Por Andrés Felipe Giraldo L.
Apreciado Germán, en primer lugar, quiero que me excuses por haberme inspirado en tu idea del manifiesto que vienes trabajando tan juiciosamente en nuestro curso de redacción. En segundo lugar, quiero dedicarte este manifiesto propio, porque sé cuánto hay de ti en tu escrito, cuánto te duele Colombia, y que sepas que noto el amor con el que plasmas cada letra de tu escrito que pronto será publicado en este mismo portal.
Dicho esto, me dirijo al Pueblo de Colombia que es como tú, Germán, un ciudadano más del común, y como tu maravilloso personaje anónimo con el que sufrimos en cada renglón de tu obra, para prevenir un hecho que considero inevitable. Algo así como la crónica de una muerte anunciada de lo poco que queda de democracia en Colombia.
Este manifiesto de diez puntos, un decálogo, pretende brindar herramientas a la ciudadanía para enfrentarse por las vías pacíficas, constitucionales, legales y populares, para que se contrarreste desde las bases sociales lo que considero, será el fraude electoral más clamoroso de la historia de Colombia. Lo anterior, teniendo en cuenta que ya en 1970 se presentó un fraude electoral con el que el presidente liberal Carlos Lleras Restrepo le robó las elecciones a Gustavo Rojas Pinilla para cederle su cargo al conservador Misael Pastrana Borrero. Esto, con el fin de cumplir a rajatabla con ese pacto de élites firmado en 1957 y puesto a andar en 1958 que llamaron clamorosamente “El Frente Nacional”, que no era más que un acuerdo burocrático entre los cuadros conservadores y liberales para mitigar la violencia bipartidista de la época y, salomónicamente, repartirse el Estado del que las oligarquías colombianas siempre se han creído dueñas. Los testimonios sobre este episodio son incontrovertibles, aunque los mismos defensores del régimen bipartidista de la época pretendan negarlo, contra toda evidencia. Y sin ir muy lejos, el fraude nunca investigado por la peor Fiscalía de toda la historia, del narciso Francisco Barbosa, que jamás avanzó sobre los serios indicios de la financiación de la campaña de Iván Duque en 2018 por parte del narcotraficante y testaferro José “el Ñeñe” Hernández, y que a los únicos que metió a la cárcel en el marco de esta investigación fue a los agentes que descubrieron a través de grabaciones telefónicas las pruebas de este escándalo, que hábilmente metieron debajo del tapete del olvido y la impunidad.
El Registrador Nacional, Alexander Vega, ficha politiquera del gobierno de turno, no brinda la menor confianza para las elecciones que se avecinan. Ante los cuestionamientos sobre la transparencia del proceso electoral de 2022, lejos de dar parte de tranquilidad, desafía a sus detractores diciendo que “el que no sienta garantías, o cree que le van a hacer fraude, no debería presentarse“. En otras palabras, al que no le guste que se vaya. Esto le queda bien a un mafioso en su fiesta o a un príncipe en su feudo, pero genera demasiado temor, desconfianza y suspicacia, que esta expresión venga del garante de la democracia y la transparencia electoral en un país medianamente institucionalizado. Por esto y mucho más, hay que encender las alarmas, activar las prevenciones y estar preparados para que, esta vez sí desde el pueblo y para el pueblo (y no desde la bota militar), podamos defender la democracia, “maestro”.
Para completar, el mico en el Presupuesto General de la Nación 2022 aprobado por el Congreso, que elimina de un plumazo la ley de garantías, no puede ser más que la notificación clara del establecimiento al país, que los recursos públicos serán usados en las campañas políticas de aquellos que pretenden perpetuar el régimen de privilegios de los que usan como herramientas de dominación a las corporaciones públicas. La “superestructura”, como dijera Marx.
Sin más preámbulo, desarrollaré en estos puntos un borrador de estrategia que cada ciudadano podrá adaptar de acuerdo con sus conocimientos, experiencias y capacidades, para evitar lo que será sin duda la debacle electoral en Colombia, solo vista en países como Venezuela o Nicaragua, que se proclaman democracias, pero en donde las elecciones se convirtieron en un mero trámite para legitimar a gobiernos putrefactos en lo intelectual y corruptos en lo económico. En otras palabras, dictaduras de idiotas codiciosos. Así empieza mi lista de sugerencias para hacer frente al fraude electoral de 2022:
1. Desconfiar de los resultados de todas las encuestas. Para nadie es un secreto que las encuestadoras viven de los contratos, muchos de ellos sufragados por el propio Estado, desde lo nacional hasta lo local. Por lo anterior, no es extraño que desde el establecimiento se instrumentalicen las encuestas para manejar la psique colectiva a través del temor, la desinformación, el sesgo y las diferentes estrategias de manipulación social que usan a los medios como cajas de resonancia de los macabros intereses de las élites en Colombia, expertas en mantener sus privilegios a como dé lugar. En las próximas elecciones este punto será clave, y cualquier analista medianamente informado, podrá notar que ya empezaron con la manipulación del odio, el resentimiento y el miedo.
2. De acuerdo con la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, exigir que se haga público el contrato entre la Registraduría y la empresa Thomas Greg & Sons, que tiene a su cargo la administración logística de las elecciones de 2022 y que además opera actualmente el software de escrutinio y conteo de esa Entidad para que las veedurías y los partidos de oposición puedan revisar cada uno de los puntos pactados en dicho contrato. Pero veedurías serias, como la de la Misión de Observación Electoral (MOE), y no las que pretenden impugnar los resultados de los partidos de fútbol.
3. Exigir celeridad a la Registraduría para que cumpla la sentencia del Consejo de Estado en cuanto a la compra de un nuevo software de escrutinio para las próximas elecciones, y que dicho proceso sea vigilado con celo y rigurosidad por los partidos de oposición y las veedurías electorales. Que no se dilate deliberadamente la contratación por parte del gobierno, teniendo en cuenta la cercanía de las elecciones y de las irregularidades que se podrían presentar si el proceso se desarrolla a última hora, sin dar posibilidades de seguimiento y verificación a los ciudadanos y grupos de interés que sientan desconfianza en esta contratación.
4. Pedir a los entes de control (aunque sea inútil porque ya sabemos que sus cabezas con fichas del gobierno), que investiguen las declaraciones y el comportamiento del Registrador Nacional, Alexander Vega, que contrario a brindar garantías sobre el proceso electoral, desafía a sus detractores a abandonar la contienda política en una clara afrenta a la democracia y a la transparencia que deben regir estos eventos tan importantes para cualquier sociedad que se precie de vivir bajo principios democráticos. La actitud de Vega no solo es irresponsable, sino que además es temeraria, y pone en entredicho la ecuanimidad e imparcialidad de la Entidad encargada de velar por el buen devenir de los procesos electorales.
5. Derrotar la abstención por la vía de la pedagogía y el convencimiento. Siempre he creído que es un contrasentido que en una democracia el voto sea obligatorio, porque incluso, la abstención, es una decisión libre que además es sintomática sobre la salud de tal democracia. En los países con altos niveles de abstención, como Colombia, la desconfianza de los ciudadanos en el Estado y en sus instituciones es evidente. Por lo anterior, es importante concientizar a la ciudadanía sobre la importancia de esta coyuntura y hacerles ver que es crucial su voto libre, razonado y crítico para construir una mejor sociedad y un futuro más promisorio, y así romper con la inercia de la historia en donde los derechos son de pocos y las carencias de muchos.
6. Defender a ultranza los derechos electorales consagrados por la Constitución de 1991 a elegir y ser elegido. No es extraño que antes de cada elección, en el Congreso de la República se consagren leyes que afectan a los partidos y movimientos minoritarios, con reformas electorales de última hora, orientadas a fortalecer a los partidos tradicionales o mayoritarios, y a debilitar a los sectores alternativos y de oposición. En esta última legislatura hay que tener los ojos bien abiertos y los sentidos bien dispuestos para prever este tipo de movidas. La derogación de la Ley de Garantías solo es una perla de un collar extenso de movidas legislativas que se fraguan día a día por parte de los congresistas del régimen, con el fin de garantizar que se cumplan los designios de un partido de gobierno dispuesto a todo para no perder el poder.
7. Mantener informadas a las comisiones internacionales que harán seguimiento del proceso electoral en Colombia, como la misión de la Unión Europea, para que, más allá de su labor en los días electorales, tengan muy claro el contexto de estas elecciones y así comprendan que los temores sobre un fraude electoral en Colombia no son infundados, que en Colombia ya hay antecedentes de fraude y que las autoridades actuales, como la Fiscalía General de La Nación o la Comisión de Acusaciones de la Cámara, son absolutamente omisivas frente a las investigaciones que se deberían adelantar para aclarar los posibles fraudes y trampas, que se presentaron en las elecciones de 2018, sobre lo cual hay extensa información que, incluso, una congresista electa prófuga dio toda su información a una periodista que, aliada con el régimen, decidió guardar un silencio cómplice sobre lo que se supo al respecto.
8. Activar todos los mecanismos de supervisión, vigilancia y control por parte de todos los partidos políticos de oposición y las veedurías ciudadanas durante los días de elecciones. Documentar y difundir con rapidez todos los posibles fraudes sin incurrir en falsas noticias ni suspicacias, que lo único que hacen es minar el ejercicio del control ciudadano y restar credibilidad a las denuncias.
9. Vigilar a los que vigilan. Para las elecciones de 2022 será muy poco posible que la Fuerza Pública esté velando por el buen ejercicio ciudadano de la democracia. Es fácil prever que estarán como los perros guardianes del régimen coaccionando a los ciudadanos para que no puedan ejercer con libertad su derecho al voto, entorpeciendo la movilización y la circulación en los centros de votación, y constriñendo el libre ejercicio de la democracia. Los cuatros años del mandato del homúnculo de Presidente que por desgracia hemos debido soportar, la represión ha sido la fórmula favorita para reprimir la protesta social. Y las elecciones no serán la excepción. Por lo anterior, hay que ser pragmáticos. Hay que ejercer el derecho al voto sin provocaciones ni desafíos a la fuerza pública ni a las autoridades electorales. La vigilancia en los puestos debe ser efectiva pero seria y pacífica. Solo así se evitará el caos, que siempre favorece al establecimiento para imponer el orden (su orden), por la vía de la fuerza.
10. De presentarse el fraude evidente y descarado que preveo, se podría presentar, olvidar los nueve puntos anteriores y agotar las vías de hecho que sean necesarias para recobrar el poder político para el pueblo y que no marchite la democracia ante las arremetidas institucionales y no institucionales de las élites, que están dispuestas a ejercer con ferocidad para no perder el poder. Y no hablo de vías violentas, para que estos líderes populares devenidos en gendarmes del establecimiento obnubilados por el poder, la fama y el ascenso social como Claudia López, me traten de terrorista o de vándalo. Hablo de marchas, plantones, movilizaciones, vigilias, expresiones artísticas y todas aquellas manifestaciones capaces de llamar la atención de la comunidad nacional e internacional para que se respeten los resultados legítimamente obtenidos y se entregue el gobierno a quien lo merezca de manera ordenada y pacífica, como debe suceder en cualquier sociedad que se precie de llamarse, con todo y sus defectos, democracia.
Por primera vez en la historia de Colombia, la izquierda tiene aspiraciones reales de poder. Esto no implica que la izquierda necesariamente vaya a ganar. Podría perder, porque la izquierda es experta en perder. Pero sí se debe garantizar a toda costa que se brinden las garantías para que un triunfo o una derrota se obtengan con la mayor transparencia posible, con todos los controles necesarios y con los principios democráticos que deberían regir a una sociedad con una crisis tan profunda como la que vive Colombia.
Por eso me atrevo a postular estas propuestas concretas y viables, para evitar el fraude que se avecina en las elecciones de 2022. Son libres de contribuir con sus propios aportes e ideas. La democracia es de todos y la debemos defender y proteger a como dé lugar. De lo contrario, no sería democracia.
*Fotografía tomada de la página de Caracol Radio. Registrador Alexander Vega.
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