Por Andrés Felipe Giraldo L.
Si los fiscales tuvieran títulos como los reyes medievales o los zares rusos, como Alfonso el Sabio o Iván el Terrible, nuestro fiscal, así, con minúscula, sería francisco el minúsculo, así, con minúscula.
La primera aparición de barbosa en los medios, una vez nombrado fiscal, fue para decir que él era el tipo más preparado del país para asumir ese cargo, como respondiendo a la pregunta que nadie le había hecho, ante su evidente falta de requisitos para ocupar esa posición. Hasta ese punto, barbosa había sido conocido por ser un discreto asesor y un mediocre consejero presidencial llevado a todos sus cargos por su capacidad de reptar entre la burocracia nacional y sus buenos contactos hechos en la uribersidad Sergio Arboleda, célebre por graduar a sus estudiantes más por afinidades ideológicas que por capacidades académicas.
Así mismo, su primer acto de gestión fue tomar el avión de la Fiscalía para irse con toda su familia a San Andrés en plena pandemia, y allí ordenar que le abrieran un par de almacenes para saciar su nueva posición de pequeño emperador. Para disimular, apareció ebrio a un acto organizado a las volandas como para justificar su grotesca presencia en esas vacaciones y dijo, al lado de su amigo el contralor, entre hipo e hipo, que su cargo era “el segundo cargo más importante del país”. Lejos de mostrar el menor arrepentimiento o querer enmendar en algo su exabrupto de nuevo rico, mientras en el país la gente estaba encerrada en sus casas pasando necesidades y muchos morían por cuenta del Covid 19 en las clínicas y hospitales desbordados, francisco, el minúsculo, se pavoneaba en los medios para decir que “él era primero padre que fiscal”, como si con eso enterneciera a quienes somos padres, cuando era notorio que su viaje de vacaciones familiares a San Andrés había sido una falta de respeto y empatía con la Entidad y con el país entero, un abuso de poder y una malversación de recursos públicos. Así el pequeño francisco prefirió jugarse la carta de la arrogancia, la prepotencia y la soberbia, dejando ver desde el comienzo su talante caprichoso, pueril y autócrata, que marcaría toda su miserable gestión.
Francisco el minúsculo convirtió a la Fiscalía General de la Nación en su pequeño imperio, en donde los investigadores pasaron de ser sabuesos, a paseadores de sus perros. Para completar, nombró de vicefiscal a Martha Mancera, su más fiel escudera, una persona a la que se le cae la careta a pedazos mientras se descubren sus vínculos con la mafia y aprende de su jefe la altanería y el cinismo para repeler los informes que dan cuenta de su amarga familiaridad con los fiscales que han sido fichas de los capos más temibles, vínculos que hasta la vida de colegas ha costado, de acuerdo con las investigaciones de los periodistas más rigurosos del país, por cierto, cada vez más escasos. Por supuesto, la fiscalía de francisco el minúsculo archivó también esta investigación.
Capítulo aparte merece su descarada defensa del expresidente Álvaro Uribe para desechar el más insignificante de sus procesos, pidiendo dos veces (y en todas las instancias) la preclusión del caso, y dilatando al máximo las diligencias apuntándole así a la prescripción, dejando en ridículo a la Entidad ante los jueces y tribunales porque, aunque francisco el minúsculo considere que no tiene jefes y que después de él dios, la institucionalidad en Colombia le ha demostrado que puede reducir al derecho y a la justicia a su mínima expresión, pero que no puede pasar por encima de la ley y la evidencia, por más firmes y grotescas que sean las motivaciones que lo impulsan a insistir una y otra vez en sacar en limpio a su jefe político. O mejor, al jefe de su jefe, porque francisco el minúsculo le debe su puesto a Iván Duque, otro homúnculo sin personalidad.
En Colombia la mayoría de fiscales generales han sido mediocres o cuestionados, pero ninguno tan perverso como este. Por ejemplo, en la investigación por la presunta financiación irregular de la campaña de Iván Duque con dineros de “el Ñeñe Hernández”, un testaferro de narcotraficantes de la Guajira misteriosamente asesinado en Brasil, quizás bajo el sino trágico de Pedro Juan Moreno, no solo archivó en tiempo récord la investigación contra la campaña, sino que judicializó a los policías que descubrieron la evidencia, volviendo a las peligrosas policías políticas de los chulavitas de los años cincuentas o las SS del nazismo, que usaban la inteligencia del Estado para perseguir opositores y constreñir denunciantes.
Y desde que Gustavo Petro asumió la Presidencia ha usado a la fiscalía (a la que volvió una entidad minúscula) como una tribuna política de su propia campaña de oposición, aliándose con lo más rancio de la prensa radical de la derecha para atacar al Gobierno, filtrando información o esparciendo rumores que son impunemente instrumentalizados por los medios del establecimiento para desestabilizar la gestión del actual mandatario. A eso Vicky Dávila lo llamaría “testigos anónimos”, que no son más que reportes macheteros salidos desde la fiscalía de francisco el minúsculo para armar escándalos, que sirven para llenar las portadas de su pasquín cada domingo, pero que no tienen un mínimo soporte real ni resultados judiciales relevantes.
Lo de barbosa en la fiscalía general de la nación ha sido una amarga experiencia para el derecho y para la justicia en Colombia. Su gestión ha estado marcada por una malsana politización de la Entidad, una impunidad que crece de manera proporcional al ego inflado de francisco el minúsculo, quien tan solo en unos días volverá a ser un ciudadano corriente, porque como exfiscal habrá perdido todo su poder. Por ahora, recorre los medios de comunicación que lo acolitan dando declaraciones en contra de Petro sin que nadie le pregunte por su paupérrima gestión, porque se ha cuidado de acudir a donde los periodistas y medios serviles al establecimiento, esos que lo reciben como celebridad y que no le hacen preguntas incómodas, mientras él desconoce la legitimidad del Presidente y se burla de la democracia que eligió a Petro, porque muy a su pesar, también es su Presidente.
En este momento la Corte Suprema de Justicia tiene la enorme responsabilidad de elegir al reemplazo de francisco el minúsculo en los próximos días. Y urge que lo haga pronto para evitar la interinidad de Martha Mancera, quien dedicaría su gestión a destruir la evidencia que la incrimina y a no dejar rastro del manto de impunidad que viene campeando en esa entidad desde hace cuatro años, en donde este dúo maldito se encargó de convertir al órgano acusador del Estado colombiano en la herramienta favorita del establecimiento para defender a los corruptos de la derecha, en sacar impune a Uribe y en servir de plataforma política de francisco el minúsculo. Afortunadamente siempre ha habido más Fiscalía que fiscal, y muchos funcionarios valientes se la siguen jugando a diario por la Justicia desde los despachos que se salvaron de ser usados por barbosa y sus amigos como un fortín burocrático.
El 14 de febrero volverá a salir el sol en la Avenida de la Esperanza. Por eso urge que la Corte Suprema entienda la importancia histórica de esta coyuntura y no juegue con las expectativas del país entero. Es urgente que de barbosa no quede ni el recuerdo y que la nueva Fiscal pueda recuperar la honra de una Entidad que fue mancillada por un narciso incompetente que sació todos sus instintos y ambiciones a costa de la justicia del país. Francisco el minúsculo hizo un daño que solo se podrá reconocer en su ausencia y por eso necesitamos que se vaya pronto y sin el reemplazo que él quiere, que no hará más que encubrir todas sus fechorías.
Muchos columnistas y periodistas han hecho la tarea con juicio de revelar todos los desaciertos, excesos y crímenes que ha cometido francisco el minúsculo en el ejercicio de fiscal general. Desde la perspectiva jurídica y política la mayoría han acertado con sus diagnósticos y descripciones de esa nefasta gestión. La mayoría coinciden en que barbosa le ha hecho un daño inconmensurable a la justicia, al derecho y a la sociedad en general porque usó a una Entidad tan importante como un feudo de su propiedad. Por eso no tengo mucho más que agregar sobre lo que otros han hecho con mejores argumentos.
De lo que no me queda duda, es de que francisco el minúsculo pasará a la historia como el peor fiscal de todos los tiempos, un ser acomplejado que cogió el cielo con las dos manos cuando descubrió el poder inmenso de una Entidad que tiene tanto a su disposición. Pero en unos días este ser minúsculo volverá a ser lo que ha sido siempre, con la diferencia de que ahora cree que tiene un enorme potencial político. Se equivoca. Quienes se sirvieron de él le darán la espalda porque también tienen sus propias aspiraciones y este copete ridículo perdido entre la alopecia se les volverá incómodo. Barbosa en un tiempo tendrá que sacar a pasear sus perros, a conducir su vehículo, a pagar tiquetes en vuelos comerciales. Volverá a ser lo que siempre ha sido, francisco el minúsculo, ese que llegó allí sin más mérito que ser el amigo del presidente que no tenía más mérito que ser el candidato de Uribe. Francisco el minúsculo llegó a ser fiscal por una serie de desafortunadas coincidencias.
Al final, la historia dirá que el accidente fue él. Petro ganó la Presidencia en unas elecciones legítimas, concurridas y populares. Él fue fiscal general porque era amigo de un tipo que se le sabía la talla de los crocs a Uribe, el mismo Uribe que él trató infructuosamente de sacar impune. Ese sí es un accidente. El verdadero accidente se llamará “francisco, el minúsculo”.
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