Por Andrés Felipe Giraldo L.
En septiembre de 2019 escribí la historia de Andrés Felipe Ballesteros Uribe, un colombiano que fue detenido en Tanzania en agosto de 2014, cuando aterrizó en Dar es-Salam para pasar sus vacaciones, por cargos de tráfico de estupefacientes que hasta la fecha no han sido comprobados por la Fiscalía de ese país. De hecho, hace poco más de un año, el 14 de junio de 2019, Andrés Felipe fue absuelto por un juez tanzano y la Fiscalía desestimó los cargos porque en realidad no tenían ninguna evidencia para acusarlo. Sin embargo, la policía lo volvió a apresar para abrirle un nuevo proceso por los mismos hechos (porque la legislación tanzana lo permite), sin que existiera razón alguna o justificación para proceder de esa manera, violando todos los Derechos Humanos y las garantías de este compatriota. En este enlace pueden leer la historia: https://linotipia.com/la-tragedia-desconocida-de-un-colombiano-preso-en-tanzania/
A más de un año, un mes y dos semanas de haber sido decretada la libertad de este colombiano injustamente apresado, de haber sido detenido nuevamente, y a casi seis años de su retención inicial en la cárcel Keko de Dar-es Salam, su situación no avanza ni mejora. Todo lo contrario, su condición tiende a empeorar. A pesar de que el caso se hizo visible a raíz de esa primera publicación, y que mereció un pronunciamiento oficial de la Cancillería colombiana en octubre de 2019 para detallar la gestión infructuosa que había adelantado sobre el particular, en la actualidad parece como si Andrés Felipe una vez más se diluyera en el olvido, en la injusticia, en la miseria institucional de un país que no respeta los derechos fundamentales de un extranjero (al que ni siquiera le han podido armar un caso judicial para poderlo condenar) y lo mantienen en el limbo de la ignominia, el abandono y la humillación. A la desgracia judicial de Andrés Felipe, se suma la falta de diligencia y de resultados de la Cancillería colombiana, cuya Embajada en Nairobi, capital de Kenia, a la cual le corresponde velar por los colombianos en esa zona de África, se ha limitado a enviar notas verbales para averiguar por el avance del caso y por la situación de Andrés Felipe y a una cita con el Fiscal tanzano, pero sin ninguna exigencia explícita para lograr la libertad del connacional como consta en el comunicado de la propia Cancillería: (https://www.cancilleria.gov.co/en/newsroom/news/caso-connacional-preso-tanzania). El único funcionario del Estado que realmente se ha apersonado del caso ha sido el Defensor del Pueblo Carlos Negret, que ya logró la repatriación de algunos colombianos presos y condenados en Dubai (Emiratos Árabes), pero a quien le ha sido imposible lograr algo similar con Ballesteros Uribe por la intransigencia de las autoridades tanzanas y la falta de compromiso de la Cancillería colombiana.
Estos once meses, desde que publiqué el primer reportaje sobre este caso, han sido de altos y bajos para Andrés Felipe en Tanzania y para su familia que lo espera en Colombia. Juan Carlos Ballesteros, hermano de Andrés Felipe que vive en Costa Rica, quien ha estado al frente de todas las gestiones y diligencias para procurar su libertad, que ha tocado todas las puertas posibles para clamar por justicia para que su hermano sea liberado, me resume con estas palabras lo que ha podido hacer hasta el momento: “Siento que lo humano se ha agotado. Es el turno de lo divino, que es impredecible, de mucha paciencia y estar alerta a ángeles que se nos unen a un misterio que nos trasciende…”.
La visibilización de la tragedia de Andrés Felipe en los medios abrió una tenue luz de esperanza, pero no dio los frutos esperados. El caso fue tratado en radio y en televisión, apareció en los diarios más leídos de Colombia y, a pesar de ello, ninguna autoridad nacional o internacional hizo lo necesario para que a Andrés Felipe por lo menos le resuelvan su situación jurídica, lo que desembocaría necesariamente en su libertad (o en un reclamo formal por parte de las autoridades colombianas), porque las autoridades tanzanas no tienen ninguna evidencia contra él.
Andrés Felipe Ballesteros Uribe cumplirá 34 años en agosto. Los últimos seis años ha estado preso en condiciones infrahumanas en una cárcel de Tanzania. Salió de viaje cuando su pequeño hijo Nikolay tenía apenas cuatro meses de edad, se fue con la expectativa de regresar pronto al lado de su esposa para continuar con la crianza del niño y con sus actividades cotidianas como administrador de empresas. En la actualidad Nikolay tiene los años que Andrés Felipe lleva preso, no tiene recuerdos de él, no lo ha podido abrazar ni compartir momentos o fechas especiales al lado de su padre. Las condiciones en la cárcel de Keko se han complicado a raíz de la pandemia. La prisión fue cerrada en marzo y el alimento que le llegaba a Ballesteros por intermedio de terceros no pudo volver a ingresar. Bajó 20 kilos en un mes, algo muy grave para una persona de contextura delgada. La familia ha hecho ingentes esfuerzos para que Andrés Felipe se pueda alimentar, para que no lo dejen morir de hambre. La comunicación de él con su familia es cada vez más difícil, menos fluida, las cartas son cada vez más escuetas y desesperadas, la vida de Andrés Felipe se está apagando detrás de unos barrotes sin haber cometido crimen alguno, ante la lástima de muchas personas que conocen y se conduelen con su caso, pero que no pueden hacer mayor cosa, mientras su existencia se marchita por la inacción de las autoridades diplomáticas de Colombia y por la corrupción, negligencia y crueldad de las autoridades tanzanas.
Mi sensación sobre el caso es simple y obvia: Si Andrés Felipe Ballesteros Uribe fuera el hijo de algún político importante, si fuera una figura reconocida en el país, o si él o su familia tuvieran contactos en las altas esferas del Estado colombiano, ya estaría libre. Hace rato estaría libre. Alguien con poder e influencia estaría realmente afectado con este caso y estaría agotando las vías diplomáticas, los canales institucionales y la mediación de los organismos internacionales para rescatar a un connacional de las garras de un sistema judicial precario y corrupto como lo es el sistema tanzano. Pero Andrés Felipe es el hijo de una familia convencional de clase media colombiana, su padre es pintor y vive en el municipio de Anserma Caldas y su madre es una ama de casa que vive en Cali. Juan Carlos, cuyo corazón está tan preso como el cuerpo de su hermano, es psicólogo, y esto le ha servido para manejar esta tragedia con moderación y prudencia, apoyado en una fuerte espiritualidad y la contención que le da la religión siendo un tipo creyente y muy místico, convencido del poder de la fe y de los milagros. Esto lo ha mantenido en la lucha. Esas han sido sus únicas herramientas y ese es su único poder.
Mi llamado es para que como sociedad, como ciudadanía y como colombianos, no dejemos morir a Andrés Felipe Ballesteros Uribe en el olvido. Que quien tenga el poder para hacer algo, que por favor lo haga. A la Embajada de Colombia en Kenia está llegando Mónica de Greiff, quien tiene una extensa hoja de vida en el sector público y privado, y quien conoce bien cómo funciona la justicia. Ojalá se haga cargo de este caso como le corresponde y se apersone de la situación de este colombiano cuyo único apoyo gubernamental en la región es ella. Ojalá asuma el reto y logre los resultados que Andrés Felipe se merece, su libertad. Ojalá el Defensor Carlos Negret redoble sus esfuerzos en este mes que le queda de gestión, porque es incierto si su sucesor continuará con la tarea.
Esto va más allá de las ideologías o las corrientes políticas. Esta es la vida de un colombiano que se está apagando como el pabilo de una vela que se consume en una cárcel de Tanzania, lejos de los suyos, en condiciones deplorables e inhumanas que no se merece. Mi aporte para Andrés Felipe es este, mantener vigente su recuerdo en nuestras memorias, renovar en la opinión pública el sentimiento de la injusticia que se comete en contra de él y en contra de la familia que lo espera, que podría ser cualquier familia de un país que carga con el estigma del narcotráfico, en donde en el extranjero siempre se nos recibe bajo sospecha solo por tener pasaporte colombiano. Andrés Felipe es inocente y merece su libertad. Espero que las voces de mis lectores se unan a la mía para que este llamado llegue a los oídos de quienes tienen que hacer algo y que lo hagan, porque les corresponde, porque es su deber humanitario, porque un compatriota se está pudriendo en una cárcel miserable al otro lado del mundo sin merecerlo. Al menos en esto deberíamos mostrar un poco de solidaridad y empatía. #LibertadParaAndrésEnTanzania.
Fotografía tomada del video que tomó Juan Carlos Ballesteros de su hermano Andrés Felipe el 14 de junio de 2019, cuando disfrutó de unos minutos de libertad.
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