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El falso capitalismo colombiano

Por Manuel E. Rivera

-¿Manuel a usted que música le gusta?- Me preguntó el profesor de historia en sexto grado, yo me quedé pensando y le respondí: A mí me gusta toda profe. Él me miró y me dijo: debe haber una que escuche más. Me quedé mirándolo, me sonreí y le respondí: La salsa y el son cubano profe. Él, que estaba buscando una excusa para ponernos una tarea, me dice con emoción: eso es, ¡el son cubano! ¿Sabe cuándo se originó el son cubano? ¿Antes o después de la revolución cubana? ¡Uy no sé profe!… ¿antes? – Respondí con duda. Después de eso el profe tomó la palabra, nos dio un rato de cátedra sobre la importancia de conocer la historia, para que cuando nos preguntaran sobre las cosas que nos gustaban no quedáramos como unos pendejos (como había tratado de hacerlo infructuosamente conmigo). Tarea: Realizar un escrito donde se cuente la historia de la revolución cubana y su relación con el son cubano… Ojo, esa era la tarea para semana santa.

Recuerdo un día de esas vacaciones que iba a jugar y de salida ver en mi escritorio los libros que a bien mi madre me gestionó de la biblioteca de la Univalle. Eran más de seis libritos bellos, llenos de información, y no solo de una, ¡de las dos revoluciones cubanas!… los miré con la pereza de acordarme de la tarea y todo lo que me tocaba investigar en esos libros. Igual, sin remordimiento, salí a jugar.

Al regresar, ya estaba pasada la tarde, mi abuela me estaba esperando en la sala, todos “mis” libros de Cuba estaban sobre la mesa de centro. Ella pálida y confundida, casi a punto de llorar, me pregunta apenas me ve entrar: ¿Manuel, usted en qué anda? ¿Qué es todo esto? ¿Usted está en algo comunista?… Yo al principio no entendía y como dándome tiempo, respondo ¿qué cosa abuela? ¿esos libros? –Sí, esos libros-, me responde, -¿usted esta en algo de la Universidad del Valle?-… me termina preguntando, y a mí me arranca una risa de esas profundas, que uno las siente incontenibles y con presión en la parte baja del abdomen, de esas a las que hoy en día ya hay que tenerles miedo, no vaya y sea se genere alguna complicación cardíaca.

A mi abuela le pude explicar todo y calmarla, al profesor le entregué, modestia aparte, la mejor tarea de la clase, y a mi mamá los libros para que los pudiera devolver en la biblioteca de la universidad. Sin embargo, lo que más recuerdo de la anécdota es el miedo (o más bien terror) de mi abuela de que me estuviera convirtiendo en comunista, y ahora precisamente reflexiono en lo profundo que recaló ese miedo en el pueblo colombiano que, hasta el sol de hoy, le teme a todo aquello que medio huela a comunismo y/o socialismo (que para la gran mayoría de mi gente bella es lo mismo).

Casi treinta años han pasado de esa historia y yo, hombre de esta clase media luchadora pero acomodada de Colombia, puedo decir con tranquilidad, que me he dado la oportunidad de entender la mayoría de posturas políticas que se me han pasado por delante, y aseguro  que conozco una gran gama de estas, pasando desde lo más godo a lo más mamerto, y en la mayoría de posturas políticas se yergue al final una base de pensamiento donde siempre existe un enemigo común y algo que defender. En síntesis la lucha entre “Un sistema bueno” vs “Un sistema malo” (Léase Capitalismo vs Comunismo/Socialismo). Esto reafirma lo fuerte que ha sido inculcado el miedo o la devoción a un sistema u otro, lo cual ha servido para evadir la propia realidad, y el cimiento a toda una construcción política, sistemática, que usa uno u otro discurso para polarizar, dividir y, en últimas, desviar la atención sobre la realidad que nos rodea y nos afecta, esta sí, de una forma directa.

Es relativamente sencillo rastrear a los más eruditos hablando y definiendo cómo los sistemas de forma intrincada hacen lo uno o lo otro, manipulando, corrompiendo, dañando, en fin. Y a lo menos refinado de la sociedad, decir cosas como este país se lo entregaron a la izquierda (léase comunistas/socialistas) o que los industriales (léase capitalistas) hacen lo que se les da la gana con el pueblo.

Criticar a un sistema de una cosa o de otra, compararlo con otro, etc., está a la altura de criticar o comparar, por ejemplo, dos herramientas hechas para lo mismo, pero que funcionan de forma diferente. ¿Cuál es mejor? Depende de quién y cómo la use, pero sobre todo: TODA HERRAMIENTA DEPENDE DE UN HUMANO PARA HACER ALGO BUENO O MALO, porque como tal estas corresponden a algo inerte e inanimado.

Y los sistemas son precisamente herramientas a gran escala “diseñadas” para que el ser humano logre formas de convivencia avanzadas, si se quiere, o más complejas, comparativamente, hablando con otras especies de la naturaleza. Y acusar a un sistema de algo, no es más que evadir nuestra propia responsabilidad como seres humanos, como especie. Si hay algo o alguien a quien culpar, e inclusive castigar, es a los seres humanos detrás del comando de estos sistemas. Tanto en el fracaso como en el éxito, los sistemas son solo herramientas a manera de tejidos, comandadas por unos pocos, pero forjadas día a día por todos los ciudadanos que componen el inmenso tejido social de cualquier sociedad.

Por tal razón, cualquier sistema, por sofisticado, justo, equitativo, balanceado que sea en la teoría, está destinado al fracaso si quienes los dirigen/gobiernan son personas incapaces y/o corruptas, y sus ciudadanos son apáticos o tienen miedo a enfrentar esta realidad, permitiendo así una degeneración tal que los lleve al colapso. Y al día de hoy, en la gran mayoría de países del mundo, estamos fracasando como sociedades y en general, como especie.

Los sistemas políticos, sociales y económicos, son sistemas por demás intrincados, que en su diseño teórico buscan blindar al propio sistema de “fallos” que puedan ser provocados por la irresponsabilidad de un solo individuo. De ahí que, para generar cambios, un individuo debe convencer o aliarse con otros para lograr efectos sociales profundos y relevantes. Esto de alguna manera “asegura” que entre toda esa maraña burocrática que son los Estados se genere un autocontrol o un equilibrio, para que el sistema perdure.

Es decir, que la única manera de tomarse literalmente un sistema es través de otro sistema, ya sea que este esté diseñado para reemplazar al anterior o para manipularlo a su antojo.

Bajo esta óptica se comienza a develar con claridad el fenómeno de nuestro país: A los colombianos nos tienen enredados pensando que vivimos en el capitalismo, el cual ha sido filtrado desde la época de mi abuela por el comunismo/socialismo; sistema(s) “culpable(s)”, y esa lucha novelesca es la culpable de todas nuestras desgracias.

Y la realidad es otra aunque nos cueste aceptarlo, y esta es que Colombia vive en una falsa democracia y en un falso capitalismo, porque lo que nos gobierna realmente es un SISTEMA CORRUPTO, que hábilmente se ha encargado de desviar la atención, haciendo de las cortinas de humo un arte, de las tragedias su comodín, defendiendo o atacando a los otros sistemas para que sean los protagonistas de la discusión, del discernimiento; creando falsas oposiciones, falsos contrincantes, evadiendo así cualquier reflexión o mirada a sí mismo. Y es que en este sistema el discurso o la bandera política son un falso paladín y la politiquería es la norma, porque precisamente lo que prima son las alianzas, y estas son evidentemente más solidas si se asientan sobre un acto o un hecho corrupto.

Esto no es nuevo, este sistema, como les digo, se viene tejiendo desde antes de mi abuela. Lo que pasa es que en este presente, gracias a la gestión denodada de un brillante genocida, este SISTEMA CORRUPTO ha florecido de tal forma que se ha hecho evidente e inocultable toda la putrefacción de su fruto.

Todo lo anterior me viene trasnochando desde hace tiempo, y es por eso que me he dado a la tarea de entregar esta recomendación a mi pueblo bello:

Querido(a) colombiano(a), si en las últimas tres décadas votó motivado(a) por la defensa u ataque al capitalismo, comunismo y/o socialismo (esto último según su criterio), le cuento que esa platica se perdió porque, o le ha regalado históricamente su voto a la raza de hampones más corrupta, asesina y narco paramilitar de la historia DEL MUNDO, o simplemente lo han tenido engañado pensando que el enemigo es otro, o sea, dando puños al aire (para que bellamente sea más claro).

Es hora de reflexionar y actuar como individuos, ejercer nuestro derecho a tejer con responsabilidad dentro de este gran tejido social, hay que dejar de seguirle el juego a la ralea de corruptos que ejercen la política en nuestro país, pero, sobre todo, dejar de confundir la discusión pensando que el Capitalismo/Socialismo/Comunismo son malos o buenos per se, por que acá lo realmente oscuro, corrosivo y dañino es el SISTEMA CORRUPTO que nos gobierna, el cual definitivamente hay que tumbar.

Fotografía tomada del portal https://www.aachener-zeitung.de/

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