Por Camilo Cabarique
En la tarde del pasado lunes 03 de octubre, en uno de los noticieros locales salió una noticia: «Colombia está entre los 10 países en los que importa más la salud mental que el COVID 19». Inicialmente vi con buenos ojos esta noticia creyendo que, al haber superado parcialmente una crisis sanitaria de tal magnitud, que tuvo un gran impacto en la salud mental a nivel mundial, el objetivo actual estaba dirigido a mejorar la atención en salud mental de los colombianos. Cuán grande fue mi decepción cuando el comentario de la reportera, con un tono irónico y despectivo fue «…estudios revelan que el país está entre los diez primeros del mundo en donde preocupa más la salud mental que la pandemia…».
Desafortunadamente, el tema de la noticia nunca fue la salud mental, sino una crítica a la baja percepción que existe en el momento frente al riesgo de contagio por COVID-19 y de cómo pareciera que los colombianos hemos bajado la guardia frente a esta enfermedad, sin destinar un momento a hablar de la salud mental, salvo en el título de la noticia. Con base en esto, me queda la impresión de que el mensaje de esta supuesta noticia era «¿cómo es posible que a los colombianos les preocupe más su salud mental, en lugar del COVID-19?»
Mensajes como éstos lo único que causan es que las personas teman o eviten hablar de su salud mental, al considerar que hablar de sentimientos, de estados emocionales, de preocupaciones o estresores es «mostrarse débiles», es una «falta de carácter», es no «saber apreciar lo que se tiene», etc. Uso las comillas en este caso, dado que, en mis tres años como psiquiatra general, estas han sido muchas de las razones por las cuales no había acudido a una valoración por un profesional en salud mental, sumado al mayor estigma de todos que es «yo no estoy loco».
Pedir atención por un profesional en salud mental, psicología o psiquiatría, no es sinónimo de locura; no significa que quien decide consultar haya perdido su capacidad de afrontar sus problemas o haya perdido su contacto con la realidad y deba ser internado en un modelo manicomial, el cual se encuentra en desuso desde finales del siglo XX. Incluso con los pacientes con enfermedad mental severa, en la actualidad, se busca que el manejo en Unidades de Salud Mental sea el último recurso frente a una crisis, afectiva o psicótica, buscando minimizar al máximo el riesgo hacia la misma persona o a terceros. Tampoco significa que la persona «no aprecia» o «no valora lo que tiene», pues incluso en las personas con altos ingresos y con todas las necesidades básicas satisfechas se presentan síntomas ansiosos o depresivos.
A diferencia de como lo hizo ver esta noticia, la salud mental es un tema que debería tener cabida en nuestro léxico habitual con la preocupación e interés adecuado para evitar estigmas, para que quienes padecen de algún grado de afección en su esfera mental no sufran de una victimización secundaria por falsas creencias frente a lo que la salud mental realmente es.
*Ilustración: Nicolás Giraldo Vargas.
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