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Carta a un amigo de “centro”

Por Andrés Felipe Giraldo L.

Querido amigo de “centro”,

En primer lugar, voy a usar una expresión muy particular para que no te ofendas por la andanada de críticas que te voy a hacer en esta breve misiva, una expresión tan absurda como imposible: No es nada personal. Y es que, apreciado amigo ubicado en el justo medio aristotélico, en un planeta en donde el único ser racional es la persona, todo, absolutamente todo, es personal. 

Dicho esto, no puedo abstenerme de derribar los muros de lo políticamente correcto, gesto que quizás interpretes como que “no te quiero seducir” (es verdad, no quiero), para que entiendas el por qué de mis constantes ataques a tus posiciones aguachentas, insulsas y complacientes (y diría que hasta cómplices), a favor del establecimiento y sus múltiples formas de opresión. Para empezar, es importante que sepas que me molesta que uses ese tono infantilizante y pedagógico que usas conmigo, tal como lo hago ahora, como si partieras de la base de que yo soy estúpido y que tú andas por la vida con la verdad revelada como un nuevo profeta del “deber ser”, tal como lo hago ahora. Si uso este lenguaje tan fastidioso y repulsivo no es porque te quiera ofender. Solo escribo como lo haces tú, para que me entiendas.

Te pido, por favor, que no atentes contra el sentido común, la lógica, la historia y, sobre todo, contra la memoria de las víctimas, equiparando al petrismo y al uribismo como fuerzas antagónicas pero equivalentes, tal como los vicios o extremos de los que habla el gran estagirita que crió a Alejandro Magno. Y que por caridad, mucho menos, digas que “Uribe y Petro son lo mismo”. Por dios (en el que creas, de acuerdo con tus convicciones laicas y plurales), es ridículo que nos quieras convencer de que son lo mismo este personaje calculador y siniestro que se ha valido de las instituciones del Estado (y el paraestado) para aniquilar moral y físicamente a sus contradictores y enemigos, obviando los principios de cualquier Estado Social de Derecho para perpetuarse en el poder, con resultados tan desastrosos como quitarle la vida a por lo menos 6402 inocentes en total estado de indefensión, en nombre de una entelequia tan elitista como arbitraria que llamó “seguridad democrática”; con un líder que viene de la lucha guerrillera (desastrosa también, por supuesto), pero que tomó las armas en un contexto en el que cargar un libro de Marx en la mano podría significar terminar torturado y asesinado en cualquier establecimiento militar por cuenta de (qué casualidad) algo que el presidente del ocaso de los setentas y el comienzo de los ochentas llamó “Estatuto de Seguridad”, que no era más que la acción arbitraria (pero legal) de las Fuerzas Militares para actuar en contra de los ciudadanos por mero intento de sospecha.

Aclarado lo anterior, te quiero preguntar, si eres tan “de centro”, por qué eres tan comprensivo y cariñoso con la derecha en el contexto del debate político y tan ácido y mordaz con la izquierda. Porque es que te he visto (simpático más no empático amigo de “centro”), sonreír y abrazar a tus “contradictores” de la derecha en eventos públicos y privados, mientras que eres capaz de acusar a tus contradictores de izquierda de delincuentes y criminales, sin presentar una sola prueba o denuncia que soporte tu dicho, tal como lo hiciera la alcaldesa Claudia López en las manifestaciones del 28A (que se extendieron hasta junio del presente año), tachando al petrismo de estar detrás de los actos de vandalismo y terrorismo en Bogotá, sin más prueba que los elementos de protección que públicamente ofreció y brindó Gustavo Bolívar a las primeras líneas, en el entendido de que el ESMAD les estaba pasando por encima como una aplanadora sin que se pudieran defender, como lo vimos todos gracias a las tomas que en el desespero de la reacción ante los abusos de la autoridad, que los manifestantes lograron grabar con las cámaras de sus celulares.

Y es que amigo de “centro”, de verdad atenta contra la evidencia que te presentes a las elecciones una y otra vez enarbolando las banderas de lo “alternativo” y la “renovación” en la política, cuando de tu hoja de vida lo único que resaltan son tus innumerables cargos públicos, algunos obtenidos a través de las elecciones y otros a través de intrigas politiqueras, alianzas partidistas o simplemente porque haces parte de la rosca del momento, como si el solo hecho de haber renunciado a los partidos tradicionales te ungiera por arte de magia con una imagen impoluta de outsider y renovador. Amigo candidato de “centro”, tu cara ha trasegado en diferentes partidos políticos, has sido gobiernista de todos los gobiernos hasta que te quitaron tus cuotas burocráticas y tus prebendas electorales y has ocupado cargos de millonarios sueldos y grandes responsabilidades con dios y con el diablo, como cualquier Roy o como cualquier Benedetti, que ahora creen que su militancia en la izquierda los debería zafar automáticamente de procesos penales e investigaciones patrimoniales, porque ahora se han redimido y hacen parte de “los buenos”. Al menos muchos en la izquierda sabemos qué clase de ratas son Roy y Benedetti y hacemos lo posible por evidenciar sus fechorías, pero de verdad da grima cómo ustedes le van lavando la cara a cualquiera que se autoproclame de “centro”, como Juan Fernando Cristo, quien un día era un político tan detestable y corrupto como cualquiera de los dos que menciono acá, y de un momento a otro se convirtió en adalid de la paz, la honestidad y las buenas maneras. No son pocos los testimonios que hablan sobre quiénes han sido los Cristo en Cúcuta y sus alrededores.

Para completar esta andanada de incoherencias, apreciado amigo de centro, explícame por qué un personaje que se autoproclama de “centro” y quienes según sus aúlicos es “el centro del centro”, algo así como el alfa y el omega de la religión católica, que dice que es el “representante del cambio y la renovación” como Alejandro Gaviria, termina sus correrías políticas de la mano de políticos liberales con tan poco disimulo que casi que copia exacto el eslogan de su mentor, el otro Gaviria, el perverso, diciendo que “Colombia tiene futuro”. No hay que ser experto en marketing político para notar que esa expresión pega en el palo de la campaña de 1990 que decía con tanta esperanza “Bienvenidos al futuro”.

Y para terminar, cándido, amoroso y tierno amigo de centro, mientras tocas tus hermosas melodías clásicas y haces campaña política con tu mullida chaquetica en los cafés gomelos para “debatir” los temas trascendentales del país, sin acercarte demasiado a los barrios marginales porque fo, y le agradeces a esas revistas que antes considerabas pasquines en decadencia por el simple hecho de que te sacaron una nota, explícame cómo puedes llamarte tan cínicamente “alternativo” mientras navegas con los delfines en los mares de la politiquería más ramplona disfrazada por ejemplo de “Nuevo Liberalismo”, que no es más que el mismo liberalismo clientelista de siempre, plagado de cuarentones y cincuentones que han vivido toda su vida de la teta del Estado con el síndrome de Peter Pan.

Y por último, te prometo querido amigo de “centro” que con esto cierro, dime por qué siendo uno de los analistas más serios y críticos del país eres incapaz de criticar a Claudia López a pesar de que no hay que ser muy brillante para notar el cúmulo absurdo de abusos y contradicciones que comete a diario mientras que culpa a sus detractores de su pésima administración como si no fuera ella la que gobernara. Dime cómo justificas que por la mañana le esté mandando al ESMAD a los manifestantes y que por la tarde esté haciendo eventos de desagravio para las víctimas como si ella no fuera la comandante de la Fuerza Pública en su jurisdicción como le corresponde a una Constitución civilista y democrática, en donde siempre estará el poder civil por encima del militar al menos en el papel.

Te escribo todo esto con cariño, querido amigo de “centro”, porque de verdad no comprendo de manera alguna tus incoherencias, incongruencias y vacíos que llenas con una pasmosa arrogancia y superioridad moral, intelectual, política y social que descresta a los más incautos. Pero sí, querido amigo de “centro”, yo no tengo aspiraciones políticas ni electorales, es más, en un país como Colombia ya me cuesta hasta tener aspiraciones en general, por eso me atrevo a hacerte estas críticas y preguntas sin el menor respeto y sin ninguna humildad.

Quedo atento a tu respuesta y espero que tu campaña llegue a buen puerto, porque aunque creo que en el fondo eres más de lo mismo, no dudo de tu honestidad y buenas intenciones. Y esto último lo digo sin la menor pisca de sarcasmo o ironía.

Con cariño,

Andrés Felipe.

*Fotografía tomada de Noticias Caracol.

 

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