Por Andrés Felipe Giraldo L.
Colombia está ideológicamente tan metida entre los árboles que no ha dimensionado el valor del bosque. Mientras desde la oposición torpedean a diario el proyecto político que gobierna, con razones y sin ellas, la democracia en Colombia vive uno de los momentos menos azarosos de su historia. Y esto es lo que no se ve.
Muchos profetizaban que un gobierno de Gustavo Petro nos convertiría en una segunda Venezuela, que se iba a perpetuar en el poder, que su “dictadura” iba a expropiar indiscriminadamente y que en Colombia se iban a acabar todas las libertades. Han pasado dos años y nada de lo que especularon los profetas del caos se ha cumplido. Ni se va a cumplir. Los hechos son tan diáfanos que por más que la prensa tradicional se ha empecinado en seguir vendiendo teorías tremendistas sobre los riesgos que se ciernen sobre la democracia en Colombia, a punta de mentiras y verdades a medias, que la oposición política pretende hacerle creer a la gente que nunca habíamos estado peor, a pesar de que venimos de sus gobiernos, y que los biempensantes hacen guiños y complementos elaborados a esas especulaciones tan absurdas; la institucionalidad en Colombia se fortalece y gran parte de las libertades y derechos gozan de buena salud.
Es importante notar lo anterior porque este es un patrimonio que Colombia no puede perder. No importa qué pase en las próximas elecciones ni quién gane la Presidencia o las mayorías en el Congreso, si las libertades que se respetan hoy se siguen respetando; porque esto permite que el debate y la deliberación construyan cauces para que mejore la calidad de los argumentos y para que la controversia social sea mucho más productiva que los insultos, las arengas y los titulares tremendistas. Por ejemplo, dejar hablar a Vicky Dávila sin límites terminó desnudando sus verdaderas intenciones. No vale la pena ni mencionarlas. Son evidentes. Por supuesto, sus acciones le hacen un tremendo daño al periodismo, pero al mismo tiempo se hace notorio qué intereses mueven a los grandes medios en Colombia. Y la gente ve esto, y construye su propio criterio, y empieza a cuestionar la calidad de la información que le llega y los intereses que la atraviesan. Esto, aunque parezca extraño, fortalece la democracia, porque los medios perdieron el monopolio de la información desde que las redes sociales ampliaron el espectro de las fuentes, y una noticia falsa puede ser desmentida en tiempo real desde su origen. Ahora a los grandes medios les queda mucho más difícil manipular a la opinión pública, porque la información ya no les pertenece exclusivamente.
Es claro que este gobierno es tremendamente urticante para el establecimiento y que los que siempre han detentado el poder ven amenazados sus privilegios por las políticas que se están impulsando desde el Ejecutivo. También es evidente que ese establecimiento es dueño de los grandes medios de comunicación, que a su vez son dueños de los grandes grupos económicos que manejan las grandes contrataciones con el Estado desde hace décadas. Este gobierno incomoda, pero no ha dado la menor señal de ser un gobierno autoritario o represivo. Todas las reformas se han llevado por la vía institucional, sin violentar la Constitución y con todos los controles desde las tres ramas del poder público, cuya independencia también se ha respetado. Por ejemplo, Petro no ternó amigos para la Fiscalía o para la Defensoría del Pueblo, entidades para las cuales tiene el mandato constitucional de presentar candidatos para que la Corte Suprema y la Cámara de Representantes elijan, respectivamente. Para estas entidades ternó solamente mujeres, algo inédito desde 1991 cuando se crearon esas dos instituciones, y ninguna perteneciente a su círculo cercano. Ternó mujeres cuyos perfiles hacen méritos para el cargo. La diferencia con los gobiernos anteriores salta a la vista.
Este gobierno está lejos de ser perfecto. Los escándalos de corrupción son innegables y le han significado un alto costo político al Presidente en cuanto a su legitimidad y su gobernabilidad. Pero, como debe ser, los delitos se están investigando por las autoridades competentes y todo el entramado de corrupción que afectaba a entidades como la UNGRD se está destapando, no solo por lo que hicieron durante este gobierno, sino porque se están descubriendo las entidades que le servían de caja menor al Ejecutivo desde siempre. Y eso también es bueno para la democracia. La corrupción no debe servir a ningún régimen y si se descubre, por el contrario, debe ser atacada con toda contundencia y el gobierno debe asumir el costo político. De nada sirve meter las manos al fuego por presidentes eternos o mantener en el cargo a funcionarios probadamente corruptos. Lo conducente es dejar que las investigaciones avancen y que los responsables sean procesados y juzgados como corresponde. Pero también es responsabilidad de la ciudadanía ponderar la información a la que tiene acceso y diferenciarla de los avances en las pesquisas judiciales, que van a ritmos completamente diferentes y que responden a intereses divergentes.
Lo que no se ve de este gobierno es que, más allá de sus aciertos o sus equivocaciones, profesa un profundo respeto por la institucionalidad, las libertades y la democracia. La gente ha podido salir a las calles a protestar y todos los manifestantes regresan a salvo a casa con sus dos ojos, como debe ser. La gran prensa ha podido mentir, tergiversar, fabricar y magnificar la información y del gobierno solo han recibido rectificaciones y réplicas en las redes sociales, porque el Presidente también es ciudadano y tiene el derecho a defenderse como tal. Las elecciones regionales de 2023 se llevaron a cabo sin inconvenientes y en gran parte del territorio nacional ganaron los partidos y la coaliciones de la oposición que han podido gobernar sin restricción alguna. Lo que no se ve es que a pesar de que muchos predecían que el gobierno de Petro sería una dictadura, aún lo pueden seguir diciendo con toda libertad, sin que ninguna fuerza los reprima. Esta debe ser la dictadura más pendeja que ha existido en toda la historia, y qué bueno que sea así.
De otra parte, la economía del país, tan manoseada por algunos economistas que creen que con términos rimbombantes y anglicismos pueden escandalizar a una sociedad, se mantiene o mejora en la mayoría de los indicadores. Se ven tristes los que auguraban que el dólar iba a treparse a los diez mil pesos o que la inflación iba a sobrepasar los límites históricos. Tampoco se ha ahuyentado la inversión extranjera y con la industria nacional pasa lo que siempre ha pasado, abren y cierran empresas todos los días, sin que esto sea un signo de que la economía va mal, por más que los medios se empeñan en explicarnos que sí, que estamos muy mal. Conozco mucha gente cercana que se queja de que al país le va mal, pero a ellos les está yendo cada vez mejor. Es raro.
En resumen, lo que no se ve es que el primer gobierno de izquierda en más de 200 años de vida republicana no es una dictadura ni pretende perpetuarse en el poder. Las ideas delirantes de la reelección solo le hacen daño a un proyecto político de largo aliento que cree en las reglas actualmente establecidas y por eso no encuentran mayor eco ni en las propias filas. En lo que confiamos es que la democracia va a sobrevivir no solo este, sino a los gobiernos venideros, lo que va a redundar en un sistema más sano y vigoroso en el que la alternancia sea posible y en la que los argumentos y las propuestas se deban hacer cada vez más fuertes para convencer a una ciudadanía cada vez mejor formada e informada. Porque más allá de los malos o los buenos gobiernos, la sociedad debe defender desde todas las orillas las libertades que nos permiten seguir eligiendo, que es nuestro mayor patrimonio.
Decir que se defiende la democracia pretendiendo derrocar a un presidente que ha sido elegido por la ciudadanía libremente en las urnas es un contrasentido total. Es un ataque a los derechos de más de once millones de personas que votaron libremente y que lo quieren volver a hacer en 2026, y cada vez que se convoque a elecciones, como corresponde en una democracia. Azuzar a las Fuerzas Militares para que se subleven contra un gobierno popular sí es de dictadores. Las FFMM están para proteger la Constitución y no a los dueños centenarios del país, a los poderosos de siempre, o a un grupo que considera que sus privilegios son sus derechos y que los derechos de los demás son privilegios inmerecidos.
Lo que no se ve es que aún podemos ir a las urnas y votar libremente, que la libertad de expresión sigue siendo un derecho supremo, aunque sea para mentir, y que a pesar de todos nuestros problemas, tenemos un tesoro en nuestra democracia que, aunque con defectos y precariedades, nos permite tener estas discusiones sin temer que la represión nos alcance por lo que pensamos o decimos.
Este es el patrimonio por el que tenemos que luchar como sociedad: que las deliberaciones se den con palabras y no con balas; que la evolución de la democracia nos obligue a mejorar los argumentos; y que nos preocupemos por formar mejor a los ciudadanos en las lides políticas para que fortalezcan su carácter y su criterio, con el fin de que analicen la información a la luz de sus propias realidades y con sus propios elementos. Lo que no vemos es que aún tenemos derechos y libertades, y que vale la pena ejercerlos con responsabilidad para que no nos falten en el futuro. Lo que no vemos es que la democracia que hoy nos permite expresarnos con libertad nos puede faltar un día si el miedo le gana a la razón. No vivimos bajo un gobierno perfecto, ni en un sistema perfecto, y, de hecho, tenemos demasiados problemas. Pero aún tenemos la capacidad de deliberar y elegir, y es importante reconocer y valorar que el gobierno actual está respetando eso. Por eso, tenemos que luchar. Y eso es lo que debemos ver para que en el futuro no nos falte.
*Fotografía tomada de Portafolio.
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