Por James Fredy Bernal Peña
Estimados compañeros de travesía, sean todos bienvenidos a este nuevo artículo en donde seguiremos avanzando por la historia del manga, el anime y de Japón.
En esta ocasión, retomaremos la vida cotidiana entre los siglos XII y XIX. Aunque ya vimos los más representativos autores de la época, es esencial que conozcamos esta parte de la historia, que por lo general es olvidada entre los libros por formar parte de una narrativa que ya no se estudia, puesto que pertenece a la historia viva para el común de las personas del país asiático, aunque es la clave para entender por qué el manga y el anime nos resulta tan atractivos.
Así que nuevamente bienvenidos y bienvenidas, pónganse cómodos, que hoy revelaremos las claves de una cultura enigmática y profunda.
Durante estos siglos Japón experimentó un cambio cultural significativo, ya que aún necesitaba de varias eras para moldear su identidad, sus tradiciones y su sociedad, un proceso que tomó cientos años y que lo llevaría a la originalidad iconográfica desprendida de todas sus influencias.
Con el ascenso al poder de los shogunes y el establecimiento del gobierno militar, el periodo Kamakura (1185-1333) estuvo lleno de influencia budista Zen, una de las ramas principales del budismo, que se originó en China durante el siglo VI y se desarrolló más tarde en el siglo XII. Paralelamente, se hizo un llamado a la meditación (zazen) y la importancia de la experiencia sobre la teoría y la práctica.
El zazen es un estilo de meditación que se hace sentado y enfatiza en la postura correcta, la respiración consciente y la atención plena en el momento presente. A través de la práctica del zazen, se busca alcanzar una comprensión más profunda de la naturaleza de la mente y la realidad. Por su parte, el Zen se centra en la búsqueda de la iluminación o el despertar espiritual a través de la comprensión directa e intuitiva, más allá de las enseñanzas verbales y los textos sagrados. Sus enseñanzas se basan en la creencia de que la iluminación es innata en todos los seres humanos y que se puede alcanzar a través de la práctica de la meditación y la atención plena en el momento presente.
En ese momento de la historia nipona, El budismo Zen había tenido una influencia significativa, particularmente en las artes, la estética, la meditación y la filosofía. Su enfoque en la experiencia directa y la iluminación personal ha atraído a muchos seguidores tanto en Oriente como en Occidente a lo largo del tiempo.
Este proceso pronto llegaría a ocupar un gran lugar entre la población general, la vida cotidiana se transformaría de manera lenta, pero segura, en una sociedad que comenzaba a buscar lo bello en las imperfecciones y así lo comenzaría a transmitir Katsushika Hokusai, notándose una influencia de las enseñanzas budistas Zen que llevaron al desarrollo de la estética y las prácticas Zen en el arte y la cultura cotidiana. Y es aquí donde se introduce una palabra en el argot cotidiano, El Bushido y, aunque no sepamos exactamente dónde nace, este se hace presente con los samuráis, quienes adoptan este código ético y moral.
Aunque el término “Bushido” en sí mismo no se usó en la antigüedad, los principios y valores que lo conformaron se desarrollaron a lo largo de varios siglos en la historia de Japón. Bushido, que se traduce literalmente como “el camino del guerrero”, se basa en una combinación de valores y principios éticos, incluyendo la lealtad, el honor, la disciplina, la benevolencia, la honestidad y el coraje.
Cabe reconocer que durante los siglos que van del IX al XII el Japón feudal estaba en constante guerra y los samuráis desempeñaban un papel crucial en la sociedad como la clase dominante y la élite militar.
Aunque inicialmente el Bushido se centraba en el código de conducta de los guerreros, con el tiempo también se convirtió en un ideal de conducta para la clase dirigente y los gobernantes. Se popularizó aún más a través de la literatura y las obras históricas, especialmente durante el período Edo (1603-1868), cuando Japón experimentó una larga etapa de paz bajo el dominio del shogunato Tokugawa.
Pero no nos adelantemos. Con el final del período Kamakura, se da el nacimiento al periodo Muromachi (1336-1573). Durante esta época, la cultura japonesa se enriqueció con el florecimiento del arte y la literatura, incluyendo la popularización de la ceremonia del té y el desarrollo del arte de la caligrafía y la jardinería Zen. También se fomentó el crecimiento de la cultura samurái.
Fue en estos dos períodos cuando los rollos narrativos pintados a mano, conocidos como emakimono, proporcionaron una forma temprana de narrativa visual. Estos rollos a menudo presentaban temas como historias mitológicas, leyendas populares y eventos históricos importantes. De esto hablamos en el artículo anterior (https://linotipia.com/algunos-antecedentes-del-manga/).
El período de Azuchi-Momoyama (1573-1603), trajo consigo un renacimiento de la cultura japonesa, con el auge de las artes y la arquitectura. Fue durante este periodo en donde Japón encontró la mayor consolidación del poder político, donde la población se vio mejor representada y le dio un periodo de identidad única cultural, o dicho de otra forma, donde la mayor parte de la población se vio representada por sus dirigentes.
Con el periodo Edo (1603-1868), bajo el régimen del shogunato de Tokugawa, hubo una era de estabilidad, pero también de aislamiento, en la que Japón experimentó un desarrollo cultural significativo. La clase samurái y la aristocracia gobernante apoyaron el florecimiento de las artes y la cultura, incluyendo el teatro kabuki, la impresión de bloques de madera ukiyo-e (que influyó en la estética visual del manga posterior), la poesía haiku y el desarrollo de las artes marciales.
La paz relativa en este período también permitió el florecimiento del comercio y la urbanización, lo que llevó al desarrollo de la cultura urbana y la aparición de la clase media.
Con la restauración Meiji (1868) se marcó el final del período Edo y el comienzo de la era moderna en Japón. El país del sol naciente abrió sus puertas al mundo y emprendió un proceso de rápida modernización, lo que provocó cambios radicales en la cultura japonesa, incluyendo reformas políticas, sociales y educativas. Cabe señalar que el proceso de apertura de fronteras se dio de la mano de la llegada de los ingleses, americanos y personas de otras nacionalidades, que posteriormente arribaron a los muelles del país asiático apremiando al gobierno nipón a prestar atención a otras sociedades y culturas; llevándolo a adoptar una nueva política frente a los extranjeros.
En consecuencia al proceso de modernización apremiante, los nuevos estilos de arte ingresaron con fuerza, llegando a influenciar a los autores de la época; lo que era una moda, pasó a ser una realidad palpable. El acceso a nuevas culturas y sus normas sociales, venidas del mundo occidental, impactaron en el día a día de los habitantes y en la tradicional forma samurái, casi que desplazando lo ya obtenido tras cientos de años. Pese a todo, como una forma de protección a su cultura, el gobierno estableció mecanismos realmente útiles en las escuelas y en los centros de trabajo, con el fin de no perderse en el racionalismo de un mundo extranjero simplista y capitalista; reavivando la identidad japonesa.
Esta era de cambios drásticos sentó las bases para la mezcla de estilos artísticos japoneses y occidentales que se reflejaron más adelante en el manga moderno.
En conjunto, los eventos políticos y culturales contribuyeron al desarrollo del manga a lo largo de los siglos, consolidando su importancia como una forma de arte única y distintiva que refleja la rica historia y las tradiciones culturales de Japón.
Repasando todo lo acontecido durante los siglos XII al XIX, podemos apreciar que existen dos puntos de inflexión que marcaron el comienzo del manga y lo hicieron una forma única ante las diferentes muestras artísticas del mundo:
- La llegada de los samuráis y el régimen militar a la vida cotidiana y su fuerte influencia en la cultura y la vida cotidiana (Zen y Zazen).
- La aparición del Bushido, no solo como un manual ético y moral, sino también como el modelo de vida de todo un pueblo.
La sociedad japonesa tuvo un cambio de mentalidad durante ocho siglos en los cuales sus habitantes fueron adoptando nuevas formas, no solo de interpretar la vida, sino también de vivirla.
Bajo esta nueva perspectiva de sociedad, Japón comenzó un periodo de identidad única, cargada de una visión de vida muy diferente a la que conocemos en Latino América y España, llena de filosofía, enriquecida por la experiencia e influenciada fuertemente por un código que aún hoy en día es difícil de comprender.
Basta con revisar cualquier libro, película o documental que hable de los samuráis y nos podremos dar cuenta de que aún hoy en día su particular forma de ver el mundo es diferente, romántica y llena de ideales que se fueron construyendo y puliendo a través de los años. Un universo que nos enseña que la vida puede ser diferente a todo lo que conocemos.
Para nosotros, los de este lado del mapa, Japón parece un país romántico, lleno de misterios con aristas que nos parecen atractivos, una sociedad con ideales fuertes y convicciones sociales mucho más profundas que las nuestras; aunque lo que dejamos pasar de lado es que su historia no fue escrita en un siglo, sino que llevó cientos de ellos para ser lo que es ahora.
Y como todo camino largo se realiza en pequeñas etapas, no queda más que decirnos adiós, al menos por hoy. Espero poder seguir contando con ustedes, compañeros de viaje, en una próxima entrega.
Un saludo desde la distancia de quien siempre los quiere bien.
James “Sagara” Bernal.
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