Columnas de opiniónPeriodismo

El síndrome del Gury

Por Andrés Felipe Giraldo L.

El Gury es el personaje derechoso universal, un saco de testosterona con mucho tejido adiposo y poca materia gris. No hay necesidad de hablar de nadie en particular, porque es casi que un prototipo, y como él, hay millones que cubren el planeta. Por supuesto, unos cuantos se destacan en Colombia. Quien sirve para esta referencia en particular tiene nombre y apellido, es en sí mismo una caricatura que por naturaleza exagera los rasgos reales, pero podría nombrar a otros con algunas variaciones que comparten la misma esencia. Estos especímenes van desde cantantes frustrados que se avergüenzan de su pasado como coristas de grupos vallenatos (y que ahora prueban con la ópera), hasta otros hechos a punta esteroides y anabólicos en los gimnasios de barrio, que muestran gran masa muscular para cargar armas, que no requerirían de mayor estado físico, si de disparar contra manifestantes se trata.

Estos ejemplares son ligeros con las palabras y van hablando sin filtros de “destripar”, “aniquilar”, “eliminar” y “exterminar” a las personas que no comparten sus pensamientos trogloditas, ligados a férreas directrices religiosas inculcadas desde la Santa Inquisición, de las que hablan desde un curubito de la superioridad moral en público, pero que son incapaces de cumplir en sus vidas privadas, tan díscolas, inmorales y desordenadas como las de Sodoma y Gomorra.

El síndrome del Gury ataca principalmente a gente con poquito criterio pero con mucha elocuencia, cajas de resonancia de los refranes de otros, hábiles en repetir frases armadas que son fáciles de instalar en cabezas vacías, y sobre las que no se esfuerzan en argumentar, porque si las dijo alguien a quien admiran, por más absurdas que sean, no necesitan más contraste ni validación.

El Gury universal habla duro, intimida a los gritos, desafía a los puños a todo aquel que los encara, y cuando tienen un gramo de poder, lo usan para destruir. Llaman “loco” a todo aquel que los interpela y la violencia es su único lenguaje. No debaten, insultan. No discuten, vociferan. No razonan, intimidan. No dialogan, ofenden. Y como si esto fuera poco, ante cualquier respuesta sensata y estructurada de alguien que los haga pensar, no tienen más salida que victimizarse y acusar a quienes los enfrentan de “odiarlos”, como si, siendo como son, tuviéramos que amarlos.

Los guris son reaccionarios, aman al establecimiento y se esfuerzan como ninguno por encajar en las élites que los ven como bufones, pero los saben utilizar. Los llevan de la mano para que se sientan poderosos y los ponen a hacer el trabajo sucio que ellos no pueden, los dejan saborear la gloria por momentos mientras les son útiles, y cuando ya no les sirven, los desechan sin agradecimiento ni consideración, porque vendrán otros con nuevos bríos, reemplazando las hordas que caducan o pasan de moda, porque en cada generación los guris se reproducen entre las mentalidades de quienes los forman en esas máquinas de adoctrinamiento que se instalan en la educación privada, tan proclive a convertir cualquier anomalía del status quo en pecado mortal.

Los guris son contradictorios de una manera tan sórdida: son “provida” para impedirle a una mujer que interrumpa la evolución de un cigoto en su vientre, pero son indolentes ante la masacre de 20 mil niños palestinos, que ven con desdén, porque si los mató el pueblo elegido de dios, merecían morir, aunque ya pudieran suplicar por sus vidas. Muchos de ellos quieren que el Estado no se meta en sus negocios pero no vacilan cuando de usar el Estado para reprimir, oprimir y sofocar la protesta social se trata. Les fastidia el Estado capaz de redistribuir la riqueza en un mundo absurdamente desigual, pero les encanta ver a las fuerzas policiales repartiendo bolillazos a quienes osan alzar su voz ante las injusticias.

Los guris andan armados porque son cobardes y dialogar no se les da. Prefieren blandir un bate amenazante que proponer una solución sensata, porque sin el caos son figuras ausentes, porque sin el espectáculo de su propia decadencia son anónimos inexistentes, porque se nutren del odio del que se quejan para poder figurar. Instan a otros a ser como ellos, llaman a los demás a “envalentonarse”, como si en la sociedad todos fueran unos imbéciles agorilados como ellos, que solo son capaces de comunicarse a punta de gruñidos y golpes en el pecho.

Los afectados del síndrome del Gury no serían más que una anécdota hilarante si no fueran tantos y si no tuvieran tanto poder. Pero escudados en nacionalismos radicales, racismo, discriminación y xenofobia, van inoculando en el mundo la noción de que ellos tienen derecho a disfrutar el planeta y los demás no. Que solo son válidas sus formas y sus percepciones. Que la diferencia no existe y que tampoco deben existir los diferentes. Por eso se felicitan y se dan palmaditas en la espalda 70 mil muertos después, se tratan como héroes sobre la sangre fresca que ellos mismos han derramado, se burlan de los niños que quedaron desmembrados hablando de playas y resorts para millonarios cuando aún están humeantes las estructuras que aplastaron millares de vidas que rogaban por un pedazo de pan que ellos mismos les negaban. El absurdo está dominando el mundo. Los guris nos invaden y nos llaman “plaga” e invitan a la humanidad a exterminarnos porque el mundo les pertenece.

Pero acá también hay humanidad. Una humanidad que se siente vulnerada y arrasada por esos guris que con bates quieren imponer su forma de no pensar, porque ni piensan. La protesta es un derecho y mucho más cuando se tratan de reivindicar los derechos de un pueblo que está siendo exterminado por cuenta de un genocidio. Inventarse secuestros en Mc Donald´s para atacar manifestantes parece una alegoría de lo que piensan estos defensores del capitalismo salvaje a quienes se les olvidó que el fin último de cualquier ideología es el bienestar de la humanidad entera. Como dijo el Presidente Gustavo Petro en la Asamblea General de las Naciones Unidas, ni Israel ni Estados Unidos son los pueblos elegidos de Dios. El pueblo elegio de Dios es la humanidad entera, incluso hasta para los que no creen en dios porque ser humano es un derecho y defender la dignidad y la subsistencia de los pueblos es un deber.

Los bates de los guris se combaten con las ideas de humanidad. Ninguna idea por precaria que sea podrá ser superada por la babaza rabiosa y los ojos desorbitados de estos seres minúsculos que se creen con derecho a someter a los demás por la vía de violencia, el amedrentamiento y la intimidación. Los guris se han hecho poderosos porque el odio se carcomió la cabeza de las masas ignorantes. Pero siempre llegará más hondo un discurso bien elaborado para hablar del amor y de la vida que un bate en la mano, una pistola al aire o la amenaza constante de que van a acabar con la plaga. Si la plaga es de ideas de lucha para que la humanidad entera comprenda que este mundo es de todos y que es insostenible compartirlo sin la justicia social, plaga seremos para defender con la vida misma si es necesario el derecho que todos tenemos para compartir un mundo en el que solo hay un pueblo elegido: La humanidad entera.

Los guris no son más que la degradación de las ideas, la negación de los argumentos y la precarización del debate. Y esto solo se puede contrarrestar con más democracia, más libertad y más ideas dignas de la controversia que nos lleve a todos a vivir en un mundo más justo, más humano y más solidario. El síndorme del Gury irá desapareciendo a medida que tomemos conciencia que la evolución del ser humano debe prescindir de orates que solo se pueden comunicar a los gritos o con un bate en la mano. Darwin no podría estar más decepcionado al ver cómo el homo sapiens se ha devuelto a sus formas más rudimentarias pidiéndoles a otros que sean como ellos. Darwin nos diría que no seamos como el Gury, si de verdad queremos llegar a ser un poco más inteligentes que el simio.

Comment here