Por Andrés Felipe Giraldo L.
Apreciado Gustavo,
De corazón, creo que le estoy escribiendo al próximo Presidente de Colombia. Por eso procuraré evitar la ironía y el sarcasmo, que poco contribuyen a la claridad cuando el país necesita parar de una vez las ambigüedades y los mensajes confusos para una ciudadanía que tiene cada vez menos esperanza. Y acá sí me tomaré la licencia para ironizar, teniendo en cuenta que la palabra “esperanza” fue capitalizada por un sector que, además, se hace llamar “centro”. “El centro” no existe, por eso se está desintegrando. Y esa ficción unida a la palabra “esperanza”, arrasó con las dos.
En fin, no voy a hablar de las cosas en las que no creo. Me voy a concentrar en lo que sí creo. Y creo que tus decisiones son sencillamente incomprensibles para alguien que ha cimentado su carrera sobre principios sólidos, con errores, por supuesto, como todo ser humano, pero sobre todo, que ahora actúa como todo político, que desconcierta día de por medio, por muy buenas intenciones que tenga. Como ese error que al final te costaría una alcaldía prácticamente ingobernable, cuando el Procurador que elegiste siendo Senador, terminó destituyéndote en un acto tan arbitrario como increíble. Uno no elige a sus verdugos, Gustavo, no cuando se tiene una formación política y un olfato electoral tan aguzado como el tuyo. Pero fallaste por ambicioso. Y mal.
Sin embargo, no me voy a quedar en tus errores que ya pasaron, que no son pocos, y que se hicieron muy evidentes en tu alcaldía, que si bien tuvo ideas supremamente buenas, como por ejemplo los CAMAD, o integrar a los recicladores informales a la cadena productiva del aseo de la Capital, también tuvo unos desaciertos clamorosos, relacionados con esa forma de ser que tienes, tremendamente desleal con personas que te han sido tremendamente leales. En esta oportunidad procuraré enfocarme en la campaña actual, que dependiendo de ti, te llevará a la Presidencia o al olvido, siendo 2022 un punto de inflexión en la historia de Colombia.
En primer lugar, creo que abusas de la fe que has proyectado en millones de personas que te ven como una auténtica opción de cambio, y que se la juegan por ti irreflexivamente porque ya están cansados, por razones más que lógicas y evidentes, del statu quo que ha imperado en Colombia durante más de dos siglos de elitismo, segregación, discriminación, abusos de autoridad y hegemonía económica de un puñado de apellidos. Y por eso pocos de tus seguidores se animan a pedirte cuentas. Y tú, que sabes que vas sobre los hombros del desespero de los oprimidos, pues tampoco las das. Y es que yo sí quiero que me expliques por qué recibes en tus toldas a personajes como Armando Benedetti o Roy Barreras, anfibios políticos detestables de la historia reciente, gobiernistas de todos los gobiernos (menos del actual que no los quiere por obvias razones), y partícipes de la corrupción estructural que tiene a Colombia sumida en la pobreza, en la desigualdad y en la violencia. Si lo recuerdas, un entusiasta Roy pedía emocionado una curul vitalicia en el Senado para Uribe, como la que tenía Pinochet en Chile. Si lo recuerdas, Armando Benedetti no está subjudice por ser ahora tu escudero. La mayoría de los procesos que tiene en la Corte vienen desde antes, y ha sido hábil para zafar sus líos judiciales con el viejo sofisma de “la persecución política”. Antes de pasarse a las toldas de la Colombia Humana, era uno de los políticos más detestados por la izquierda. Sin embargo, parece que tu rayo redentor es poderoso, porque solo es necesario acercarse a ti para que a tus seguidores se les olvide quién es quién y de dónde vienen.
Está bien que todos tenemos derecho a cambiar, por supuesto. El Roy valiente que tumbó al Ministro Guillermo Botero llenó el pecho de orgullo de más de uno, incluyéndome, porque su debate fue impecable, sus pruebas incuestionables y su oratoria como siempre fue magnífica. En esa ocasión aplaudí a Roy de pie. Pero tú, que has ocupado una curul en el Congreso desde hace décadas, sabes perfectamente quién es Roy Barreras. No soy yo quién para aclarártelo. Y ahora darle la función de “liderar un cambio democrático en el Congreso”, como lo dijiste el otro día, es un chiste de mal gusto que se cuenta solo. Roy es de los congresistas más politiqueros que existen, amigo de las alianzas de ocasión y las componendas que han hecho de lo público un botín de un puñado de funcionarios, lo que en todas partes de conoce como corrupción. Roy no es ningún símbolo de cambio de ningún Congreso. Es como decir que Álvaro González va a renovar el fútbol o que Abelardo de La Espriella es un ícono de la moda y el buen gusto. Por favor Gustavo, no todos somos tan ingenuos para tragarnos esos cuentos.
De otra parte, la verdad no logro comprender cómo lo entregaste la tarea de manejar tus comunicaciones a una persona que, primero no tenía experiencia alguna en campañas políticas, menos de esta envergadura, y segundo (y más importante), es una peñalosista confesa y, además, orgullosa de serlo. Es absurdo que la más férrea defensora de tu némesis ahora te cargue el megáfono de los medios y las redes sociales, así como Uribe le cargó el megáfono a Peñalosa. Las comunicaciones son lo más importante de cualquier campaña política, porque son el canal entre el pueblo y sus líderes. Es decepcionante que tú, teniendo tanta gente en tu proyecto que te ha acompañado sumisamente por tanto tiempo, vean que ese espacio está siendo usurpado, con tu bendición y apoyo, por una persona que no es más que una mercenaria de las ideas disfrazada de “centro”, esa posición cómoda que muchos despreciamos porque le permite a cualquier persona girar del peñalosismo al petrismo por un contrato. Y tú no das explicaciones, porque de tus seguidores muchos te avalan ciegamente, pocos te cuestionan y quienes nos atrevemos a hacerlo, terminamos lapidados por tus furiosas e irreflexivas toldas. Voy a insinuar mi hipótesis de esta movida en clave, solo con un nombre y un par de palabras: Christian Daes, plata y Costa. Arma la ecuación como quieras.
Y ya ves que la incorporación de Alfredo Saade al Pacto Histórico no me parece tan cuestionable, para que no digas que solo critico y ya. En primer lugar, porque Saade es un tipo irrelevante en el panorama político, un pastor con ínfulas de grandeza que vio su momento de brillar siendo la oveja negra de un sector tradicionalmente conservador de derecha radical y enemigo natural de la diversidad y la pluralidad. En lo personal, me alegra que el Pacto Histórico le haya pegado ese mordisco al feudo de las fuerzas políticas cristianas, que llevan mucho tiempo instrumentalizando la fe como medio de manipulación política, algo que la religión católica ha hecho desde siempre con el ropaje del ya decadente y prácticamente desaparecido Partido Conservador. Es que un partido que no tenga más opciones presidenciales que David Barguil, ya es un partido que no existe. Entonces lo de Saade hasta lo entiendo, y con el perdón de quienes se oponen a esa alianza con sólidos y lógicos argumentos, por lo que este personaje representa, a mí la verdad no me parece más que una adhesión folclórica que, en teoría, no debería poner el peligro los principios plurales e incluyentes del Pacto Histórico. Es Saade el que debería ceder y acomodarse. Ojalá no nos sorprendas tristemente dándole algún Ministerio de la Familia o algo así. Eso sería la tapa.
Pero lo de Luis Pérez, Gustavo, lo de Luis Pérez ya raya con el irrespeto, la falta de toda coherencia política e ideológica, y un desprecio por las víctimas de la bota militar y del paramilitarismo que hiere de muerte cualquier capacidad para entender esta posible alianza, de la que has sido partidario abierta y públicamente. Está bien, como ya lo he dicho, que las personas tienen derecho a cambiar. Pero ese cambio no puede ser impune y mucho menos para que lave la conciencia en una campaña política sin haber pasado primero por los estrados judiciales. He escuchado a los líderes de la Comuna 13 en Medellín resentir en el hígado estos coqueteos nefastos entre el Pacto Histórico y Luis Pérez. Y las razones son no solo obvias, sino dolorosas. Lupe, terrible sobrenombre para un personaje tan nefasto (casi que un alias), perpetró como alcalde de Medellín la Operación Orión. No tengo que explicarte lo que pasó allí cuando en tus múltiples debates contra el paramilitarismo lo has explicado. Por eso duele, mortifica y da rabia que le abras las puertas del Pacto Histórico a un criminal de esta envergadura sin que haya pasado primero por la JEP, que está allí para ser tremendamente indulgente con los actores del conflicto para que se sometan a un proceso de verdad, justicia, reparación y compromiso de no repetición. Gustavo, la ambición política y el afán de ganar no te pueden llevar a usar una campaña política para lavar la conciencia y mucho menos el prontuario de nadie. ¿O es que vas a salir en la foto para la segunda vuelta con César Gaviria así como Duque lo hizo en 2018? ¿Qué te está pasando Gustavo? No todo vale. Y menos aún, no todo vale sobre los litros de sangre que derramaron millares de inocentes en la confabulación de Uribe y Luis Pérez para extirpar cualquier vestigio de lucha popular en Medellín acusando a cualquiera de ser guerrillero y tirando sus restos en La Escombrera. Respeta Gustavo, respeta la memoria de esas víctimas desechando ya cualquier posible alianza con alias Lupe. Y pide perdón, porque lo que estás haciendo es canalla y tú lo sabes.
Apreciado Gustavo, como te lo dije al principio, creo sinceramente que le estoy escribiendo al próximo Presidente de Colombia. He creído en la mayoría de tus ideas pero me molestan terriblemente tus formas, tu arrogancia y tu intransigencia, que además me asustan y me alejan. Pero como no hago parte de tu comité de aúlicos, jamás transaría mis ideas por un contrato (menos en comunicaciones) y de verdad creo que tienes la oportunidad histórica de darle un giro de tuerca a la historia del país, te pido como ciudadano y te exijo como elector que des las explicaciones que corresponden, aunque los vítores de tus seguidores sean mucho más fuertes que los reclamos de tus detractores.
Un abrazo fraterno Gustavo. Nunca te he visto en persona y quizá nunca te vea. No me paso en los rediles políticos buscando puestos, ni intrigando por contratos, ni tengo aspiraciones políticas. Y como lo he dicho varias veces, en Colombia ya me cuesta tener aspiraciones en general. Por favor no seas más de lo mismo. Por favor no defraudes una vez más la confianza de las personas que te siguen, pero sobre todo, la confianza de las personas que te han sido leales a pesar de todo, a pesar de que tú no lo eres. Porque no eres leal Gustavo, y quizá ese sea uno de tus mayores defectos. Pero yo no te pido lealtad porque ni conocidos somos. Pero sí te reclamo con vehemencia un mínimo de principios y coherencia. Es lo menos que debería pedir un país mil veces vapuleado por mentirosos, manipuladores y déspotas. No seas lo mismo Gustavo. O quítale el “histórico” al Pacto y déjalo solo como “Pacto para gobernar” y ya. Los que no tragamos entero sabremos a qué atenernos y tú tendrás lo que te ha faltado por tanto tiempo: Sinceridad.
Con cariño y los mejores deseos, no para ti, sino para el país,
Andrés Felipe Giraldo L.
*Fotografía tomada de Portafolio.
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