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“El régimen”

Por Andrés Felipe Giraldo L.

El término “dictadura” ya no les está funcionando. Y es obvio, Petro sería el dictador más pendejo del mundo. Permite el disenso, se enfrenta a sus detractores en las redes sociales sin mandarlos a espiar, perseguir, intimidar o exiliar; acude a los cauces institucionales para dirimir las controversias jurídicas de su gobierno, el Consejo de Estado desmantela su servicio diplomático a diario, el presidente del Senado intriga para reunirse con los mandos de las Fuerzas Militares (quién sabe con qué intenciones); su excanciller le manda carticas públicas diciéndole, sin prueba alguna, que es un drogradicto, los periodistas de los medios tradicionales lo atacan a diario a punta de tergiversaciones, verdades a medias, exageraciones o simples y llanas mentiras, y cada vez que les rectifica o les reclama, sale la Flip a defenderlos, sin reparar un segundo en la autocrítica o la reflexión porque eso para qué. Además, nombró a un militar de ministro de defensa y se ha regido por la Constitución, que no pretende modificar ni cambiar para perpetuarse en el poder, como sí lo hizo el líder, condenado por cierto, de esos que osan llamarlo dictador. A menos de un año de que Petro termine su mandato, la palabra dictadura perdió su encanto, entonces ahora hablan de “régimen”, con una ligereza que da entre risa y rabia.

Un régimen, palabras más, palabras menos, habla de un sistema arraigado y establecido, usualmente soportado por un conjunto de normas que lo hace rígido, o fortalecido con base en la opresión y la represión armada por parte de un tirano o de un grupo dominante, imposible de derrotar para un pueblo. Los regímenes comunistas son un buen ejemplo, y por eso a los actuales detractores del Presidente se les desliza el nombre régimen para que los ignorantes y los incautos le pongan el apellido comunista. Le quieren hacer creer al país que Colombia está bajo un régimen comunista con una fórmula básica, simple, infantil y trasnochada, pero efectiva, y es la de equiparar a toda la izquierda con el comunismo obsoleto que era antagónico a la democracia. Y por eso rematan las frases contra “el régimen” diciendo, casi entre lágrimas, que van a recuperar “la democracia y la libertad”. Es toda una narrativa. Y no es nueva ni casual.

La narrativa del uso de la palabra régimen para referirse a Petro tiene sus antecedentes en la campaña de 2018, cuando sus competidores dijeron que Petro sería como Chávez y que nos convertiría en una segunda Venezuela. Recién culminados los acuerdos con las FARC, habiendo perdido el plebiscito de 2016 y con los niveles de popularidad más bajos de Santos, terminando su mandato, ese discurso caló. Sin embargo, y con todo eso, Petro pasó a la segunda vuelta y siguió vigente en la política colombiana desde el Senado. En la campaña 2022 también intentaron vender miedo con el mismo discurso, y casi trepan al impresentable de Rodolfo Hernández en la presidencia. Estuvimos a poco de que hoy la flamante presidente de Colombia fuera Marelen Castillo.

Petro ganó, pero desde el día cero la oposición ha querido vender la idea que han construido desde las campañas, con el claro objetivo de impedir termine su mandato, en primer lugar, y que la izquierda jamás vuelva a gobernar, en segundo lugar. Lo primero no les está saliendo bien, porque ya se vislumbran las elecciones de 2026 y los candidatos emergen silvestres como la maleza en el pavimento abandonado. Es paradójico, porque este régimen comunista dictatorial ha inspirado a más de setenta candidatos a ganar en unas elecciones democráticas que se avecinan en menos de un año. Muchos de esos candidatos, contra toda lógica, siguen llamando a Petro dictador y a su gobierno “el régimen”. Sin embargo lo dicen con toda la libertad y confiando en que la democracia los va a elegir.

El último escándalo patrocinado por los voceros de la narrativa de “el régimen”, fue afirmar que Petro quería apropiarse de la Corte Constitucional porque una de las candidatas solo venía respaldada por su hoja de vida en la Rama Judicial de más de 34 años en diferentes cargos. Eso la hacía “la candidata de Petro”, a pesar de que él no la ternó y a pesar de que la terna propuesta por la Corte Suprema era una “terna de uno”, como se conoce en el argot político estas ternas que ya van con un candidato predestinado para ser elegido. Al final ganó el candidato del establecimiento, Carlos Camargo, célebre por haber ejercido como Defensor del Pueblo en función del clientelismo que ahora capitaliza en su propio beneficio. Ganó el candidato de la corrupción, del establecimiento, de las prácticas deleznables que caracterizan el manejo de lo público en Colombia. Sin embargo, eso es lo que prefieren los que llaman a Petro dictador y a su gobierno “el régimen” que aceptar que alguien honesto entre a la Corte Constitucional, la Corte que debe salvaguardar la Carta de navegación de todo el Estado. Acá cabe resaltar que de los nueve magistrados que conforman la Corte Constitucional, Petro solo pudo ternar dos.

El verdadero régimen en Colombia es el régimen de la derecha que lleva gobernando más de 200 años con las mismas mañas y que están desesperados por volver al poder para seguir cooptando a toda la administración pública. El tal régimen de Petro no existe y no puede exisitir porque la democracia y la libertad garantizan que en 2026 haya elecciones libres y la oposición lo sabe. Por eso postulan hasta los candidatos más inverosímiles. Pero el discurso manido es eficaz para meter miedo y engañar incautos con fines electorales. A eso le apuestan los reaccionarios que se resisten al cambio, que aunque no ha sido tan pronunciado como se quisiera, ha marcado un punto de inflexión en la historia del país. En Colombia debería imperar el régimen de la alternancia en el poder y la posibilidad para que todas las fuerzas democráticas tengan derecho a acceder al poder. A la izquierda la quieren sacar del panorama político construyendo discursos sobre las falacias y el miedo. Pero estamos ante una sociedad que ha madurado, porque ni Colombia se convirtió en Venezuela ni Petro ha sido un dictador. Esa es la verdad que demuestran los hechos concretos y verificables. El resto no es más que una construcción narrativa.

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