Por Camilo Andrés Cabarique Méndez
En este momento, se encuentra la película «La Sustancia» en carteleras de cine, un largometraje de Coralie Fargeat del cual me gustaría exponer mi punto de vista, en especial desde mi perspectiva como psiquiatra. Antes de empezar, es importante hacer una advertencia de spoiler para quienes no han visto la película aún. De forma muy resumida, la trama trata de una sustancia que, al inyectarse, produce una mejor versión de uno mismo. Dicha sustancia ayuda a una actriz a reencontrarse con la fama y la popularidad que los años le habían quitado a su carrera; evidenciando los desmedidos estándares de belleza que llevan a una minimización del esfuerzo y el talento del personaje causada únicamente por el hecho de haber pasado de cierta edad.
Sin embargo, si se analiza esta película desde la dinámica de las adicciones, nos brinda una perspectiva sumamente realista con respecto a lo que vive una persona con cualquier trastorno adictivo, tanto en lo físico como en su esfera mental. En la película, hay tres sustancias: la activadora, encargada de producir la «mejor versión» de quien se la inyecta, formando así dos cuerpos, el original y la nueva versión; la estabilizadora, la cual debía ser extraída del cuerpo original, y la nutrición para cada cuerpo cuando «no se está usando». Hacia el final de la película, aparece una cuarta sustancia: la finalizadora, la cual destruía la nueva versión una vez era totalmente inyectada en el cuerpo. De igual manera, este intercambio de cuerpos venía con una especie de advertencia: «Tienes siete días para habitar cada cuerpo y después, necesariamente, debes cambiar». A los ojos de cualquier persona, esta advertencia puede parecer sencilla de realizar, y este punto es parte de lo que se relaciona con la adicción. Durante el desarrollo de la película, la nueva versión comienza a aumentar los tiempos de cambio, extrayendo de más la sustancia estabilizadora, con lo que se comienza a ver un deterioro en el cuerpo original, a tal punto de que llega a aparentar una edad alrededor de los 80 años, junto con marcadas deformidades a nivel óseo. Pese a estos daños y el evidente sufrimiento que el personaje muestra al volver a su cuerpo original, lo único que desea es que los siete días que debe estar en su cuerpo pasen para volver a hacer el cambio, sin importar lo que esto conlleve para su salud.
De igual manera, y a pesar del deterioro, cuando la protagonista se plantea en un principio parar, esta necesidad de fama y sensación de bienestar le obligan a seguir. Incluso, cuando toma la decisión de terminar con la situación, se arrepiente. Así la película toma un giro, en el que las dos versiones se encuentran y pelean. La nueva versión es la vencedora y termina realizando una serie de conductas que llevan a la creación de un monstruo, el cual es rechazado por la sociedad. Al final, las tres versiones de la protagonista mueren. Estas tres versiones representan, a mi juicio, a la persona que sufre la adicción, a la adicción en sí misma y a los juicios que le hace la sociedad al adicto; que, como bien lo dicen en la película, son tres aspectos del mismo ser.
En este punto, se pueden ver distintas facetas de la adicción. Está lo que llamamos los factores de riesgo que llevan a un primer consumo: una carencia de múltiples aspectos, interacciones sociales negativas, una red de apoyo débil o nula, la pérdida de garantías primarias (comida y techo), la pérdida de empleo, entre otras. Lo anterior, lleva a ideas de inutilidad y de desesperanza que son de algún modo ocultadas por el consumo de sustancias y la sensación de bienestar casi inmediato que producen. Para el caso de la protagonista, dicha sensación de bienestar se ve encarnada en la creación de su versión más joven y la obtención del reconocimiento perdido.
Así mismo, si bien un primer consumo no significa que la persona vaya a desarrollar un trastorno adictivo, en el largometraje se evidencian los reforzadores que llevan a que la protagonista caiga en la adicción a su «nueva versión». Antes de que el deterioro físico sea visualmente notorio, se puede observar que la protagonista se aísla por completo de la sociedad, incluso de personas que la admiraban por quien era en realidad. También se muestra que durante el aislamiento ella tiene conductas poco saludables, tanto en su alimentación como en su higiene personal.
Además, se puede evidenciar un reforzamiento social para que la protagonista prefiera su «nueva versión». Sabemos que en muchos casos de consumo las personas afirman que lograron ser parte de un grupo social o sentirse aceptadas solo por el hecho de consumir sustancias. En la protagonista notamos como su círculo social apoyó a la versión más joven y fue despectiva con la versión original, llegando incluso a rechazarla. De igual manera, podemos ver que apenas la última versión aparece, la sociedad la ataca sin siquiera intentar comprender qué había sucedido, lo cual se ve mucho cuando las personas tienen algún tipo de adicción o de recaída en el consumo, sin importar cuál fue el motivo.
Por último, podemos apreciar la experiencia de una persona con un consumo de sustancias hasta llegar a la muerte, viendo claramente el recorrido de la desesperación, la sensación de placer, la ambivalencia entre sentir ese placer y sentirse vacío al no poder obtener placer de otra manera que no sea la sustancia, los sentimientos encontrados entre el odio a la sustancia con respecto a lo que le hace al cuerpo y el amor a la sustancia por lo que logra dar, la dificultad para terminar con el consumo, el rechazo de la sociedad al ser notorio el monstruo del consumo y la desesperación del consumidor al ver que lo ha perdido todo para al final morir arrastrándose buscando volver a lo que alguna vez fue su mejor momento cuando el consumo ni siquiera pasaba por su mente.
Ahora bien, dejando de lado la película, quisiera enfatizar en la importancia de buscar una atención temprana en salud y, dada mi especialidad médica, en salud mental, en la que incluyo los problemas derivados del consumo de sustancias. Resalto de igual manera la importancia de no convertir en tabú o en una especie de agenda oculta a la salud mental, puesto que una identificación e intervención tempranas reducen significativamente el riesgo de padecer trastornos severos, en especial si hablamos del consumo de sustancias psicoactivas. Son muchos los factores de riesgo que llevan al consumo de sustancias, pero al mismo tiempo hay muchos factores preventivos que favorecen que una intervención tenga mayor éxito. Por último, es de vital importancia que tanto las personas que padezcan de cualquier enfermedad mental, como sus familias, sepan que no están solas y que los profesionales en salud mental estamos para ayudarlos de la mejor manera posible, con el objetivo de favorecer la recuperación y disminuir el sufrimiento, sin intenciones de estigmatizar ni juzgar; por este motivo, los invito a buscar atención oportuna en salud mental si lo consideran necesario.
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