Por Francisco Javier Méndez
Está cayendo una tormenta la hijueputa. La verdad es que ya me emputa que llueva tan duro. Sí, ya sé que la lluvia es importante para muchas cosas y que yo no puedo hacer nada para que paren estos aguaceros tan bravos; pero es que tengo un montón de goteras en mi casa que no he podido tapar, entonces acá llueve más adentro que afuera.
Desde que empezó a caerse el cielo casi todos los días, me di cuenta de que el techo de mi casa está en un estado lamentable. El agua se me mete al rancho a cada rato y se estrella contra el suelo, los muebles y mi cama. A pesar de que tengo un reguero de baldes por toda la casa, muchas veces las gotas caen por fuera o salen nuevas goteras que me obligan a trapear y a hacer maromas para no resbalarme. Además, como las desgracias suelen acumularse, no tengo empleo desde hace casi ya dos meses como para pagarle a alguien que me arregle el problema, mis escasos ahorros a duras penas me alcanzan para no morirme de hambre, y nadie me va a hacer el cruce de taparme esas goteras sin platica de por medio.
Hoy me dediqué a ver televisión y a enviar hojas de vida sin muchas esperanzas de que me llamen de alguna parte. Ya son casi las nueve de la noche, estoy que me salgo de los chiros pensando en que el clima y la falta de oportunidades laborales se confabularon en mi contra. Qué desespero tan malparido, es como si Dios me odiara. Mejor me voy a dormir a ver si se pasa este día de mierda, aunque no creo que mañana vaya a ser mucho mejor. De todos modos, con que escampe me conformo.
Abro los ojos y ya es de día. Agarro el celular para mirar la hora, son las 7 de la mañana. Todavía tengo de fondo de pantalla una foto con Mariana que se me ha olvidado quitar. Terminamos la semana pasada porque me enteré de que me estaba poniendo los cachos con un bobote de la oficina en la que trabaja. Me dijo que lo hizo porque yo soy un bueno para nada y está cansada de que yo sea un perdedor. Uno bien jodido y esta va y sale con esas después de tantos años de relación. Que se abra más bien, que solo estoy mejor que con una perra. Aun así, no puedo negar que todavía me duele su traición y la extraño. Caigo en la cuenta de que tengo un mensaje del viejo Andrés preguntándome que cuándo nos tomamos unas polas con el parche; no le voy a responder, no quiero ir a escucharlos hablar de sus trabajos y sus novias ahora que yo no tengo ni lo uno ni lo otro.
Me levanto para ir a orinar, piso un charco que hay en mi cuarto y casi me voy de jeta. Afortunadamente, logro mantener el equilibrio. Mientras meo, pienso en que debería echarme otro rato en la cama, al fin y al cabo ¿para qué sigo levantado si no tengo mucho que hacer? Ya me estoy resignando a que jamás me van a dar camellito de nuevo, capaz que termino pidiendo plata en los buses o robando. Por ahora me quedan unas cuantas luquitas que me alcanzan para sobrevivir un tiempito más.
Me acuesto con el celular en la mano y me pongo a navegar por las redes sociales. Veo videos de mujeres bailando, severos bizcochos que hay por ahí sueltos y yo que dizque sufriendo por Mariana; pero paila, para levantar hembritas hay que tener billete y yo de eso ahorita ando bien corto. También me salen fotos de conocidos bien contentos comiéndose severos manjares, jartando trago fino o de viaje; sí que los envidio, ojalá les dé diarrea a todos. Esta vaina ya me está es como aburriendo, miro un par de publicaciones más y mejor me duermo otro rato, así me olvido de Mariana por unas horas. A todas estas, en este momento no está lloviendo, menos mal.
Deslizo el dedo en la pantalla hacia arriba y me encuentro con un video de un tipo que mira con cara de profesor regañón a la cámara y se echa una parla con un tono entre motivador y acusador: “Los hombres frustrados son los culpables de sus desgracias. Si eres hombre, tienes que actuar como tal. Nadie va a venir a solucionarte tus problemas, debes solucionarlos tú mismo. No hay excusas. La hombría se mide en la adversidad y resolver tus asuntos es lo que distingue a un ganador de un perdedor. De más está decir que ya sabemos quién se queda con la chica…”. Ahora que lo pienso, el tipo este puede que tenga razón. Quizás deba buscar la manera de resolver los visajes en vez de quedarme roncando, así me consigo a una vieja que esté más buena que Mariana y me la saco del corazón. Voy a empezar por lo de las goteras. Sólo hay un problema: no sé cómo tapar una gotera. Debí haberme metido de obrero en vez de hacerle caso a mi ahora exnovia y entrar a un call center que dizque porque ahí tenía la posibilidad de ascender; qué ascender ni qué nada, los muy miserables me tuvieron llamando gente de sol a sol sin darme un mejor cargo hasta que madreé a un señor que me contestó todo grosero y me echaron como a un perro. O, quizás, debí haberle ayudado a mi papá a arreglar los daños en la casita en la que vivíamos en vez de andar vagando por el barrio con los socios. Pobre mi viejo, se partía el lomo por mí y mis hermanos y yo nunca fui juicioso.
Bah, ya no importa. Lo importante es que tengo que solucionar esta vaina. Voy a treparme al techo rápido a ver dónde están las tales goteras, porque las nubes se pusieron bien oscuras y en cualquier momento se viene el agua, luego bajo por la herramienta y miro cómo las tapo. Menos mal Henry me pidió que le guardara la escalera y los corotos acá. Ya se va a enterar Mariana de que tapé esta vaina yo solito y se va a tragar sus palabras. El bobote ese tampoco debe saber cómo tapar una gotera. Vamos a ver ahora sí quién es el perdedor y quién se queda con la chica.
Bueno, manos a la obra. Subir esas escaleras me dio como vacío, pero ya pude coronar el techo. No veo nada raro por acá, me va a tocar meterme más hacia el centro. Un paso, otro paso, con cuidado que esta mierda está sonando como raro. Sólo unos pasos más y… ¡Todo se hizo añicos bajo mis pies! ¡El puto techo no aguantó mi peso y se desplomó! No alcancé ni a reaccionar y me estampé contra el piso, severo tiestazo que me metí. Me duele todo. Estoy bocarriba y no me puedo mover del dolor tan áspero. Para rematar, se vino un palo de agua que parece el diluvio universal. Ahora sí que se me va a inundar toda la casa. Encima me estoy empapando con el cuerpo y el orgullo aporreados y magullados. Ahora sí que estoy jodido de verdad.
*Fotografía aportada por el autor.
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