Andrés Felipe falleció… y él aún no lo sabe. Su alma solo puede conocer un solo dolor a la vez para soportar tanto y su cuerpo y su espíritu ya han soportado más de lo que se puede en todo este tiempo de cautiverio. Esas serán las noticias con las que se deberá encontrar el tocayo a su regreso.
Les ruego, les suplico que hoy 2 de octubre y mañana 3 de octubre se unan a esta cruzada y rompan sus teclados con los hashtag #FreedomForAndresFelipeBallesteros y #AndresFelipeBallesterosIsColombia para que esa energía tan bonita de la que tanto habla mi gran amigo Joseph Yeladim se una en torno de un objetivo común desprovisto de banderas políticas o causas particulares. Hoy y mañana serán los días en los que Colombia se unirá para recuperar la merecida libertad de un compatriota. Hoy y mañana serán los días en los que Andrés Felipe sentirá que jamás estuvo solo, que un país lo acompañó, aunque hayamos llegado tan tarde. Por favor, no me dejen solo en esta causa que llevo en mis entrañas durante más de tres años. Estoy seguro de que solo falta un pequeño empujoncito más para abrir la puerta de la cárcel Keko de Dar Es-salam para que Andrés Felipe Ballesteros Uribe vuelva a estar con los suyos. Ayúdenme por favor a empujar esta puerta.
Y a ti, Vladimir, gracias por tanto. Sé que no estás acá por los aplausos ni el reconocimiento porque llegaste al gobierno a trabajar por el país y no para que te ensalcen. De mi parte, toda la gratitud, admiración y apoyo siempre. Gracias de corazón. Lo vamos a lograr.
*Ilustración: Nicolás Giraldo Vargas.
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