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Carta abierta a Antonella

Por Andrés Felipe Giraldo L.

Querida Antonella, aprovecho este impulso de actualidad para usar el recurso que usó María Jimena Duzán con el soterrado fin de acusar a tu papá de drogadicto sin prueba alguna, porque creo que se puede hacer un mejor uso de los rumores que ponerlos a circular de manera malintencionada en forma de “me contaron”.

Pues bien, el jueves pasado te vi salir muy molesta del Estadio Metropolitano de Barranquilla después de que un coro de desadaptados, incapaces de diferenciar un partido de fútbol de un escenario político, decidieron atacarte con improperios y cánticos en contra de tu apellido, el mismo de tu papá, que para tristeza de toda esa recua masificada, hoy es Presidente de la República, un trauma que aún no han podido superar.

Me gustaría decirte que esto va a cambiar y que va a dejar de ser así. Me gustaría decirte que el próximo partido de la Selección Colombia al que asistas vas a encontrar un público decente que sepa diferenciar el deporte del debate público y al Presidente de su hija. Pero no va a ser así. La huella que está dejando tu papá hiere con sal y limón a quienes han manejado a este país durante siglos. Las élites, esas que estaban cerca de tu palco, no le perdonan a Gustavo que todos los días amenace sus privilegios. Es decir, Antonella, en el Estadio las cosas no van a cambiar y menos en esa tribuna atiborrada de los invitados de los invitados que llegaron a ese lugar como han llegado a la mayoría de cargos en su vida, con base en intrigas, componendas, acuerdos torticeros y corrupción. En esas gradas jamás vas a encontrar amigos ni copartidarios. Esas sillas están reservadas para una oposición virulenta, ignorante y visceral que, enceguecida, es incapaz de diferenciar los espacios de las acciones. Pero no los culpes, básicamente viven de ser idiotas y sumisos, de repetir sin criterio alguno lo que escuchan, de vender el alma por un puesto o una prebenda, de odiar sin entender, de atacar sin reflexionar.

Por eso, querida Antonella, quiero decirte que a tu tierna edad vas a tener que madurar más temprano que tarde, acostumbrarte a estos incidentes en donde la masa oculta a los cobardes y consolarte que aunque a ti y a tu papá los ataquen en los estadios, en las calles los van a seguir llenando de cariño y abrazos, esas calles que le fueron tan hostiles a los millares de manifestantes que en el anterior gobierno fueron repelidos a sangre y fuego, manifestantes que fueron masacrados y desaparecidos impunemente. Aunque suene absurdo, consuélate con saber que esos que el jueves te gritaron, ahora están en sus casas departiendo con sus familias, que no hubo fuerza pública alguna que les reprimiera y que sin importar su tendencia ideológica, están sanos y vivos, como debe ocurrir con los disensos en una verdadera democracia.

No quiero decir que lo que te hicieron está bien, por el contrario, insisto en que son unos cobardes capaces de ensañarse con una menor de edad por el solo hecho de ser la hija del Presidente como si tú tuvieras la responsabilidad de lo que hace o deja de hacer tu padre, pero sí quiero decir que, aunque suene paradójico e injusto, eres tú la que tiene que entender en qué país te tocó nacer y qué retos inmensos tiene que asumir tu padre en esta coyuntura histórica, quien tiene que gobernar con toda la corriente en contra, porque la inercia de 200 años de elitismo, corrupción, privilegios y odios, no van a cesar de un día para otro.

Fíjate Antonella, que esa noche entrevistaron a don Luis Manuel Díaz, el recién liberado padre de nuestro ídolo Lucho, después de esos dos maravillosos goles que le dieron la victoria a la Selección por primera vez en toda la historia de las eliminatorias contra Brasil, y la periodista de Caracol tratando de inducir su respuesta, esperando una frase sencilla de vuelta le dijo “que viva la libertad”. Don Mane, como le dicen cariñosamente, respondió “que viva la libertad y que viva la paz”. Sin embargo, cuando publicaron la noticia, se quedaron solo en la primera parte, que viva la libertad. Deliberadamente decidieron cortar ese “y que viva la paz” que a don Mane se le ha convertido en un mantra desde su liberación, porque al gran establecimiento de Colombia, ese que domina los medios, no le conviene la paz. Porque es que la paz no es simplemente la ausencia de violencia a punta de miedo y represión para acallar a los pobres y oprimidos en favor de la dominación y los privilegios. No. La paz a la que le estamos apostando es mucho más ambiciosa, porque viene acompañada de justicia social y reconciliación de décadas de enfrentamientos entre múltiples actores que se han ido formando y deformando a través del tiempo, y esa paz mortifica a los grandes oligopolios que se han adueñado del país, porque desafía su poder. Es por eso que esos poderes colman los espacios que pueden comprar, y que mejor que un estadio en donde juega la Selección, en donde muchas de las boletas no se venden sino que se reparten entre los áulicos que se quieren sacar la foto con la camiseta de la Selección, que les regalan para ir a lo que fueron ese día, a gritarte, porque creen que así podrán debilitar al gobierno que no han podido debilitar en las calles, porque en las calles la gente de a pie apoya al Presidente.

Entonces, querida Antonella, no te sientas mal ni reacciones con hastío a este tipo de situaciones que seguramente seguirán pasando porque aún quedan poco menos de tres años de gobierno. Es decir, aún falta mucho como para desesperarse. Por el contrario, los desesperados son ellos que ven cómo, a pesar de que las reformas son saboteadas permanentemente en el Congreso, incluso por aquellos que se declararon como bancada de Gobierno, los temas que se están poniendo sobre la agenda irritan e incomodan a esas élites que envían a sus borregos a gritar al Metropolitano.

Porque mira que, por ejemplo, se están desnudando las terribles falencias del sistema de salud y la gente común, a la que les han negado las órdenes y las autorizaciones, por fin están entendiendo el por qué desde las raíces del problema estructural, más allá de un simple “no hay agenda” o “este medicamento no lo cubre el POS”. Esto es lo que pasa cuando el Gobierno pone en la agenda pública esos temas que por décadas han estado vetados y que solo se abordan superficialmente porque las reformas de fondo amenazan los negocios de quienes han convertido la vida y la salud en mercancía. Y así podría continuar con temas como la reforma laboral, que por fin favorece a los empleados y no a los empleadores, o la reforma pensional, que deja de engordar las arcas de los privados para que invierten el dinero a riesgo como si fueran a un casino para que la gente se tenga que pensionar con miserias, porque la plata que invirtieron durante años se fue pagando sobornos para que les dieran licitaciones de obras mal construidas.

Querida Antonella, por favor entiende que esos gritos que te dedicaron el jueves pasado creyendo que con eso le harían daño a tu padre, como hacen los cobardes que torturan a los hijos para que sufran los progenitores, más que odio tenían miedo. Miedo de defraudar a ese que les consiguió la boleta y que en serio odian a tu papá porque este Gobierno amenaza sus privilegios. Entiende que te tocó nacer en un país acostumbrado a la servidumbre en donde las bases se han plegado mansamente a las élites para recibir sus migajas antes que luchar por sus propios intereses de clase. Entiende que a cualquier intento por lograr una sociedad más justa, pacífica y democrática afecta los intereses de esos grupúsculos que se han nutrido de la violencia para despojar a los más vulnerables de lo poco que tienen para enriquecerse. Te tocó nacer en una época difícil para ser hija de un hombre revolucionario después de dos siglos ininterrumpidos de gobiernos elitistas. No te tocó fácil. Por eso endurece el cuero y crece para lo que viene que aún queda camino por recorrer. Al final, toda esa gente que te gritó terminó abrazada porque le ganamos a Brasil, algo que jamás había pasado en las eliminatorias.

Están pasando cosas que jamás habían pasado antes, querida Antonella, y eso no le gusta a muchos. Pero al final de todo este proceso, quizás seamos muchos más los que nos abracemos que los que nos gritemos. Ten paciencia y entiende la lucha que te tocó. No desesperes y no te sientas mal. Esto apenas empieza y muchos estaremos ahí para apoyarte y para apoyar las reformas que tanto se necesitan pero que tanta resistencia generan. De mi parte, un abrazo fraterno con la frase completa de don Luis Manuel Díaz: “¡Que viva la libertad y que viva la paz!”.

Con cariño,

Andrés Felipe Giraldo L.

*Fotografía tomada de El Tiempo.

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