Por Johanna Bazurto
El adagio reza “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”, pero nuestra realidad es triste y casi nadie dura cien años. Hay cuerpos que desfallecen sin haber vivido lo suficiente para contar sus historias.
Me atrevo a decir que el tiempo se agota para Andrés Felipe Ballesteros, nuestro hermano colombiano que se encuentra preso en Tanzania desde 2014 como consecuencia de un proceso turbio, corrupto y espantoso que cambió su vida y la de su familia y que, hasta hoy, es una amarga pesadilla que ya debería terminar. El mal de Andrés Felipe lleva seis años y diez meses, y su cuerpo ya empezó a debilitarse, se agota la resistencia de este hombre colombiano que un día fue noticia nacional, pero de quien el gobierno parece haberse olvidado. Hoy más que nunca necesita de la solidaridad que nos identifica y nos une en situaciones adversas.
En junio de 2019 hubo una gran luz de esperanza para Andrés Felipe y su familia; contemplaron su libertad por efímeros cinco minutos porque, finalmente, después de casi cinco años, se llevó a cabo un juicio en el que el juez Hon Matupa de Dar es-Salam sentenció su libertad y cerró el caso por falta de pruebas que debía suministrar la Fiscalía Pública de Tanzania. Su hermano, Juan Carlos Ballesteros, quien se apersonó del caso desde agosto de 2014 cuando empezó este drama, estuvo con Andrés Felipe en este momento y grabó con su celular los efímeros minutos de libertad de su hermano menor. Con su cámara captó el rostro de júbilo y esperanza de Andrés Felipe, la ausencia de su voz debido a la emoción y los sentimientos encontrados que lo poseían en ese momento. Pero la pesadilla sin fin se reactivó al momento, cuando la policía lo detuvo nuevamente de manera “preventiva” porque la Fiscalía Pública, en cabeza del director Biswalo Mganga, había tomado la decisión arbitraria e imprevista de reabrir el caso en su contra, siendo este un acto violatorio de los Derechos Humanos; que en un país como Tanzania, dictatorial e impregnado por la corrupción, importa muy poco. Como si se tratase de una película de terror, lo inculparon nuevamente y lo encarcelaron por el mismo delito, procedimiento que, según las normas en Tanzania, es legal en ese país.
Andrés Felipe y su hermano Juan Carlos, lamentablemente, no han contado con una asesoría legal adecuada en este tipo de procesos, pues desconocían que existía la opción de haber solicitado un Habeas Corpus que posibilitaba la apelación de esta detención, lo que hubiera dado algo de tiempo a los hermanos para realizar los tramites correspondientes frente al consulado para su libertad. Si bien es cierto, Juan Carlos Ballesteros, que de por sí es un hombre muy agradecido, noble y espiritual, no ha desconocido la disposición de los diplomáticos de Colombia que están a cargo del caso en el consulado en Nairobi, Kenia, que deben atender a los connacionales en Tanzania, como es el caso de su hermano, también es cierto que esta autoridad colombiana ha actuado de manera sumisa, tibia y poco punzante a la hora de exigir respeto por los derechos y diligencia para que se resuelva su situación de manera ágil en el caso de este compatriota, lo que debería ser un asunto imperativo y relevante dentro de las funciones de la Embajada colombiana en un país tan lejano.
Sin embargo, hoy se abre nuevamente esa luz de esperanza y libertad para Andrés Felipe Ballesteros, dadas las circunstancias actuales de cambio de Gobierno en Tanzania. La muerte del presidente de Tanzania, John Magufuli, el pasado 17 de marzo de 2021, dejó como su sucesora a Samia Suluhu. Esta mujer musulmana asumió el cargo con la determinación de reestructurar y brindar a los tanzanos un mejor gobierno, enmarcado en la justicia y la recuperación de la transparencia. Dentro de los cambios de su nuevo gobierno, se encuentra la asignación de Sylvester Mwakitalu como nuevo director de Fiscalía Pública, quien tendrá control sobre el caso de Andrés Felipe. Esta ha sido la mejor noticia en los últimos dos años desde que Andrés fue detenido nuevamente por las autoridades Tanzanas, por orden del director de Fiscalía Pública Biswalo Mganga, que tuvo control de su proceso desde 2014, y quien, según declaraciones de Juan Carlos Ballesteros, fue el principal obstáculo para su liberación, y mantuvo apatía constante frente a las sumisas peticiones hechas por la diplomacia colombiana de ese entonces. Mganga fue retirado de su cargo debido a que actualmente enfrenta un proceso en su contra por corrupción, de acuerdo con información publicada en medios de comunicación de Tanzania. Otro de los vientos que puede soplar a favor de Andrés Felipe es la llegada de Mónica de Greiff a la Embajada de Colombia en Kenia, más exactamente en Nairobi que, por ubicación, como ya se explicó, es la Embajada encargada de procesos de colombianos en Tanzania. Mónica de Greiff cuenta con un muy buen bagaje en altos cargos del Estado, fue Ministra de Justicia y Derecho de Colombia en 1989, fue consejera de Asuntos Internacionales en la Presidencia de Ernesto Samper y ha tenido reconocimientos importantes en el desarrollo de sus labores. Por lo tanto, ella es pieza clave en la resolución del proceso de Andrés Felipe.
El caso de Ballesteros requiere agilidad, severidad y exigencia por parte de la diplomacia colombiana para su resolución. De acuerdo con las investigaciones de Juan Carlos Ballesteros, el nuevo director de Fiscalía Pública Sylvester Mwakitalu, estará un mes en la ciudad de Dar-es-Salam, la misma en la que se encuentra la prisión de Keko en la que está recluido Andrés Felipe. En este tiempo de estadía el nuevo director se dedicará a finiquitar los procesos de condena de los presos más antiguos de la cárcel de Keko que está diseñada para 300 personas y alberga, según fuentes tanzanas, hasta 1600 reos. Si bien es cierto, el caso de Andrés Felipe lleva casi siete años desde su detención, no es el único, y cómo en toda situación de multitudes, los primeros favorecidos son por los que alguien reclama, preferiblemente alguien que conozca cómo y para qué sirve la diplomacia en la protección de los derechos de los connacionales. Es decir, alguien capaz de hacerse escuchar como la actual embajadora Mónica de Greiff.
Debido a que Tanzania es un país en el que los procesos son paquidérmicos por temas de tramitología y deficiencias tecnológicas, que en cierto modo los hace rudimentarios, la estadía de los fiscales en las ciudades es determinante en el avance de casos, pues una vez este sale de la ciudad, puede pasar mucho tiempo hasta su regreso. En este sentido, los casos se pueden congelar hasta dos años más, esperando nuevamente un juicio. El nuevo director Mwakitalu lleva una semana en la ciudad de Dar-es- Salam. Lo que anhelan Juan Carlos y Andrés Felipe Ballesteros es que durante las tres semanas restantes de su corta estadía, el consulado colombiano, en cabeza de la embajadora de Greiff se pongan en contacto con él y reactiven las exigencias en la resolución de su caso y, finalmente, se logre su justa y anhelada liberación.
Esta suma de circunstancias positivas abren una posibilidad de libertad para Andrés Felipe, dado que las acciones de gobierno de la nueva presidenta apuntan a cambios con procesos justos. El nuevo director de la Fiscalía Pública es alguien con la mente fresca frente al caso de Ballesteros, y no tendría por qué ser un detractor en su proceso de libertad como lo fue el director anterior Biswalo Mganga. De otra parte, la nueva embajadora de Colombia es una mujer preparada, con conocimiento y trayectoria en procesos internacionales, que puede ejercer presión para llevar a cabo una solicitud certera, soportada en la exigencia de los Derechos Humanos de un hombre y, sobre todo, en los derechos constitucionales de un colombiano. Todo es cuestión de actuar contra el reloj, pero con diligencia y astucia, en pro de la libertad de un hombre que tiene derecho a dar fin a este mal y a que su cuerpo resista muchos años más.
Para dar contexto, vale la pena decir que el proceso de Andrés Felipe ha sido presuntamente ilegal, lento, arbitrario e injusto, debido a las leyes dictatoriales del anterior Gobierno tanzano bajo el mandato de John Magufuli, presidente fallecido de Tanzania. Ese gobierno se caracterizaba por la corrupción en los procesos, por la carencia de justicia y legalidad, y por la poca sinergia y empatía para dialogar y realizar acuerdos con gobiernos de otros países. Como lo mencionó Juan Carlos Ballesteros al medio de comunicación Krak Media en 2019, cuando se hizo pública la historia de su hermano, este fue víctima de un modus operandi en Tanzania, en el que muchos turistas, de acuerdo a su apariencia, eran detenidos en el aeropuerto y posteriormente encarcelados bajo delitos menores, en aras de que sus familias paguen significativas sumas de dinero para resolver su proceso legal y posterior liberación.
A Andrés Felipe Ballesteros le tocó esta lotería maldita y en agosto de 2014, cuando iba de vacaciones a celebrar su cumpleaños numero 28 en las famosas playas de Tanzania y fue detenido en el aeropuerto por las autoridades del país. Los policías le hablaron en la lengua oficial de Tanzania, el suajili, lo retuvieron y lo encarcelaron por presunto tráfico de estupefacientes, sin darle la posibilidad de al menos entender por qué lo estaban acusando. Tampoco le dijeron qué tipo de estupefacientes había ingresado al país y ni siquiera le indicaron la cantidad exacta que habían encontrado, hecho determinante para que se reconociera como un delito.
En 2019, cuando Krak Media hizo un artículo completo sobre su historia, varios medios de comunicación importantes de Colombia se interesaron y difundieron la noticia. Su hermano Juan Carlos vive agradecido con la solidaridad de muchos colombianos que se acercaron a él y de muchas maneras le ofrecieron su ayuda y afecto. Dentro de esas personas solidarias estuvo el Defensor del pueblo de ese entonces, Carlos Negret. Este hombre desde la Defensoría de Pueblo lideró el ente gubernamental colombiano más efectivo que ha tenido el proceso de Andrés Felipe. Lamentablemente, el Defensor Negret no pudo conseguir mucho, debido a la apatía y mala voluntad del director de Fiscalía Pública encargado Biswalo Mganga, quién estaba amparado por el gobierno del fallecido presidente tanzano John Magufuli.
Juan Carlos Ballesteros relata que una vez terminó el periodo de Negret como Defensor del Pueblo ha intentado que el nuevo Defensor, Carlos Camargo, se interese en el caso de su hermano con muy poco éxito, pues no ha sido posible obtener una respuesta positiva o un acercamiento por parte de la actual Defensoría del Pueblo de Colombia. Tanto Juan Carlos como Andrés Felipe y su familia esperan que la Embajada de Colombia en Kenia se solidarice y se interese en él, se pongan en contacto en el término de estas tres semanas con el nuevo director de Fiscalía de Tanzania, para que su caso sea tenido en cuenta en este momento en el que se están cerrando procesos antiguos por delitos menores en la ciudad de Dar-es-Salam. De no ser así, Ballesteros deberá continuar recluido en la cárcel de Keko hasta que el director de Fiscalía Pública regrese a esta ciudad o hasta que haya un nuevo juicio en su contra, proceso que puede tardar varios años más. La otra carta que tiene Juan Carlos Ballesteros para jugarse, en el peor de los casos, es que si durante este mes de estadía del director Sylvester Mwakitalu en Dar-es-salam no se resuelve el caso de su hermano, la Defensoría del Pueblo, en cabeza del Defensor Camargo, exponga en caso ante el “Grupo de trabajo sobre la detención arbitraria” de Naciones Unidas o lleve el caso directamente a la Comisión de Derechos Humanos en Suiza.
Para que el caso de Andrés Felipe tome peso y tenga relevancia este debe ser expuesto por un ente gubernamental como la Defensoría del Pueblo. Por eso se hace imperativo que el Defensor Camargo se solidarice y se interese en su caso, de lo contrario, el mal de Andrés tomará más fuerza sobre él y su cuerpo posiblemente no lo resista por mucho más tiempo.
En agosto de 2021 Andrés Felipe Ballesteros cumplirá 35 años y sus anhelos han cambiado. Pese a ser un completo “trotamundos” solo quiere la estabilidad constante de su familia en su país, en su tierra. Por una “maravillosa desgracia”, en términos de Juan Carlos, su hermano, este episodio ha hecho de Andrés un hombre más espiritual, que ha forjado amistades sólidas y valiosas, con muchos hombres que comparten su triste suerte. Además, se ha convertido en soporte para ellos y ha aprendido a resistir aún en condiciones infrahumanas como las que viven los reos de la cárcel Keko en Dar-es-Salam. Físicamente también ha tenido una transformación extrema, después de haber estado a punto de fallecer por inanición. Es un hombre que pasó de pesar 75 kilogramos a pesar en la actualidad 55 kilogramos, su cuerpo está cansado, y su fortaleza radica en el amor que le profesa su familia y en la esperanza de conocer a su pequeño hijo Nicolay, quien tenía apenas unos meses de nacido cuando Andrés Felipe viajó a Tanzania.
Solidaridad total con Andrés Felipe Ballesteros para que logre por fin su anhelada libertad. #LibertadParaAndrésEnTanzania.
Ilustración: Nicolás Giraldo Vargas (c)
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