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¡Ajúa!

Por Andrés Felipe Giraldo L.

El pasado 12 de mayo el General Eduardo Zapateiro, comandante del Ejército Nacional de Colombia, concedió una entrevista al periodista Juan Lozano, director de Noticias RCN. En esa entrevista el periodista interrogó al comandante sobre el reciente escándalo sobre seguimientos llamados como “perfilamiento” por parte de unidades de inteligencia del Ejército en contra de periodistas, activistas de organizaciones sociales, políticos de oposición al Gobierno e incluso, a un exsecretario privado de la actual Presidencia, entre otros. Este escándalo salió al descubierto a finales de abril en la Revista Semana. El General Zapateiro, lejos de dar respuestas esclarecedoras o convincentes, se aferró a un discurso emotivo, religioso y marcial, apelando al amor del pueblo por “esta empresa”. Esa empresa es el Ejército Nacional. Evitó respuestas específicas sobre los móviles y propósitos de esos seguimientos y siguió apegado al libreto del Gobierno que dice desconocer quién dio las órdenes y para quién era la información de los llamados “perfilamientos”. Solo habló de manera vaga sobre la “Operación Bastón”, que son unos protocolos de contrainteligencia, sobre los que no dio mayor detalle porque la información, por supuesto, es confidencial. Señaló que se apartaron de la institución o se trasladaron más de 30 oficiales desde 2017, cuando empezó dicha operación. No dijo por qué ni para qué se tomaron esas medidas.

Las respuestas del General Zapateiro fueron al menos desconcertantes, por no decir atemorizantes. Cuando la opinión pública esperaba una actitud autocrítica, reflexiva, propositiva, orientada a apoyar las investigaciones y esclarecer los hechos y los móviles de esa persecución a periodistas, activistas y líderes de oposición, el comandante del Ejército se presentó en Noticias RCN, un canal afín al Gobierno, más para hablarle a sus tropas que a la gente común que ve noticieros en Colombia. Al final de la entrevista, Juan Lozano se veía más conmovido que el propio General con semejante despliegue de patriotismo y amor por el glorioso Ejército Nacional.

De las frases que más preocuparon del General Zapateiro fue en la que dijo “Jesús tuvo doce apóstoles y le fallaron dos, yo tengo 230.000 hombres”, no solo por el carácter mesiánico que se atribuye en un país tremendamente cristiano, sino porque esto sugiere que el comandante del Ejército está más preocupado por los militares que filtraron la información a los medios (los traidores) que por la gravedad de los hechos mismos.

En una institución profundamente jerarquizada, con una línea de mando inexpugnable, en donde a los reclutas les inculcan desde el primer día “que las órdenes se cumplen o la milicia se acaba” y en donde además los superiores son implacables con los subalternos que pretenden pensar por sí mismos, resulta increíble que pudiesen haber “ruedas sueltas” en el Ejército. Aún menos creíble es que esta rueda suelta esté en el área de inteligencia, que es tan importante y tan sensible para cualquier organización militar.

Es decir, que las preguntas más importantes para resolver en esa entrevista no fueron respondidas y esas respuestas se escondieron detrás de un discurso marcial plagado de sensiblería, mística y un llamado tácito a las tropas a la lealtad, el espíritu de cuerpo y la debida obediencia, principios militares por excelencia, que entre líneas no son más que un vehemente llamado al silencio para evitar que más información se filtre, no para que estos hechos no se vuelvan a presentar.

La democracia en Colombia está corriendo un peligro real. Cuando las Fuerzas Militares, que están llamadas por Constitución a proteger la vida, honra y bienes de todos los colombianos, toman partido por el establecimiento (como ha sido en gran parte de la historia republicana de Colombia), usa sus organismos de inteligencia para intimidar periodistas, líderes de organizaciones sociales y opositores políticos; y además nadie responde quién dio las órdenes ni para qué, el manto de duda no recae solo sobre el Ejército, sino que pone en entredicho las libertades y los derechos de todos los colombianos, porque estas actividades no van solo en contra de las víctimas de manera particular, sino en contra de la Constitución misma.

Estamos en una época en la que el Ejecutivo, debido a la coyuntura de la pandemia, ha aprovechado para concentrar gran parte del poder del Estado sin resistencia de las demás ramas del poder público. En el Congreso la oposición es minoritaria y no tiene mayor capacidad de acción. Por eso, cuando la Cámara de Representantes por fin puede sesionar, lo hace para declarar al carriel antioqueño como patrimonio cultural de la Nación y no para hacer control político de hechos tan graves como los que acá se señalan. La Rama Judicial anda encartada con términos vencidos que están dejando a los corruptos en la calle o resolviendo los encargos del partido de Gobierno. La Corte Constitucional, por ejemplo, lejos de reparar en las flagrantes violaciones en contra de los derechos fundamentales que se vienen presentando en este momento de la historia, está analizando meticulosamente como habilitar la segunda instancia para una sola persona, cuyo caso judicial ha sido profundamente repasado por las autoridades de más alto nivel en Colombia e incluso en los Estados Unidos, en donde estuvo prófugo Andrés Felipe Arias durante varios años evadiendo su sentencia. Allí están los esfuerzos de la institucionalidad entera, en los encargos del partido de Gobierno y en los intereses del uribismo en general.

Y como colofón, el Gobierno gasta miles de millones de pesos en su imagen, en pagar ejércitos de trolls y de bots para que, no contentos con coartar derechos en la vida real y cotidiana, inunden las redes sociales para atacar las voces disidentes y críticas del gobierno. Son incontables las cuentas en twitter y en facebook recién creadas, de pocos seguidores, con avatares inidentificables y anónimas, que aparecen en hordas como fantasmas para atacar, insultar y amenazar a las personas que mantienen posturas críticas y contrarias al uribismo.

Es extraño que a estas alturas, después de años de operaciones y panfletos amenazantes, los organismos de inteligencia del Estado no sepan quiénes son en realidad las autodenominadas Águilas Negras. Pero sí saben, por ejemplo, en dónde viven, con quién hablan y hasta a qué hora van al baño los periodistas, líderes de organizaciones y políticos de oposición. Es extraño (y muy preocupante) que muchos de los nombres de los personajes “perfilados” por el Ejército, sean los mismos que aparecen en los panfletos de amenazas de las Águilas Negras. Los líderes sociales siguen siendo asesinados en todo el territorio nacional en total impunidad y nadie sabe quién los mata. Los grupos armados son la ley en donde el Estado nunca llega, y nadie sabe quiénes son. Y al final, nadie sabe quién dio las órdenes para “perfilar” a las personas que aparecieron en el informe de Semana, nadie sabe para quién era esa información. Pero el 99% del Ejército, según el General Zapateiro, hace bien su trabajo. ¿Qué tal que no lo hicieran tan bien General?

El problema es estructural, es de fondo, es histórico. La democracia pende de un hilo porque no son las Fuerzas Militares el estandarte de la democracia. Usualmente las Fuerzas Militares son los estandartes de las dictaduras. Son los derechos, las libertades y las garantías constitucionales los estandartes de la democracia y las Fuerzas Militares, al menos en la Constitución del 91, están concebidas para defender esos principios y esos valores de la democracia. Y no lo están haciendo General Zapateiro. No lo están haciendo bien. La JEP está demostrando que no lo están haciendo bien desde hace algunas décadas y por eso el uribismo quiere acabar con ese mecanismo de justicia transicional, porque allí se están develando los vínculos de un establecimiento corrupto aliado con las mafias que instrumentalizó a las Fuerzas Militares para proteger sus privilegios y sus propios intereses. Así que si de verdad quiere recuperar el honor de su empresa, de su Ejército, General Zapateiro, empiece por reconocer que los están usando vilmente para imponer una dictadura de derecha en Colombia para que persiga, acalle y someta a la oposición. Si de verdad quiere recuperar el honor de su Ejército, no se preste para esa violación flagrante de los derechos y las libertades que consagra la Constitución del 91. Si de verdad quiere recuperar el honor del Ejército, entienda que el triunfo está en la paz, en recuperar la tranquilidad y el sosiego en el campo y en las ciudades para la gente común, para la gente más pobre y vulnerable, y no en millares de bolsas blancas y negras ensangrentadas con cuerpos adentro, culpables o no, para dar la sensación de que están ganando una guerra que no son más que colombianos matándose entre ellos mismos.

Su discurso no debería ser místico ni matafísico, general Zapateiro. Es gente de verdad la que está sufriendo el rigor de las persecuciones y las muertes en el campo. Las cifras que usted da sobre las encuestas en las que la gente ama a su Ejército no son más que ilusiones. Ilusiones que también compra el Gobierno que usted tanto admira. Cuando desde la oposición sintamos más admiración que miedo con sus ¡Ajúa!, cuando creamos que salir a las calles a protestar y al campo a trabajar es realmente seguro porque las Fuerzas Militares están al servicio de todos los ciudadanos y no de una minoría que manipula a una mayoría, incluyéndolos a ustedes, valdrán la pena sus llamados a querer y a valorar al Ejército Nacional. Por ahora usted da entre risa y miedo, General. Más miedo que risa.

Comments (2)

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