LiteraturaReflexiones

Carta desde mi maternidad: real, dura y hermosa

Por Katerin Prado

Soy una mujer de clase media baja nacida en Bogotá, en una familia luchadora como muchas de nuestro país. Fui mamá por primera vez a los 19 años, una edad en la que, sinceramente, no debí serlo… Pero la vida me regaló a mi hija Sophia. Ella me enseñó que nosotras, las mujeres, llevamos una fuerza que a veces ni sabemos que tenemos. Aprendí que debemos seguir, incluso cuando el cuerpo duele, cuando hay cansancio o enfermedad, ya que esa nueva vida nos necesita al 100%.

La maternidad tiene mucho de amor, sí, pero también de soledad. Es una lucha silenciosa y profunda: física, emocional y mental. Es angustia, culpa, miedo… Pero también es una ternura que desborda y que, a veces, duele. Solo otra madre puede entender ese caos hermoso que nos habita. Porque, aunque cada historia sea distinta, hay un punto en común: esa sensación de no dar abasto… y, aun así, entregarlo todo.

Sophia ha sido mi compañera de guerra. Ha estado conmigo, a pesar de que desde los cinco meses tuvo que esperarme en una sala cuna de 6 a.m. a 6 p.m., mientras yo salía a estudiar, a trabajar, a perseguir algo de futuro. Me ha acompañado en la enfermedad, en las noches tristes, en las alegrías. Ha soportado mi deseo (a veces mal planteado) de retomar mi vida: de estudiar, de crecer profesionalmente. Me ha esperado tantas veces con paciencia, con amor, con esos ojos comprensivos.

Y ahora, 12 años después, llegó otro regalo: mi segundo hijo, Gabriel. Un bebé soñado y deseado; pero también temido. Porque traer un hijo al mundo no es sencillo. Llegó como una explosión de amor y fuerza en medio de un cuerpo agotado por 10 meses de trabajo, estudio, enfermedades y domingos sin descanso. Y, aun así, aquí estás, bebé mío, mirándome como si el mundo empezara hoy con tu sonrisa.

Hoy tengo dos hijos, dos amores que me sostienen y me empujan a diario. Son mi motor, mi impulso, mi ancla. Gracias a ellos no me he rendido. Me han salvado de vacíos que no sé si habría logrado cruzar sola: de amistades huecas, de vicios, de esa soledad disfrazada que a veces se mete en el alma sin permiso. Los amo distinto, como se ama lo único. Pero con la misma fuerza, con la misma entrega. Llegaron a mi vida cuando más los necesitaba, como si el destino supiera que sin ellos me habría perdido. Y si algo tengo claro es que ambos se merecen los títulos que hoy estoy logrando. Esos títulos también son de ustedes. Se los ganaron conmigo.

Esta es mi maternidad: real, imperfecta, valiente. Y, sí, también hermosa.

*Fotografía aportada por la autora.

Comment here