Por Camilo Andrés Cabarique Méndez
Siguiendo con el escrito publicado anteriormente, titulado «ChatGPTerapeuta», el cual los invito a leer de no haberlo hecho (Chat GPTerapeuta), continúo expresando mi preocupación con respecto a la influencia y el impacto que la inteligencia artificial puede tener en nuestra salud mental.
El 27 de agosto de 2025, salió una noticia en el New York Times titulada “A Teen Was Suicidal. ChatGPT Was the Friend He Confided In” (Un adolescente tenía tendencias suicidas. ChatGPT fue el amigo en quien confió), en donde se cuenta el caso de un adolescente que intentó llevar un proceso psicoterapéutico con ChatGPT que culminó en su suicidio con la «complicidad» de esta aplicación, motivo por el cual la empresa responsable de dicha IA fue demandada por los padres del menor fallecido. Antes de continuar, quisiera aclarar que la finalidad de este escrito no es la de criticar a la familia ni satanizar una herramienta tecnológica. Mi objetivo es realizar un llamado de atención a la comunidad en general sobre la importancia de un abordaje profesional en salud mental con carácter preventivo.
Al igual que este adolescente, muchas personas tienen miedo a expresar sus necesidades y afectaciones en salud mental por miedo a burlas, discriminación o minimización de sus emociones por parte de sus familiares y pares, lo que conlleva a una represión constante de las emociones. Esto, en palabras castizas, vuelve a las personas una «bomba de tiempo»; una que podría estallar en cualquier momento, y cuando lo hace puede que sea demasiado tarde, por lo que la atención en salud mental cobra una importancia que realmente se puede considerar vital.
Muchas personas llegan a las consultar con ideas negativas sobre sí mismas; con rabia, con indignación e, incluso, con ideas de agresión hacia otros o hacia ellas mismas. Es en ese momento cuando un verdadero y adecuado abordaje terapéutico tiene impacto, puesto que permite la expresión emocional y la disminución de esa tensión que puede llevar a la persona a tener conductas impulsivas con riesgo lesivo. Pero ¿qué sucede si, en lugar de realizar un proceso adecuado, el terapeuta se dedica a validar absolutamente toda emoción e idea que la persona exprese? Precisamente lo que sucedió con este adolescente, se crea una percepción de que lo que siente es «normal» y que «nada malo pasa con él o ella, pues son los otros los que están mal». Como todo en la dinámica mental y social, hay una infinita gama de colores y lo que es correcto para unos, puede no serlo para otros; pero, de igual manera, hay conflictos que deben verse desde un punto de vista concreto. Ese es precisamente el deber de un buen terapeuta, el aclarar si un pensamiento o una conducta tiene un alto potencial lesivo para tomar acciones que lleven a la preservación de la integridad de la persona y de los demás. Contrario a lo que se evidenció en los chats que tuvo el adolescente con su aplicación, donde esta validó todo lo que el adolescente escribía, dando comentarios complacientes hasta el punto de que le brindó información que facilitó el suicidio cuando él se la pidió.
Como él, muchas personas tienen una gran carga emocional por diversos motivos. Hay estresores laborales-económicos, familiares, sentimentales y personales. Todos estos estresores son igual de importantes, pues si son capaces de producir algún tipo de sintomatología a nivel mental, no son insignificantes y deben abordarse con seriedad. Uno de los mayores temores que las personas tienen, antes o durante un proceso terapéutico, es la posibilidad de ser hospitalizados, lo cual produce un rechazo o una evitación frente a las consultas en salud mental, en especial con respecto a las de psiquiatría. La hospitalización es necesaria cuando la persona presenta una sintomatología desbordada, lo que podría traducirse en «cuando la bomba estalla», dado que en esos momentos realmente puede llegar a lastimar a otros o a sí mismo. Sin embargo, si los estigmas frente a las atenciones en salud mental no fuesen tan grandes, se lograría una atención oportuna para lograr prevenir el desbordamiento emocional, evitando así la necesidad de un manejo más intensivo.
Por lo tanto, una aplicación, así como una respuesta basada en un algoritmo no tienen un impacto significativo en la reducción del daño, pues no conducen a una identificación emocional y, por consiguiente, no favorecen la gestión de las emociones, motivo por el cual el riesgo lesivo se incrementará gradualmente, hasta llegar a la conducta agresiva.
Hoy, 10 de septiembre, es el día mundial de la prevención del suicidio y es un día en el que me gustaría poder crear consciencia de la importancia de la salud mental. La conducta suicida, si la tomásemos como un personaje literario, no tiene una cara definida. Puede estar presente en el rostro más feliz hasta en el más triste, como lo denota la paradoja de Pagliacci (el payaso triste). En consecuencia, no debe minimizarse cuando una persona expresa su malestar emocional. No está mal sentirse mal; pero ignorar el malestar no genera un bienestar real en la persona, sino que, al contrario, empeora su situación.
No permitan que una respuesta automatizada y disfrazada de falsa empatía los aleje de expresar sus emociones a otros seres humanos, pues esto solo traerá mayor dolor y sufrimiento. Como he señalado en otras ocasiones, la función de quienes trabajamos en salud mental no es minimizar ni negar lo que sienten nuestros pacientes; al contrario, la función nuestra es procurar la estabilidad mental de quienes asisten a terapia, por lo que los invito a que, si sienten algún grado de afectación a nivel emocional, no duden en acudir a los servicios de salud mental con la intención de prevenir un desenlace catastrófico o fatal.
*Imagen tomada de Pixabay.


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