Por Andrés Felipe Giraldo L.
9 de febrero de 2025
Armando,
Honestamente no me nace decirte apreciado o estimado, y mucho menos querido. Te vi en la transmisión del Consejo de Ministros muy callado, algo que para alguien tan elocuente como tú debe ser lo más parecido a una tortura. Sin embargo, también vimos cómo el Presidente se la jugaba por ti y te defendía incluso contra las mejores voces de su Gobierno que le reclamaron, con razón, que tu presencia ahí era indeseable, inoportuna, oportunista, inmerecida, injustificada y tremendamente inconveniente.
Todos sabemos que el Presidente no te va a echar, como lo esperaban con alguna ilusión Francia, Susana, Alexander, Augusto y otros más prudentes como Juan David, quien no alzó la voz pero al final tuvo la entereza de entregar su carta de renuncia sin maldecir a nadie, como todo un caballero, porque así es él. Y hablando de caballeros (como diría un periodista mediocre hasta para su propia facción política), en un acto de caballerosidad, deberías entregarle al Presidente, por tu propia iniciativa, tu carta de renuncia. Y no es porque yo te aborrezca especialmente, o porque me caigas mal, porque personalmente no he tenido la desgracia de conocerte. Te lo pido de manera respetuosa pero vehemente, porque esta semana la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia pidió que te llamaran a juicio, por uno de los ocho procesos que se adelantan contra ti en esa Corporación. Procesos que van desde tráfico de influencias, por el cual te han llamado a juicio, hasta estafa, enriquecimiento ilícito y un etcétera tan largo como vergonzoso.
Acá el asunto no es por tu pertenencia o no al proyecto político del progresismo, como lo recordara Susana casi entre lágrimas, o Alexander, que con la claridad que lo caracteriza, refutó los argumentos del Presidente que también te conoció como congresista, sin la misma grata memoria de Gustavo. El punto es que tu redención, que considero viable, necesaria y posible, debería hacerse sin seguir dañando al Gobierno y al propio Presidente, que tan incondicional y permisivo ha sido contigo. Y no hablo sobre el daño que le estás haciendo al proyecto político porque sería un abuso de mi parte atribuirme logros que no me corresponden y de los que no hice parte en su momento, más que como un simple ciudadano que depositó con convicción su voto por el cambio.
Armando, tu presencia en la Casa de Nariño, en este momento tan crucial de la gobernabilidad del Presidente, está provocando un inmenso daño que deberías dimensionar a la luz de tu vasta carrera política. Siempre has sido gobiernista de todos los gobiernos: uribista con Uribe, santista con Santos y petrista con Petro. No fuiste duquista con Duque no porque no quisieras, sino porque los uribistas nunca te perdonaron tu pasado santista, tu época dorada en la política. Pero, irónicamente, es también la razón por la que hoy te investigan hasta las calzas de las muelas. Porque en la cúspide de tu carrera hiciste tanta fortuna como enemigos.
Sabes que en este preciso momento ayuda mucho más tu ausencia que tu presencia, que salir de los reflectores públicos le haría un inmenso favor no solo a Gustavo, sino a todo el gabinete, que, como pudiste notar en ese Consejo de Ministros que todos vimos en directo, tampoco te quiere. Deberías reconocer con un mínimo de sensatez, que tu momento ya pasó. Ahora eres como una nevera dañada que lo único que hace es estorbo y huele mal. No en el sentido literal, porque sé que te perfumas, pero sí en el ambiente político,donde te tienen en la mira para desahogar sobre ti y sobre el Presidente todo el odio que les inspira esta administración, que no es poco.
No creas, por favor, que eres tan importante como para que los ministros renuncien por ti. Salvo Juan David, quien no tiene mayores aspiraciones políticas, porque le pertenece al campo de la cultura y a él volverá, como el hijo pródigo, los demás ministros van a renunciar para continuar la lucha en el campo electoral, donde tanto los necesita este momento histórico. Deben recuperar una bancada en el Congreso, que en este periodo quedó en gran parte en manos inexpertas, sonsas y temerarias, lo que dificultó aún más la precaria influencia del Ejecutivo en el Legislativo, una carencia crucial que terminó entorpeciendo las reformas propuestas por el Gobierno Nacional. Los que van a aspirar a la Presidencia fracasarán en el intento, pero esa es otra discusión que no viene al caso.
Armando, este es el momento. Queda poco más de año y medio de Gobierno y todos necesitamos plantar las banderas para el futuro. Y tú no eres tierra fértil. Y cuando digo futuro no me refiero al 2026 sino al 2030, al 2034, al 2038, a todas esas elecciones regionales en las que nos va tan mal. A tus 57 años sabes que puedes pensionarte desde ya sin mayores afugias económicas porque has amasado una fortuna bastante considerable, protegida de los tentáculos de la Justicia gracias a que has tenido la precaución de no poner casi nada a tu nombre. Y no soy quién para juzgarte por eso. Tus razones tendrás. O las tendrá la Corte Suprema de Justicia. Qué sé yo. Por eso tu retiro sería imperceptible hasta para ti, y muy notorio y aliviador para no tener que seguir lidiando con tu sombra larga de José Asunción Silva o tus días lúgubres de Porfirio Barbajacob.
Querido Armando, y perdóname por llamarte querido contra mi voluntad, pero lo que te voy a decir me sale desde el corazón, ese que sí es querido. Al menos para mí. Si es verdad que tienes verdades tan graves que pueden comprometer al Gobierno de Petro al punto de tumbarlo, este es el momento de decirlas. Pero debo hacerte una cruel claridad: en este momento, tus verdades y tus mentiras valen lo mismo, porque ya nadie te cree. Has perdido toda la credibilidad entre las amenazas que haces alicorado y las sensateces que dices en tus cada vez menos estados de lucidez. Nadie te cree. Porque el pastorcito mentiroso es un aprendiz al lado tuyo, y cuando uno miente tanto, ni siquiera sus verdades soportan la más mínima verificación de realidad.
Y yo, honestamente, creo que el Presidente sabe eso porque es un tipo lo suficientemente inteligente y perspicaz para notar que tú le haces más daño en el Gobierno callando adentro que por fuera hablando. Pero Gustavo es un tipo tremendamente humano y lo que dice de ti no es por engañar incautos, sino porque lo cree genuinamente, porque ve en ti luces aunque todos los demás solo veamos las opacidades, porque Petro tiene esa capacidad para encontrar oro entre la marmaja. Quiero aclararte que no conozco a Gustavo, jamás lo he visto ni le he estrechado la mano. Para que no creas que mi visión está viciada por una idolatría irracional hacia su persona. Porque aunque admiro, respeto y quiero profundamente a Gustavo, con Petro tengo profundas, serias y fundamentadas discrepancias que no creo que las conozca, porque, como te reitero, no lo conozco a él. Al menos no personalmente, como a ti.
Dicho todo esto, creo que tu renuncia también te haría un tremendo bien, sobre todo en lo personal, en lo que no quiero ahondar, porque creo firmemente en el derecho a la intimidad y a la privacidad. Sé que lo que te voy a decir es tremendamente impopular y no me importa. Yo mismo soy impopular y no me importa. Lo que pasó con tu pareja en España, en Italia, en Japón, en Cafarnaun o en la mismísima Conchinchina, es problema de ustedes dos y de nadie más. Si hay algo en lo que deban intervenir las autoridades, ya lo están haciendo. Que la sociedad trate a tu pareja como una incapaz o como una estúpida por haberte perdonado, solo es asunto de ella y de nadie más. Conozco suficientes vidas privadas de personas que en público pontifican sobre lo humano y lo divino condenando estos actos con tal vehemencia, que pareciera que olvidan que puertas adentro de su casa viven verdaderos infiernos que aparentan que no existen, solo porque no se hacen públicos. No haré parte de los coros de hipócritas que quieren meter a la hoguera a tu pareja por haberte perdonado, cuando muchas de esas voces en sus hogares sufren todos los días, pero callan con sus propios asuntos para dar alaridos con la vida de los demás.
Me la sudan todas esas poses de perfección que no son más que eso, poses. Y si tú debes pagar algo porque pasaste los límites de la ley, ojalá esa ley y esas autoridades sean absolutamente implacables y pagues como se debe, en una cárcel si es necesario, porque no es un capricho de las mujeres feministas, que han ganado más que cualquier otro grupo social en un siglo a punta de luchas, que han costado sangre, sudor, lágrimas, muertes y tristezas, sostener con razón que merecen no solo el respeto que se han ganado, sino la inviolabilidad absoluta de sus derechos, su integridad, su dignidad y su vida. No se trata solo de los presuntos atropellos contra tu pareja, sino de lo que significa para ellas como colectivo. Y como colectivo son una sola. Así lo comprendo, sin la más mínima posibilidad o intención de meter matices o relativos.
Armando, por favor renuncia. Renuncia por ti, por el Gobierno y sobre todo por tu gran amigo Gustavo, si es que de verdad lo consideras un amigo, que lo dudo, porque si así fuera, habrías renunciado desde que le envenenaste el agua al meter esas suspicacias de los 15 mil millones de pesos para la campaña y toda esa basura que te sale de la boca cuando no estás en tus cinco sentidos. Pero ahí sigues, molestando, hastiando, socavando las bases de un proyecto por el que otros han trabajado muy duro durante toda su vida. Tú habrás conseguido algunos votos en la Costa, habrás movido contactos e influencias, que no son pocos, después de ocho años de bonanza total acompañando a Juan Manuel Santos, otro tipo tan traicionero y desleal como tú, solo que como se le torció a Uribe y sobrevivió para contarlo, todos lo adoran; pero eso no te da derecho a quedarte succionando la resistencia de la gente que ha acompañado a Petro todo este tiempo porque tú eres así, intransigente, terco e indolente. En una sola palabra, eres tremendamente egoísta, y lo sabes.
Renuncia para que puedas asumir esa oportunidad 70 veces 7 que te está dando la vida y no te pases a la 491 porque ya no va a haber ser vivo que te soporte pidiendo perdón una vez más. Renuncia para hacer tus tratamientos de rehabilitación que has hecho públicos en paz, pero sin el riesgo de padecer el síndrome de abstinencia al lado del Presidente que eso no le conviene a nadie. Ni a ti. Renuncia para darle algo de validez a las propias locuras del Presidente que admira tu locura, que te comparó con Bateman cuando no llegas ni a alias Gafas, que te da toda la confianza cuando tú no has hecho sino defraudarlo una y otra, y otra y otra vez. Renuncia para asumir los procesos penales que te lleva la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía General de la Nación sin arrastrar a todo un Gobierno que ya tiene que lidiar con suficientes Olmedos y Esneyders, para tener que cargar además el pasado turbio tuyo, porque todos sabemos que en este Gobierno tus delitos más graves están de la puerta de tu hogar para adentro, pero que no podemos afirmar lo mismo cuando andabas impune disfrazando a la corrupción de paz, lo que hicieron los ñoños y los besailes sin la misma suerte que la tuya. Suerte que solo tienen los gobiernistas de todos los gobiernos, como Roy y tú, pero ese también es otro tema.
Armando, ya para terminar, por favor ponte la mano firme en el corazón grande y deja en paz a un tipo que se la ha jugado a fondo por ti y que solo quiere verte bien. Todos sabemos que no tienes ningún poder ahora. Cuando el Presidente dijo Bateman, quizás quiso decir Batman, un multimillonario con cara de murciélago que no tiene superpoderes, solo una máscara para que no lo reconozcan y una capa que oculta una misteriosa figura. Y que además es tremendamente hábil para moverse entre las sombras de una sociedad en decadencia posando de héroe. En ese sentido, te pareces mucho más al segundo que al primero. Pero todos sabemos que no eres ni el uno ni el otro. Eres un personaje público caido en desgracia buscando la sombra del árbol bueno que da buena sombra. Pero tienes que saber que ese árbol lo menos que necesita es gente bajo su sombra porque en este momento le están tirando piedra a sus frutos, sin misericordia, con total saña y sin compasión. Tu presencia en el Gobierno solo sirve a los argumentos de quienes dicen que este es un Gobierno corrupto. No lo es. Y sé que no lo es. Es un Gobierno con gente corrupta, que es otra cosa. Y lamento decírtelo tan de frente y sin anestesia. Tú solo eres un corrupto más, que le da artillería a la oposición para que sigan atacando, a lo que no podemos hacer más que callar, porque salvo el Presidente, nadie más está dispuesto a defenderte. No me lo estoy inventando. Todos lo vimos en vivo y en directo en ese Consejo de Ministros que inspira esta carta.
Sin más me despido, apreciado Armando, porque ahora, después de todo lo que te dije, te aprecio. Te aprecio porque honestamente creo que mereces esa “segunda oportunidad” de la que habla Gustavo. Pero la mereces en el Tibet, en una finca de retiro, en un viaje a las Islas Griegas si quieres, pero no en la Casa de Nariño y mucho menos al lado del Presidente. Si de verdad estimas aunque sea un poco a Petro, por favor, da un paso al costado. Pero no mañana ni pasado mañana. Ahora, justo cuando termines de leer esta carta. Es lo que se merece ese tipo que se la ha jugado (y que se la seguirá jugando) a fondo por ti. Él toda la vida ha luchado por un país más justo y tú toda la vida has vivido de ese país injusto y desigual con el que te has enriquecido sin más aporte a la sociedad que mover votos e influencias de un lado para otro solo para satisfacer tu apetito burocrático, económico y egocéntrico que te impide renunciar, justo como está pasando ahora. Por favor, mírate al espejo y pregúntale si vale la pena seguir haciéndole tanto daño a esa persona que cree en ti hasta cuando ni tú crees en ti. No tengo nada en contra de que reivindiques con la sociedad, con tu esposa y con el propio Presidente. Pero no soporto tu maldita ambición que te hace creer que tu impunidad será eterna. Más pronto que tarde la Justicia te va a alcanzar. Por favor, toma todas las precauciones para que ese momento no arrastre a Petro y asume tus actos como los cometiste, solo, y porque se te dio la gana. Deja de limpiarte las manos (por no decir el culo) con las personas que en la vida te han dado la mano. No le hagas eso a Gustavo, por favor. Y la única manera de que no lo salpiques cuando estalle la bomba de tu pasado que no te va a dejar descansar hasta que se convierta en condenas, es estando lejos del Presidente. Por favor, por el bien de Petro, del país y del futuro de un proyecto en el que muchos creemos (y al que tú no perteneces), renuncia. Renuncia y sé feliz, pero sin hacer más daño porque ya has hecho demasiados estragos. Renuncia, en serio, por favor.
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