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Carta abierta para Andrés Felipe Ballesteros, colombiano preso en Tanzania desde 2014

Por Andrés Felipe Giraldo L.

Bogotá, marzo 7 de 2021.

Apreciado Andrés Felipe, tocayo;

Desde que conocí tu caso el 19 de junio de 2019, cinco días después de que te hubieran dado una somera ilusión de salir por fin de este infierno, cuando el juez Hon Matupa sentenció tu libertad, que fue abruptamente frustrada por una nueva detención arbitraria y sin sentido del precario y vergonzoso sistema judicial de Tanzania, no ha pasado un solo día en el que no imagine tu sufrimiento. 

A partir de ese día entré en una especie de comunión mística con tu hermano Juan Carlos, con quien nació una amistad que seguimos cultivando hasta ahora. Es él quien me mantiene al tanto de tu evolución y sobre los avances del caso, y quién me ha dicho que las cartas son el alimento que mantiene vivo tu espíritu en estos tiempos tan difíciles. Por eso he decidido abandonar la pose del periodista para intentar llegar directamente a tu corazón con esta misiva que escribo con mis latidos, intentando, una vez más, conmover a las personas en Colombia que pueden hacer algo por ti; desde la oración del ciudadano común, hasta las gestiones que le corresponden a cualquier gobierno que vela por la protección de sus connacionales sin importar en dónde se encuentren.  Te confieso que me frustra y me duele que, a pesar de que el caso ya ha sido expuesto en los medios de comunicación, las gestiones de la Cancillería siguen siendo tibias y por lo tanto insuficientes, porque no se han agotado las instancias internacionales que tienen que actuar para hacer respetar los Derechos Humanos de una persona que lleva privada de la libertad más de seis años y medio sin que exista una sentencia condenatoria o al menos unas pruebas concretas.

En septiembre de 2019 publiqué el primer reportaje sobre tu cautiverio en la cárcel Keko de Dar es-Salam, esperando el documento del juez Hon Matupa que certificaba tu inocencia y dictaba tu libertad. Aún sigo incrédulo sobre la arbitrariedad de la Fiscalía en Tanzania que sin que medie razón alguna pueda reabrir un proceso. Se viola absolutamente un principio universal del Derecho, el non bis in idem, que asume que una persona no puede ser juzgada dos veces por los mismos hechos. Pues bien, Tanzania no hace parte de ese Universo jurídico y al peor estilo autárquico han prolongado tu secuestro, que más bien se parece a una abducción extraterrestre en donde has sido tratado como un ser extraño, inhumano y sin derechos. 

La respuesta de la ciudadanía y de los medios de comunicación en Colombia después de esa publicación me llenó de esperanza. Tu caso fue conocido y divulgado por diversos medios en prensa, radio y televisión. Muchas personas se condolieron con la situación y movilizaron sus esfuerzos en función de tu libertad. El ex Defensor del Pueblo, Carlos Negret, hizo cuanto pudo, y pudo en otros países, porque pudo repatriar colombianos desde Emiratos Árabes y China, pero tu caso naufragó en la intransigencia de las autoridades tanzanas que se comportan fuera de toda lógica relacionada con la justicia internacional y los pactos sobre Derechos Humanos.

Pero en Colombia vivimos de drama en drama y no hay tragedia que perdure en la mente de los colombianos por mucho tiempo. Otra vez te nos fuiste al olvido, quedaste guardado en los diarios de ayer y la gente siguió con sus vidas mientras tus días seguían en la oscuridad del cautiverio, comiendo mal, durmiendo poco, pensando mucho y añorando esos mensajes cada vez más escasos, porque allá te aíslan hasta del papel de las cartas, de los libros y de todos esos insumos que son la materia prima de la imaginación, ese reino maravilloso que jamás caerá entre la crueldad de las rejas.

Tu agonía se sigue prolongando sin razón y sin dolientes que puedan lograr tu anhelada libertad. Me contó Juan Carlos que en marzo del año pasado con la pandemia cerraron las visitas a la cárcel y por poco mueres de inanición. Porque la única alimentación decente que ustedes reciben viene de afuera, de contactos y amigos que les llevan la comida. Afortunadamente tu alma es fuerte y pudo soportar lo que el cuerpo no. Hambre, calor o frío, soledad, abandono, así, cada día con sus noches, el piso duro que sirve de cama, la intimidad que ya no existe, los sollozos ajenos que se vuelven propios, la miseria humana, la indolencia del soberbio, el sufrimiento, el dolor, la nostalgia, la melancolía, la luna que asoma entre los barrotes, la humedad que asfixia. Tu alma es de hierro y ha sabido darle alientos a tu cuerpo para no desfallecer. 

Supe que cambiaron a la Embajadora en Kenia y que llegó Mónica de Greiff para asumir esa misión. Ella fue Ministra de Justicia y conoce de primera mano los padecimientos del encierro. Espero que su corazón sea blando y que tu caso se le convierta en prioridad. Según averigüé, en la jurisdicción de esa Embajada en África no hay más colombianos presos, por lo tanto, tu caso no es solo único, sino que, dadas las circunstancias en las que se te mantiene privado de la libertad, es excepcional. La diplomacia no puede seguir siendo una lista de petitorios sin respuesta, notas verbales livianas y sumisas, o gestiones infructuosas para llenar la minuta de los pendientes sin mayor resultado que poder decir que están haciendo algo. 

Espero que la Embajadora De Greiff agote todas las instancias que sean necesarias para que por fin reivindiquen tus derechos, que la justicia internacional, a través del Comité de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, haga presencia, que esto deje de ser un asunto secundario para que de verdad asuman tu libertad como un asunto de interés nacional, porque lo es, porque eres un colombiano privado de sus derechos por un Estado que no ha sido capaz de demostrar que violaste ley alguna, porque tu historial en Colombia y en el mundo es impecable, porque se está cometiendo una injusticia mayúscula que si te cuesta la vida va a cubrir de vergüenza e ignominia no solo a Tanzania, sino a la paquidérmica diplomacia colombiana y al sistema mundial de protección de los Derechos Humanos. Confío en que la nueva Embajadora hará mucho más que sus antecesores y que tu libertad llegará más temprano que tarde, porque este martirio no puede ser eterno, porque en algún momento la Justicia debe brillar para que esta amarga experiencia que estás viviendo se convierta en un aliciente para millares de personas que siguen añorando la libertad en condiciones infrahumanas.

Créeme, tocayo, que seguiré luchando desde mis posibilidades por tu libertad. Que mantendré vigente tu situación mientras persista, que no te olvido y que somos cientos los que no te olvidamos. Espero que los abrazos a tu regreso sean tan fuertes que quedes fundido con tus seres queridos, con tu hija Valentina y tu hijo Nikolay, que no tiene memoria de la última vez que lo sostuviste, al que dejaste siendo un bebé y que ahora es un niño que pregunta a diario por su padre y que mantiene firme la esperanza de volverte a ver para que se den todos los abrazos, los besos y los mimos que este infame destino les ha negado.

Con Juan Carlos imaginamos tu libertad mientras escribíamos un texto evocando el periplo de tus angustias desde que aterrizaste en Tanzania hasta que te negaron sin explicación alguna esa boleta para salir de la cárcel de Keko. Juan Carlos le puso música a tus días de encierro y le compuso una oda majestuosa a tu libertad. Nosotros seguimos aferrados a la certeza de que esta pesadilla va a terminar pronto. De mi parte, te puedo asegurar que estaré en el aeropuerto que corresponda aguardando tu regreso. No te he visto, pero ya te conozco, porque tus carencias han hecho que valore día a día las cosas más simples que me hacen feliz. Eres mi hermano de tierra que está cautivo, y un abrazo de hermano te daré cuando te vea.

Solo espero que los colombianos nos unamos para darle a tu libertad esa energía mística que necesitan las alas para volar. Quiero verte libre y quiero ser testigo del abrazo que le des a tus padres y a tu esposa que te esperan y que encienden velas a diario añorando tu regreso. Quiero presenciar tu encuentro con Juan Carlos, que ha sido tu voz y tu presencia para que nunca se nos olvide que estás allá sufriendo lo indecible.

Tocayo querido, hago pública esta carta porque quiero tocar el corazón de las personas que tienen en sus manos tu libertad, quienes la entiendan y quienes no. Porque ya se cumplieron seis años, seis meses y diez días desde que tu vida cambió para siempre. Espero que tus 35 años, que se cumplen en agosto, los celebres bajo el sol de tu Cali señorial, rodeado de tus hijos y de tus seres queridos. Ya es hora. Y yo me comprometo a no desfallecer hasta que te devuelvan la libertad que jamás debiste haber perdido.

Un abrazo tocayo querido, espero estar entre esos abrazos muy pronto.

Con cariño sincero y anhelos de libertad,

Andrés Felipe Giraldo L.

*En estos enlaces podrán ver el primer artículo de septiembre de 2019 y una columna posterior de agosto de 2020:

https://linotipia.com/la-tragedia-desconocida-de-un-colombiano-preso-en-tanzania/

https://linotipia.com/andres-felipe-ballesteros-uribe-sigue-preso-en-tanzania-no-lo-olvidemos/

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